12-31

Santa Melania la Joven, penitente

Aristócrata romana que, al no poder tener hijos, reparte todos sus bienes y se retira a diversas ciudades. Fundó un monasterio en el Monte de los Olivos.

The end

Terminamos el año. Esta noche la llenamos de fiesta. Y es bueno. Cerramos una temporada, mañana empezamos otra.

Hoy la oración tiene que ser muy personal, porque tú y él conocéis muy bien la letra pequeña de este año de tu vida. Por eso, sólo me atrevo a sugerirte que hoy reces así: «Señor, gracias, perdona, y ayúdame más.»

Primero, gracias. Este año de vida te lo ha dado él. ¡Ánimo! Ve repasando algunas cosas que desde enero hasta hoy has recibido. Muchas que sólo conoces tú. Otras… familiares. Otras… en tu país. Otras… en la Iglesia. Otras… Y toda su gracia. Fíjate: dice san Agustín que supone mayor poder por parte de Dios el perdón de un pecado que el acto de crear el Universo. Gracias por el perdón que tantas veces me concedes. Gracias por…

En segundo lugar, perdón. Al mirar el año quizá veas que te has quedado corto en tantos asuntos en los que él contaba contigo. Temporadas de despiste por tu parte, de ir a lo tuyo, o… Señor, perdona por…

Por último, ayúdame más. Porque al empezar un año lo más seguro es contar más con él y con su Madre. Ayúdame más en cada uno de los minutos de cada uno de los días de este próximo año.

Madre mía, sigue cuidándome todos los días de mi vida. Gracias, perdón y ayúdame más.

Sigue con tus palabras: gracias… perdón… ayúdame más…

12-30

Traslado del cuerpo de Santiago Apóstol

Santiago Apóstol muere mártir en Palestina y surge una tradición de que su cuerpo es trasladado hasta acabar enterrado en tierras de Santiago de Compostela. El reencuentro de la tumba marcaría a España y a toda Europa con el Camino de Santiago.

Sagrada Familia. La casa del

Hoy la Iglesia nos pide que fijemos nuestra mirada en la familia de Nazaret: Jesús, María y José.

¿Cómo sería la vida entre ellos? Muy normal: charlar, trabajo, sonrisas, pasear, comer, dulzura, amigos, risas, familia, hogar…

Pienso que, así como a muchas casas se les pone un nombre anunciado con un letrero en la entrada —Villa Alta, Casa Paco, La Behenchigua, El Llano, etc.—, a la casa de la Sagrada Familia se le tendría que poner este letrero dándole nombre: TÚ, o «La casa del tú». Allí sólo se conjugaba el TÚ.

Jesús enseña que todo es TÚ: amar, perdonar, servir, comprender, disculpar, dar, ayudar… En las bodas de Caná, María nos da ejemplo: está pendiente de que se acaba el vino. Jesús lo hace en multitud de situaciones: multiplica los panes y los peces porque se da cuenta de que quienes escuchan no tienen qué comer y el viaje de vuelta es largo.

Esa casa es la de todos los cristianos. Ésa es nuestra familia, y a cada uno de nosotros se nos trata como a un tú. ¡Importamos!

Todas las casas cristianas deben ser como un rincón de aquella casa, familias en las que se vive el mismo estilo, hogares en los que creamos el ambiente que aprendemos de la Sagrada Familia. Decía Teresa de Calcuta: «Pienso que hoy el mundo está de cabeza, y está sufriendo tanto porque hay tan poquito amor en el hogar y en la vida de familia. No tenemos tiempo para nuestros niños, no tenemos tiempo para el otro, no hay tiempo para poder gozar uno del otro.»

