San Juan de Kety. 1390-1473
Ordenado sacerdote y profesor en la universidad de Cracovia, donde destaca por la sabiduría en su cátedra, la piedad y la caridad. Alejado por algún tiempo vuelve a la universidad.
Besó la flecha
Cuenta una novela algo que ocurre a una madre india: «Conteniendo la respiración, estrecho a Bijoy [su hijo pequeño] entre mis brazos. “Mi talismán.” En el mismo instante en que formulo ese pensamiento, una terrible objetividad se apodera de mí. Por primera vez veo a mi hijo como lo haría un desconocido: un niño delgado de piel oscura, bastante anodino, con un resto de kétchup de la comida ensuciándole la barbilla.» ¡Qué horror! Mirar al hijo con objetividad, como le ven todos, sin cariño, le duele tanto que su reacción es instantánea: «Angustiada, beso a Bijoy varias veces. Eres el mejor niño del mundo, susurro a modo de ardiente disculpa. De todas formas, en la boca me queda un tenue regusto amargo, como de agua de mar.»
Estos días estamos preparándonos para recibir a un Niño. Dice el Evangelio: «Y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo reclinó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada» (Lucas 2, 7). Todavía hoy podemos ver pesebres de ésos: como recipientes alargados y estrechos con forma de «barca», donde se coloca la cebada para que coma el ganado.
Hemos de tener cuidado en no mirar fríamente a ese Niño, como le miraría un desconocido, delgaducho, de piel oscura… quedándonos en cómo es la figurita del belén de casa. Recibimos a Dios. Sin embargo, es bueno venerar las figuras.
Recuerdo una película en la que el protagonista se había exiliado de su país por motivos políticos. Después de muchos años pudo volver. Los espectadores habíamos sufrido toda la tensión del protagonista por retornar a su verdadera patria, y le habíamos acompañado en su larga y penosa vuelta. Por eso, no nos resultó extraño en absoluto que, al entrar en su ciudad, de forma natural el personaje se lanzase sobre una señal en la que venía escrito el nombre de la ciudad a la entrada de ésta, y la besase con cierta pasión.
Es claro que el letrero no es la ciudad: es sólo un indicador de ésta, pero la besó. Del mismo modo que una bandera no es el país, pero es un símbolo de éste; y también se besa.
La imagen del Niño —ya sea una figura o una pintura— no es Jesús, pero… como lo que tengo visible de Él es esta imagen, lo que hago a esa imagen con el corazón se lo hago a Él.
El beso que yo dé a esa imagen, lo recibe Jesús. Que estos días mires con afecto el Belén, los Nacimientos que haya por la ciudad o en los escaparates de las tiendas. Jesús puede recibir tu cariño y tu ternura muchas veces, si aprovechas todas las ocasiones que estas fiestas te brindan. ¡Aprovecha, porque Él lo agradece! Y así irás amándole más.
Jesús, enséñame más. Yo te miro en el pesebre… y tú me explicas. Jesús, María y José, que estos días esté constantemente con vosotros tres. Las imágenes sagradas son como una flecha: apuntan a lo real que hay detrás de ellas. Gracias. ¡Ven, Señor Jesús!
Ahora coméntale lo leído o lo que quieras. Puedes preguntarle si le gustan tus besos… o si los encuentra fríos.
Ver todos Ver enero 2022