San José Pignatelli, Restaurador de los Jesuitas. 1737-1811.

Suprimida la Compañía de Jesús, irá preparando el terreno para su reintegración y buscando nuevas vocaciones. En este esfuerzo colosal, muere en Roma el 15 de Noviembre de 1811, tres años antes de que los Jesuitas vieran de nuevo la luz.

Aprovechar el dolor

Montse Grases tuvo una enfermedad muy dolorosa siendo muy joven. Sus compañeras y amigas iban a verla con frecuencia. Tenía mucha ilusión en acercarlas a Dios, sobre todo algunas reacias a confesarse. Por echarles una mano… era capaz de hacer cualquier cosa. A veces iban a verla y le preguntaban:

— Montse, ¿cómo estás?

Ella contestaba invariablemente:

— Bien.

— ¿Puedo hacer algo por ti?

— No, mira, no… bueno…, ¿quieres saber una cosa que me haría muy feliz, muy feliz, muy feliz…?

— Sí, sí, dime.

— Pues mira, hay un Curso de retiro, unos Ejercicios espirituales…, si fueras… me harías muy feliz.

Quien vive pensando en los demás, tratando de ayudar a los que tiene cerca, haciendo apostolado, obtiene de Dios el regalo de morir igual: pensando en los demás. Cada uno muere como vive.

Los dolores de Montse eran grandes —padecía un cáncer de huesos—, pero en vez de darse pena y llenar el aire de quejas y lamentos, dicen que contagiaba alegría: sólo pensaba en aprovechar su enfermedad para ayudar. Los ofrecía. Estaba pendiente de lo que podría ser bueno para sus amigas.

En la encíclica del año 2007, el Papa hablaba de esta devoción cristiana que vivía Montse, devoción que no conviene abandonar. «La idea de poder “ofrecer” las pequeñas dificultades cotidianas, que nos aquejan una y otra vez como punzadas más o menos molestas, dándoles así un sentido, eran parte de una forma de devoción (…). ¿Qué quiere decir “ofrecer”? Estas personas estaban convencidas de poder incluir sus pequeñas dificultades en el gran com-padecer de Cristo, que así entraban a formar parte de algún modo del tesoro de compasión que necesita el género humano. De esta manera, las pequeñas contrariedades diarias podrían encontrar también un sentido y contribuir a fomentar el bien y el amor entre los hombres.»

Señor, cuando tenga algún dolor, duerma mal, esté cansado, pase una enfermedad… quiero que me ayudes a aprovecharlo. Es un tesoro que tengo en mis manos para «ofrecértelo» a ti por otras personas: algo que puedo regalarte llevándolo con alegría, pidiéndote ayuda y gracia para un amigo, un familiar. ¡Que viva pensando en ayudar! ¡Que viva así, que muera así! Gracias.

Puedes pedirle que te enseñe, como Montse, a ofrecer el dolor. ¿Te encierras en ti, con protestas, quejas y malhumor, cuando sufres? Recuerda las últimas veces que has sufrido… y coméntalo con Él. 

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