Es buen día para agradecer a Dios la familia que Dios te ha dado, ver si se parece a la de Nazaret, y examinar si en tu casa sólo se conjuga el TÚ. Repasa cómo te comportas un día cualquiera: en la comida, favores que haces, detalles de servicio, caprichos, enfados, si escoges lo peor, si les dedicas tiempo…

Jesús, María y José, que esté siempre con los tres. Os pido especialmente por mi familia. Que se respire en mi casa el mismo ambiente que en la vuestra. Que el «yo» no salga de mi boca, que no ocupe espacio en mi corazón. Que sólo sepa conjugar el TÚ. Que sepa servir en casa, que voluntariamente sepa ser el último, que mi mejor tiempo sea para mi familia.

Sigue por tu cuenta hablándoles de tu familia… de cada uno de los de tu casa…

12-29

Santo Tomás Becket, Obispo y mártir. 1118-1170

Alcanzó el cargo de clérigo de Canterbury, canciller del reino y obispo de esta sede primada, con el favor del rey. Pese a su amistad con Enrique II, defendió los derechos de la Iglesia frente a los abusos reales, por lo que huyó durante 6 años a Francia.

El buey y el asno

«Respondiendo a la indicación de san Francisco, en la cueva de Greccio estaban en la Nochebuena el buey y el asno. Francisco había dicho al noble Juan: “Deseo celebrar la memoria del niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno.»

A partir de entonces, el buey y el asno forman parte de toda representación del nacimiento. Pero ¿de dónde provienen el buey y el asno? (…) El buey y el asno no son un mero producto de la imaginación piadosa, sino que se han convertido en acompañantes del acontecimiento de la Navidad en virtud de la fe de la Iglesia en la unidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. En efecto, en Isaías 1, 3 dice: «Conoce el buey a su dueño y el asno el pesebre de su amo; Israel no conoce, mi pueblo no entiende.»

Los Padres de la Iglesia vieron en esas palabras un discurso profético que preanuncia el nuevo pueblo de Dios, la Iglesia formada por judíos y gentiles. Ante Dios, todos los hombres, judíos y paganos, eran como bueyes y asnos, sin razón ni entendimiento. Pero el Niño del pesebre les abrió los ojos de modo que, ahora, entienden la voz del dueño, la voz de su Señor. (…)

Los que sí lo reconocieron —a diferencia de toda esa gente de renombre— fueron «el buey y el asno»: los pastores, los magos, María y José. ¿Es que acaso podía ser de otro modo? En el establo donde está el niño Jesús no vive la gente fina: allí viven, justamente, el buey y el asno.

Pero ¿y nosotros? ¿Estamos tan lejos del establo porque somos demasiado finos y sesudos para estar en él? ¿No nos enredamos también nosotros en interpretaciones eruditas de la Biblia, en demostrar la inautenticidad o autenticidad del lugar histórico, al punto de quedarnos ciegos para el mismo Niño y no captar nada de Él? ¿No estamos también nosotros demasiado en «Jerusalén», en el palacio, afincados en nosotros mismos, en nuestra arrogancia, en nuestra manía persecutoria, como para poder escuchar por la noche la voz de los ángeles, acudir al pesebre y adorar?

Así pues, esta noche los rostros del buey y del asno nos miran con ojos interrogativos: mi pueblo no entiende; ¿entiendes tú la voz de tu Señor? Al colocar en el pesebre estas figuras tan familiares deberíamos pedir a Dios que le regale a nuestro corazón la sencillez que descubre en el niño al Señor, como en su día Francisco en Greccio. Entonces podría sucedernos también a nosotros lo que Celano, siguiendo muy de cerca las palabras de san Lucas sobre los pastores de la primera Nochebuena (Lc 2, 20), narra acerca de los que participaron en la Nochebuena de Greccio: «todos retornaron a sus casas colmados de alegría.»

Quiero reconocerte, Niño Dios, como el buey y el asno. Ábreme los ojos, Señor, para que pueda entender tu voz, porque sólo tú eres mi dueño y señor.

Ahora puedes seguir comentándole lo leído. Pide a María y a José que te enseñen a mirarle.

12-28

Los santos inocentes

Esta fiesta viene en memoria de los inocentes, que mandó matar Herodes, queriendo deshacerse de Dios recién nacido. En recuerdo de todos los que murieron y mueren prematuramente o en edad de la inocencia.

