Santo Tomás, Apóstol. Siglo I

Apóstol famoso por su duda acerca de Jesús resucitado y su admirable profesión de fe cuando vio a Cristo Glorioso: » Señor mío y Dios mío». Desde entonces siguió sus creencias hasta el final evangelizando la India y Persia.

La generación CDI

Cuenta Ana Magdalena Bach algo que le ocurrió a su marido, el gran músico Juan SebastiánBach, siendo pequeño. Su hermano mayor «tenía una colección de piezas musicales célebres, de autores famosos, y no se las dejaba ver al chiquillo sediento de música, que hubiera deseado estudiar toda la que cayese en sus manos. Esas composiciones estaban encerradas en una caja de documentos que tenía una reja, y durante varios meses el pobre Sebastián se dedicó a copiar aquellas composiciones, de noche, a través de la reja y a la luz de la luna, pues no podía disponer ni de una vela. No es de extrañar que su vista se resintiese de tan extraordinario esfuerzo… en ese hecho se ve lo pronto que se manifestaron su grandeza de carácter y su fuerza de voluntad».

Está claro que el final depende del camino que se recorra. Si importa el final, importa el camino; si el final —lo que hagamos en la vida, adónde lleguemos, lo que dejemos a los demás, donde pasemos la vida eterna…—, si el final no importa, tampoco importa el camino.

En la vida de Sebastián Bachrecorrió un camino determinado y por eso alcanzó un final formidable: fue un buen cristiano, su mujer y sus más de diez hijos vivieron unidos y felices, dejó a la humanidad una música maravillosa.

Nosotros vivimos en un tiempo muy distinto al siglo de Bach, con sus muchas ventajas y con alguna desventaja. Pienso que la principal desventaja es que en muchos asuntos somos una generación conejillo de indias: generación CDI.

¿Por qué digo que somos generación CDI? Porque hemos inventado muchas cosas nuevas, todas ellas buenas, pero todavía no sabemos vivir con ellas. Me explico. La electrónica pone a nuestra disposición mil inventos, televisión, iPod, ordenadores, juegos y videojuegos, móviles… Están al alcance de casi todos, y ojalá pronto resulten asequibles a todos. Pero hay que saber usarlos, porque no hace bien al hombre cualquier uso: exigen tiempo y dedicación, pueden crear adicción, pueden encerrar en uno mismo, compiten con el trabajo y con atender a los demás…

Escribía un gran pensador del siglo XX que «es necesaria mucha ascesis, humana y cristiana, para hacer un uso adecuado de los medios de comunicación». Y es verdad: la generación CDI necesitamos mucha ascesis —esfuerzo, lucha, dominio, plan previsto y lograr cumplirlo— para usar los medios de comunicación. Si importa el fin —lo que hagas con tu vida, que seas una gran persona y un gran santo—, sí que importa el camino.

Algunos dan pena porque no pueden dejar la droga y arruinan su vida y destrozan la de quienes están a su lado porque no son capaces de desengancharse. Es una pena el camino que recorren, y es triste el final al que llegan. Otros dan pena porque no pueden dejar la droga de la televisión o del ordenador o de los cascos, y empobrecen su vida y no aportan apenas a quienes están a su lado porque no son capaces de desengancharse. Es una pena el camino que recorren, y es pobre y triste el final al que llegan.

Lageneración CDI necesitamos aprender a usar la electrónica. No ponerme los cascos si estoy con otros —hace poco quedé con un chaval para hacer footing y antes de salir me preguntó: «¿llevo los cascos para oír música?»—, no ver la tele siempre que me apetece sino ir a ver lo que me interesa, no tener la música siempre encendida para aprender a escuchar el silencio y mi interior, no navegar por Internet con caprichosa curiosidad…

Bach lo tuvo más fácil. Si Juan Sebastián Bach hubiese pertenecido a la generación CDI y no hubiese aprendido a usar la electrónica, quizá se hubiese perdido con el ordenador y unos cascos… en vez de aprender y crear la más excelsa música que jamás se ha creado.

Juan SebastiánBach pasó meses copiando partituras en la oscuridad. Vivió con pasión… por lo que tuvo un precio que pagar. No sé si sabes que su vista se deterioró de tal modo que —tras una desafortunada operación— los últimos meses de su vida los pasó ciego. Pero estoy seguro de que Bach preferiría vivir apasionadamente y morir ciego, a vivir ciego y morir de aburrimiento.

Enséñame, Jesús, a vivir sabiendo hacer uso de todo lo que tengo a mi disposición. Sí me importa el fin: quiero hacer de mi vida algo grande, quiero ser una gran persona y un gran santo, que para mí es la misma cosa. Quiero cuidar el camino para llegar a ese fin. Que no pierda el tiempo delante de pantallas: ¡ayúdame! Que no me refugie en mi ordenador o en mis juegos, donde nadie me molesta y se me pasan las horas. Que los tenga a mi servicio, y que no me ponga yo al servicio de ellos. Te pido por el alma de Bach, como agradecimiento a la gran música que nos ha dejado a todos. Que yo deje mucho a la humanidad, lo que a mí me toca dejar. Santa María, ayúdame.

Qué importante es que comentes con él lo leído. Repasa con él los aparatos electrónicos que sueles usar, y pregúntale si los usas bien. Si no sabes, quizá puedes comentar después este asunto con alguien que pueda ayudarte, y así podrás recibir ayuda en algo que es más importante de lo que parece.

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