Los inocentes. ¿Trae paz o espada?

Jesús ha nacido. Dios comunica en sueños a José que coja al Niño y a su Madre y huyan a Egipto. Esa misma noche le dice a María que deben irse. No entenderían nada, pero entienden lo suficiente: «Lo nuestro es la fe, pensarían. No tenemos por qué pedir explicaciones a Dios: él tiene sus planes y lo nuestro es dejamos llevar por él, darle nuestra colaboración con un alegre e incondicional Sí.»

Entonces tiene lugar una gran matanza de todos los menores de dos años por orden de Herodes (Mateo 2, 16).

¡Resulta sorprendente! Es Dios de paz, y nada más nacer provoca una matanza. Es Dios de paz y siendo todavía niño ya es causa de muchas muertes.

Dios es el amor, y dice: no he venido a traer la paz, sino la guerra. No he venido a traer la unión, sino que por mi causa habrá división, y a causa de mí los padres estarán contra los hijos, y los hijos contra los padres, etcétera.

¿Por qué esto? ¡Parece contradictorio! Pero si prestamos atención veremos que no lo es. Lo que ocurre es que hemos deformado el sentido de lo que es el amor. Lo hemos convertido en una especie de palabreja romántica, rosa, poética. Y no es así.

Amor habla de realizar un ideal, de lucha por conseguir, de combate contra el egoísmo, de conquista de la unión entre varios que son distintos, de defensa de la libertad, de esfuerzo por ser fiel a los compromisos adquiridos, de cansancio en el esfuerzo por darse, de paciencia con los defectos del otro y con los propios… Amor lleva siempre sangre.

No han entendido a Cristo quienes pretenden ser de Dios y contentar siempre a todos y a él mismo, quienes pretenden compaginar seguir a Cristo y llevar una vida cómoda. Es incompatible seguir a Cristo y ser burgués, frívolo o comodón.

¿Quieres seguir estando con Dios? Si sigues con Él, serás causa de división. Dios te complicará la vida. ¡Y puedes olvidarte de ir a tu rollo o montártelo! A la vez tendrás «Amor, Alegría, Paz, Paciencia, Afabilidad, Bondad, Fidelidad, Mansedumbre, Templanza» (Gálatas 5, 22-23). Las tendrás pero en serio, no de «aspirinas».

Otra cosa: ¿no te parece que hoy es un buen día para pedir por todas las víctimas del aborto? Inocentes que sufren una gran injusticia. Pedimos, sobre todo, para que Dios nos ayude a terminar con esta plaga que nos hace tanto mal. Como decía Teresa de Calcuta: «El más grande destructor de la paz es el aborto porque, si una madre puede matar a su propio hijo, ¿qué nos queda a nosotros, matarte a ti y tú matarme a mí? No nos queda más que eso. Es muy pobre decidir que un niño debe morir para que tú puedas vivir como lo deseas”.

Los mártires Inocentes proclaman tu gloria en este día, Señor, no de palabra, sino con su muerte; concédenos, por su intercesión, testimoniar con nuestra vida la fe que confesamos de palabra. Por nuestro Señor Jesucristo.

Quizá te ayude repasar lo leído, y mirando un Niño comentarle, preguntarle, aprender… y darle un beso al final prometiéndole que tu amor derramará sangre cuando sea necesario.

12-27

San Juan Apóstol y Evangelista, el discípulo amado

Es el único de los Apóstoles que acude a la cruz, acompañando a la Virgen María. Escribió el cuarto evangelio, tres cartas canónicas y el libro del Apocalipsis, mientras predica en Palestina y Asia Menor.

El santo del «no tenía por qué»

Hoy celebramos a san Juan, el más joven de los doce Apóstoles. El Señor le tenía un especial cariño. Por eso, cuando en el evangelio se habla del discípulo al que Jesús amaba se está refiriendo a san Juan. Me gusta referirme a Juan como el joven de la libertad y el del no tenía por qué. Me explico.

Sabemos de él que empezó como apóstol a los trece o catorce años. Quiso dedicar su corazón exclusivamente a Jesucristo, por lo que renunció a casarse y formar una familia: así, además, podía estar más disponible para las cosas del Reino. Durante la Última Cena, en la que Jesús está muy afectado, Juan le da su cariño recostando su cabeza sobre el pecho del Maestro. En el momento duro de la oración en el Huerto de los Olivos, donde le apresan, Juan le ha acompañado a orar. Se mete en el palacio donde juzgan a Jesús porque no quiere dejarle solo. Y en la crucifixión, cuando muere Cristo, el único hombre que está junto a la cruz es Juan. Es él quien recibe el encargo de cuidar a María. Y quien más velozmente corre al sepulcro cuando les anuncian que Jesús ha resucitado.

Es el santo del no tenía por qué. Estos pocos detalles de su vida recogidos en el evangelio dejan bien a las claras que Juan amaba a Jesús, porque no funcionaba por mandatos u obligaciones. No tenía por qué haber hecho ninguna de esas cosas. ¿Por qué deja a su familia siendo tan joven? ¿Por qué renuncia al matrimonio? ¿Por qué arriesga su vida metiéndose en la boca del lobo? ¿Por qué está al pie de cruz? ¿Por qué…? Sólo hay una respuesta en todo lo que hace Juan en su vida: NO TENÍA POR QUÉ, PERO ME DA LA GANA.

¡Eso es amor! Qué distintos somos nosotros en ocasiones. ¡Cuántas veces nos defendemos! Defendemos nuestro egoísmo con preguntas disuasorias: ¿por qué tengo que hacerlo yo?, ¿por qué hacer eso, si yo no gano nada?, ¿acaso es obligatorio?, ¿por qué yo?, ¡siempre me toca a mí!, ¿por qué le voy a perdonar si ha sido su culpa?, ¿por qué hacer oración o mortificación si con menos basta?, ¿por qué dar, si no me queda más?, ¿por qué obedecer si no entiendo?, ¿por qué dar todo, si no hay necesidad?, ¿por qué ayudar, si él nunca…?, ¿por qué no dormir la siesta?

La respuesta sólo da una razón: quiero amar, quiero amar como Jesucristo; amar es dar con libertad, más de lo que es razonable u obligatorio, dar porque me da la gana darlo, dar porque agradará al otro, dar con la alegría de estar sirviendo…

San Juan, intercede por mí, intercede por todos los jóvenes que ahora seguimos a Cristo: que lo hagamos con tu estilo, con el «porquemedalagana» en la boca continuamente. Señor, voy a hacer un poco de examen, no vaya a ser que me esté equivocando como cristiano. Si no tengo por qué hacer algo, si no estoy obligado ¿lo hago? Libremente, Señor, porque me da la gana, quiero amar, darme, luchar, ser santo. Concédenos llegar a comprender y a amar de corazón lo que tu apóstol nos dio a conocer.

Sigue por tu cuenta…

12-26

San Esteban, mártir. Siglo I

Primer mártir de la Iglesia, perteneció a la primera comunidad cristiana y ayudó a los Apóstoles como diácono.

No se lo tengas en cuenta

Ayer celebramos el nacimiento de Jesucristo. Hoy celebramos fiesta los cristianos recordando el primer hombre que amó más a Jesucristo que a él mismo, el primero que muere por Jesús, el primer mártir: el joven Esteban.

¿Sabes cómo murió? A pedradas, más o menos nueve meses después de la crucifixión. Y fue así. Cuentan los Hechos de los Apóstoles que Esteban, lleno de gracia y de virtud, hacía prodigios y grandes señales en el pueblo. Los que le escuchaban no podían resistir su sabiduría. Le cogieron los judíos y le acusaron de blasfemar contra Moisés y contra Dios. Todos los que estaban sentados en el Sanedrín vieron su rostro como el rostro de un ángel.

Le dejaron hablar y, en vez de excusarse o buscar alguna salida, aprovechó que le escuchaban para explicar el cristianismo. Sus oyentes se indignaron tanto que sus corazones se llenaron de rabia, sus dientes rechinaban, gritaban a grandes voces, se tapaban los oídos, se echaron encima de él, lo sacaron fuera de la ciudad, y lo apedrearon. Esteban, mientras tanto, repetía: «Señor Jesús, recibe mi espíritu». Después, cayendo de rodillas, lanzó un grito: «Señor, no les tengas en cuenta este pecado.» Y con estas palabras, expiró (Hechos 6 y 7).

¿Cuándo aprenderemos que ser cristiano no es meramente «cumplir», o «ser bueno»? Ser cristiano es amar. Amar a Jesús que vive, a quien conocemos por el Evangelio y por la oración, quien habita en nuestra alma en gracia y en la Eucaristía. Amar a los demás, hablándoles de nuestra fe, que es lo mejor que tenemos. Amar a los enemigos, perdonándoles y pidiendo por ellos. Poner antes a Jesucristo que a nosotros mismos: «Quien ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; y quien ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y quien no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. Quien encuentre su vida, la perderá: pero quien pierda su vida por mí, la encontrará» (Mateo 10, 37-39).

Concédenos, Señor, la gracia de imitar a tu mártir Esteban y de amar a nuestros enemigos, ya que celebramos la muerte de quien supo orar por sus perseguidores. Que usemos el corazón en amar. Que sepamos amarte a ti más que a nuestra propia vida. Que aprovechemos cualquier ocasión para hablar de ti a los demás, aunque no nos entiendan. ¡Amar, amar, amar!

Ahora te toca a ti hablar a Dios con tus palabras, comentándole lo leído o lo que quieras.

12-25

Natividad de Nuestro Señor Jesucristo

Celebramos elcumpleaños de Jesús, recordando que en estas fechas la virgen María dio a luz al Redentor del mundo.

Mirarse… ésa es la felicidad

Aunque parezca que no vienen a cuento estas palabras, te las copio. Las escribe Miguel Delibes cuando muere su mujer.

«Ninguno de los dos éramos sinceros pero lo fingíamos (ambos —marido y mujer— conocen la grave enfermedad que aqueja a la mujer y que en breve la llevará a la muerte) y ambos aceptábamos, de antemano, la simulación. Pero, las más de las veces, callábamos. Nos bastaba mirarnos y sabernos.

»Nada importaban los silencios, el tedio de las primeras horas de la tarde. Estábamos juntos y era suficiente. Cuando ella se fue, todavía lo vi más claro: aquellas sobremesas sin palabras, aquellas miradas sin proyecto, sin esperar grandes cosas de la vida, eran sencillamente la felicidad.»

Te propongo que así hagas hoy con Él. Durante ese rato estar, silencio, mirarle, saberte mirado… Métete.

Pueden servirte estas palabras que un autor pone en boca de María en esta noche: «Yo estaba muy cansada, pero era incapaz de dormirme. Le tenía allí, en mis brazos, acurrucado debajo de las mantas, recibiendo el calor de mi pecho y no demasiado lejos de los dos animales que obstruían la entrada de la cueva e impedían que pasara el viento frío de principios de Tebet. (…)

»No podía dejar de contemplarle. Le miraba y, por primera vez, allí, en aquella cueva que yo hubiera querido convertir en un palacio en honor a él, noté un sentimiento que hasta entonces no había tenido. Le miraba y, de repente, empecé a adorarle. (…)

»“Te quiero”, le decía besándole la frente. “Te quiero y le doy gracias a Dios por tenerte conmigo. No ha sido fácil y he pasado mucho miedo. Pero ahora que estás aquí lo doy todo por bien empleado. Casi te diría, mi pequeñín, que no me importaría que no ocurriera absolutamente nada de todo lo que me anunció el ángel. Nunca soñé con grandezas que superaran mi capacidad, ni aspiré a ser respetada y admirada. Ahora, convertida en la madre del Mesías, todo parece tan extraño. ¿Qué Mesías eres tú, que has nacido en una cuadra de ovejas y que tienes por corte a una vaca y a un borrico y por padres a dos humildes paletos? ¿Dónde está tu poder, dónde tu grandeza? Y, sin embargo, no me siento decepcionada. Tú vales más que todo lo que se obtenga de ti y esto lo sé yo, que soy tu madre, y ojalá que lo aprenda todo el mundo cuando crezcas y cumplas la misión para la que has nacido. Quizá los hombres te quieran por lo que les das, por lo que representas, por tu mensaje, por tus victorias o, quien sabe, por tus milagros. Yo, querido niño mío, te querré por ti. No es que lo demás no me importe, porque sería como despreciar los planes de Dios, pero, entiéndeme, yo soy tu madre y en este pecho podrás encontrar siempre amor puro, amor a ti y no sólo a lo que traigas contigo. Tú eres el regalo, tú eres el tesoro, y si no hubiera nada más, para mí ya sería bastante.»

Oh Dios, hoy que nos ha nacido el Salvador para comunicarnos la vida divina, concédenos compartir la vida divina de aquel que hoy se ha dignado compartir con el hombre la condición humana. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Ahora te toca a ti hablarle; coméntale, si quieres cántale un villancico aunque sea interiormente, dale besos… Di algo a María y José… ¡que te enseñen!

12-24

San Gregorio, mártir. Siglo III

Religioso y bueno, vive en la época de las persecuciones de Diocleciano. Murió mártir acusado de no querer sacrificar a los dioses y de afirmar que solo un Dios merece adoración.

Cuidado con convertirnos en anfitriones

Esta noche es Nochebuena y mañana Navidad; dame la bota, María, que me voy a emborrachar.

Emborrachamos de alegría porque hoy nace Jesús, y con Él ya lo tenemos todo. Hoy podemos hacer oración con la letra de un villancico.

Madre, en la puerta hay un Niño. Y hoy ese niño llama a la puerta de cada uno. Hoy quiere nacer, ¡de verdad!, en cada hermano suyo y en todos. En concreto… en ti. ¿Le abres?

Diciendo que tiene frío, porque viene casi en cueros. ¡Y sigue desnudo de amor! Continúa frío. Cristo sigue casi en cueros. Hoy es preciso que te empeñes en que se sienta amado. ¡Que note tu afecto, tu ternura, tu cariño! Jesús vive, es una persona —hoy lo vemos niño—, y necesita —quiere necesitar— cariño de los hombres. Tú se lo puedes dar porque él escucha lo que le dices, recibe el beso que das a su imagen… Así es de verdad. Perdona la insistencia: ¡que hoy reciba cariño de ti!

Pues dile que entre y se calentará, porque en esta tierra ya no hay caridad. Y no la hay porque seguimos resistiéndonos —cada uno de nosotros sabe cómo— a amarle, seguimos regateando entrega, seguimos «cumpliendo», seguimos sin poner el corazón al tratarle. Dile que entre: se calentará, enseguida sentirá tu cariño…Y también él te calentará a ti.

¡Cuidado durante las Navidades! Nos puede ocurrir lo que en algunas bodas. Hace poco estuve casando a unos amigos en Tarragona. El lugar era fantástico: un antiguo castillo rehabilitado, junto al mar. En la vieja capilla tenía lugar la ceremonia; al finalizar, un pequeño tentempié en un edificio adjunto y luego… cena en otro edificio. Fotografías, músicos… Detrás de todo se encontraba un excelente anfitrión que iba de un lado a otro pendiente de que todo estuviese en su sitio y en su momento. Pero… ni siquiera pudo felicitar a los novios más que al principio, con correcta educación, cumpliendo una formalidad más.

¡Cuidado, porque puede ocurrimos lo mismo!

¡Estos días hay tantas cosas! Comidas, ir a una casa y a otra, comprar regalos… Podemos estar todo el día en preparativos y festejos, y olvidarnos de Él, ¡que es el motivo de todo!

¡Cuánto me sugieren estas palabras de Isaías! Son proféticas de lo que Jesús lleva por dentro estos días: «Yo ofrecía respuesta a los que no preguntaban, salía al encuentro de los que no me buscaban; decía: “Aquí estoy, aquí estoy”, al pueblo que no invocaba mi nombre» (Is 65, 1). ¡Qué ganas de mostrarse a todos los hombres, de hacerse ver también por los que no le buscan!

María y José ¡que no me olvide de Él! Que le dé afecto, es más, que le dé ternura. Que entre en mí… hasta el fondo. Que le dé calor, que le trate bien. Que se sienta amado. Gracias.

Te toca hablar a Dios con tus palabras, comentarle cómo te gustaría vivir estos días. Que no te importe que parte se quede en deseos, pero procura que sean muy grandes y manifiéstaselos.

12-23

San Juan de Kety. 1390-1473

Ordenado sacerdote y profesor en la universidad de Cracovia, donde destaca por la sabiduría en su cátedra, la piedad y la caridad. Alejado por algún tiempo vuelve a la universidad.

Besó la flecha

Cuenta una novela algo que ocurre a una madre india: «Conteniendo la respiración, estrecho a Bijoy [su hijo pequeño] entre mis brazos. “Mi talismán.” En el mismo instante en que formulo ese pensamiento, una terrible objetividad se apodera de mí. Por primera vez veo a mi hijo como lo haría un desconocido: un niño delgado de piel oscura, bastante anodino, con un resto de kétchup de la comida ensuciándole la barbilla.» ¡Qué horror! Mirar al hijo con objetividad, como le ven todos, sin cariño, le duele tanto que su reacción es instantánea: «Angustiada, beso a Bijoy varias veces. Eres el mejor niño del mundo, susurro a modo de ardiente disculpa. De todas formas, en la boca me queda un tenue regusto amargo, como de agua de mar.»

Estos días estamos preparándonos para recibir a un Niño. Dice el Evangelio: «Y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo reclinó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada» (Lucas 2, 7). Todavía hoy podemos ver pesebres de ésos: como recipientes alargados y estrechos con forma de «barca», donde se coloca la cebada para que coma el ganado.

Hemos de tener cuidado en no mirar fríamente a ese Niño, como le miraría un desconocido, delgaducho, de piel oscura… quedándonos en cómo es la figurita del belén de casa. Recibimos a Dios. Sin embargo, es bueno venerar las figuras.

Recuerdo una película en la que el protagonista se había exiliado de su país por motivos políticos. Después de muchos años pudo volver. Los espectadores habíamos sufrido toda la tensión del protagonista por retornar a su verdadera patria, y le habíamos acompañado en su larga y penosa vuelta. Por eso, no nos resultó extraño en absoluto que, al entrar en su ciudad, de forma natural el personaje se lanzase sobre una señal en la que venía escrito el nombre de la ciudad a la entrada de ésta, y la besase con cierta pasión.

Es claro que el letrero no es la ciudad: es sólo un indicador de ésta, pero la besó. Del mismo modo que una bandera no es el país, pero es un símbolo de éste; y también se besa.

La imagen del Niño —ya sea una figura o una pintura— no es Jesús, pero… como lo que tengo visible de Él es esta imagen, lo que hago a esa imagen con el corazón se lo hago a Él.

El beso que yo dé a esa imagen, lo recibe Jesús. Que estos días mires con afecto el Belén, los Nacimientos que haya por la ciudad o en los escaparates de las tiendas. Jesús puede recibir tu cariño y tu ternura muchas veces, si aprovechas todas las ocasiones que estas fiestas te brindan. ¡Aprovecha, porque Él lo agradece! Y así irás amándole más.

Jesús, enséñame más. Yo te miro en el pesebre… y tú me explicas. Jesús, María y José, que estos días esté constantemente con vosotros tres. Las imágenes sagradas son como una flecha: apuntan a lo real que hay detrás de ellas. Gracias. ¡Ven, Señor Jesús!

Ahora coméntale lo leído o lo que quieras. Puedes preguntarle si le gustan tus besos… o si los encuentra fríos.

12-22

Santa Francisca Javier Cabrini, fundadora. 1850-1917

Maestra que llega a superiora en el Hospicio de la Providencia, después germen de las Misioneras del Sagrado Corazón. Obtiene la aprobación Pontificia en 1907 y comienzan siete profesas que se multiplicarían tras su muerte.

A usted le ha hecho bien que yo sea cristiano. ¡Felicidades!

Un traficante blanco llegó a una de las islas del mar del Sur. Un chico nativo se le ofreció para llevarle el equipaje desde el bote al hotel. Durante el camino conversaron sobre los misioneros y su obra evangélica, y el negociante preguntó con tono despectivo:

—¿Qué bien le ha hecho a usted ser cristiano?

—Yo puedo subrayar algo bueno que le ha hecho «a usted» el que yo sea cristiano —le contestó el chico—. ¿Ve allí aquella gran piedra llana? Si usted hubiese venido aquí cuando yo era pagano, le habría degollado sobre aquella piedra y luego mis amigos y yo le habríamos dejado en cueros. En cambio ahora le ayudo a transportar su equipaje, muy contento de servirle.

Solo quien sea muy superficial puede no valorar el hecho de que haya más o menos cristianos, como si ser cristiano fuese equiparable —sin más— a ser hincha de un equipo de fútbol o partidario de una opinión política. ¡Ser cristiano es mucho más! Si reinase Jesús, reinaría la paz y el amor. Dios quiere que seamos felices, y Jesús se ha hecho hombre para enseñarnos a serlo y ayudarnos.

Jesús dijo que había venido a pegar fuego a la tierra, y lo que quería era que ardiese. Y nosotros somos los encargados de extender ese fuego. Tres tipos de cerillas con las que encender el fuego de Jesús: el ejemplo, la palabra y la oración.

¡Son tantas las cosas buenas que nos llegan con la venida de Dios hecho hombre! Esto es lo que ha visto cada uno de los misioneros cristianos cuando se han decidido a viajar a nuevas tierras. San Francisco Javier escribe una carta estando de misiones: «Este país es muy peligroso, porque sus habitantes, llenos de maldad, envenenan a menudo la comida y la bebida. Por esto no hay nadie que quiera ir allí para asistir a los cristianos. Tiene necesidad de instrucción espiritual y de alguien que los bautice para salvar su alma. Así que tengo la obligación de perder mi vida terrena para socorrer la vida espiritual del prójimo. Pongo mi esperanza y mi confianza en Dios, Nuestro Señor, dichoso de poder conformarme, aunque pobremente, a las palabras de Cristo, Nuestro Redentor: “Quien quiera guardar su vida la perderá; pero quien la pierde por mí, la guardará.”» Éste ha sido el móvil de tantos misioneros cristianos.

Es lógico que nos felicitemos las Navidades entre los cristianos. Al felicitarnos nos recordamos unos a otros que la felicidad la encontramos y la tenemos gracias a él. Y nos deseamos más felicidad con su nuevo nacimiento en cada uno de nosotros en estos días. ¡Es bueno felicitar las navidades! Y es bueno, por eso, que los tarjetones de felicitación tengan una referencia a Jesucristo en el texto o en la imagen.

Jesús, gracias porque tu fuego ha llegado hasta mí. Que yo arda por completo. Y que sepa pegar fuego a mi alrededor. Que nadie que se cruce conmigo se quede apagado. Te pido que todos los cristianos de la Iglesia hagamos apostolado sin parar. Que te conozcan todos los hombres. Madre mía, reina de los apóstoles, ruega por nosotros.

Puedes ahora charlar con él y ver si tienes los sentimientos de los misioneros… porque todos los cristianos somos misioneros en nuestro sitio. Convéncele de que te los conceda. Y pídele llenar de sentido la costumbre de felicitar las navidades: motivos los tenemos. ¡Y suplícale que esta felicidad llegue a todos los hombres!