11-11

San Martín de Tours, Obispo. 316-397.

Siendo soldado encontró a un pobre que tiritaba de frío, su manto y le dio la mitad al pobre. Por la noche, en sueños, vio a Jesús envuelto en la mitad de su manto, sonriéndole agradecido. Después se bautizó y llegó a ser obispo.

El malabarista de la bola de cristal

El escritor Miguel Delibes, cuando murió su mujer, pensaba así:

«La vida sería más llevadera si dispusiéramos de una segunda oportunidad. Durante el semestre que pasamos en Whashington, en casa de los Tucker, yo comía poco y enflaquecía. No me adaptaba a la comida ni al horario americanos, y tu madre, que conocía mi aprensión, me metía el botón del cuello de la camisa cada cierto tiempo, para que no lo advirtiera. Te parecerá cómico, pero en la clínica (mientras acompañaba a su mujer enferma) no lograba arrancar este recuerdo de mi cabeza. ¿Cómo no valoré antes este detalle?

»Cuando las cosas de este tenor se están produciendo no les das importancia, las consideras normales. Incluso te parece ridículo el reconocimiento ante los allegados. Pero un día falta ella, se hace imposible agradecerle que te metiese el botón de la camisa y, súbitamente, su atención deja de parecerte superflua para convertirse en algo importante. En la vida has ido consiguiendo algunas cosas pero has fallado en lo esencial, es decir, has fracasado (…)

»Es algo que suele suceder con los muertos: lamentar no haberles dicho a tiempo cuánto les amabas, lo necesarios que te eran. Cuando alguien imprescindible se va de tu lado, vuelves los ojos a tu interior y no encuentras más que banalidad, porque los vivos, comparados con los muertos, resultamos insoportablemente banales. Ensimismado en su tarea, uno cree, sobre todo si es artista, que los demás le deben acatamiento, se erige en ombligo del mundo y desestima la contribución ajena. Pero, un día adviertes que aquel que te ayudó a ser quien eres se ha ido de tu lado y, entonces, te dueles inútilmente de tu ingratitud.»

Efectivamente: fallar en lo esencial es fracasar. ¿Qué es lo esencial? Cuidar los amores, amar-amar-y-amar, ser cariñoso, fomentar lo que une y ser intransigente con lo que desune, decir la verdad por amor, exigir porque se ama al otro, pensar en hacer feliz al otro más que en examinar si el otro me llena o no me llena.

En un máster dirigido a altos directivos de empresa, el profesor recurría a esta imagen. En la vida actuamos como un malabarista que juega con cuatro bolas en el aire casi simultáneamente. Tres bolas son de madera y una de cristal. Continuamente las tiene en movimiento. Es muy probable que de vez en cuando tenga un fallo y una de las bolas caiga al suelo. Si cae una de madera, el espectáculo podrá seguir: se recoge y vuelta a empezar. Ahora bien, si la que cae es la de cristal… el fallo es irreversible. Pues bien: la familia, el amor… es la bola de cristal. Las otras —el trabajo, la salud, el dinero— pueden fallar, pero la familia no.

Cuidar los amores, ser agradecidos, valorar las tonterías… es proteger la bola de cristal y acertar en lo esencial. Así no nos equivocaremos.

Dios mío, que aproveche la vida para agradecer siempre a los demás cada cosa que hagan por mí: que dé las gracias. A mis padres, hermanos, amigos, compañeros de trabajo… a todos. Que cuide los amores, que sepa valorarles, que noten mi cariño mientras vivan. Que no necesite que falten para descubrir que son buenos…

Ahora puedes seguir y comentarle cómo cuidas las cuatro bolas del malabarista. Después termina con la oración final.

11-10

San León Magno, Papa. Siglo V.

León fue el primer Papa que recibió el epíteto de “magno”, grande, no sólo por las cualidades literarias y la firmeza con la que mantuvo en vida al decadente imperio de Occidente, sino por la solidez doctrinal que demuestra en sus cartas.

El puente del ya y todavía no

«El reino de los cielos está aquí», decía Jesús. Es verdad. El Cielo, que es la vida con Dios y en Dios, la felicidad divina, empieza aquí en la tierra: quien vive con Dios, con el alma en gracia, entendiéndose con Él en la oración. Pero todavía nada de eso es definitivo, no lo tenemos completamente y mucho menos de una manera estable.

La vida es como un puente que se apoya en los dos extremos. Uno de esos extremos es el YA; el otro es el TODAVÍA NO.

Amo ya a Dios, pero todavía no del todo. Tengo ya fe, pero todavía no la seguridad de la visión. Amo ya a los demás, pero todavía no del todo y desinteresadamente. Hago ya oración y hablo con Él, pero todavía no sé comunicarme con Él, me duermo y me despisto. Y así todo. Soy ya feliz, pero todavía no completamente.

Lo importante es empezar ya, y no desanimarme nunca porque todavía no tengo las cosas plenamente.

Señor, tengo la esperanza de que llegará el día en que el amor, la oración, la caridad, la felicidad… las tendré completa y pacíficamente. Que empiece en esta vida, que vaya creciendo, pero que no me desanime por tener que decir siempre que aunque ya, todavía no.

Ahora puedes comentarle algo de lo que has leído. Después termina con la oración final.

 

11-08

Los cuatro santos coronados, Mártires. Siglo III-IV.

Recordamos a cuatro hermanos: Severo, Severino, Carpóforo y Victorino. Eran soldados al servicio del emperador Diocleciano. Al negarse a adorar a los ídolos los sometieron a tortura hasta que murieron.

Las 7 vidas del gato, las 2 del hombre

San Luis, Rey de Francia, decía sin dudar que prefería coger la lepra a caer en pecado mortal: hasta ese punto amaba a Dios. El señor de Joinville, otro barón francés, replicaba que, por lo contrario, preferiría haber cometido treinta pecados mortales a convertirse en leproso.

Me parece que la comparación tiene sentido: el pecado también es lepra, pero del alma; invisible, pero lepra. Y las dos lepras tienen sus consecuencias.

Dicen que los gatos tienen siete vidas. Los hombres tenemos dos: la del cuerpo y la del alma. El que cuida el cuerpo tiene un cuerpo sano. El que cuida el alma, tiene un alma sana. Y a la inversa. Si un día me como un plato de arena, enferma el cuerpo. Si un día digo una mentira, enferma el alma.

Cuando una persona tiene cuerpo con salud, se dice que es SANO. Cundo una persona tiene alma con salud, se dice que es FELIZ (o SANTO que es lo mismo).

Me decía un chaval que sus padres le habían pillado el fin de semana cuando volvía por la noche algo borracho. El comentario de sus padres fue: ten cuidado, porque eso hace daño al hígado, y sólo tenemos un hígado para toda la vida; por una vez no pasa nada, pero no te acostumbres. Esos padres solo ven la mitad. El daño al estómago es secundario: ¿y el daño que hace al alma? Suelen ser los mismos padres que pierden la vida para que su niño sepa hablar en cinco idiomas… y no se preocupan tanto de que tengan algo que decir: aunque hable tonterías, pero que las diga en muchas lenguas.

Puede haber personas que tienen el espejo gastado de tanto mirarse el cuerpo y, sin embargo, hace tiempo que no visitan su alma. Nos alarmamos ante la más pequeña amenaza a la salud de nuestro cuerpo, y quizá no valoramos las amenazas a la salud de nuestra alma. Las últimas ocasiones que he estado en el dentista, cada vez que me hacía la radiografía de un diente, el doctor salía de la habitación y con un mando a distancia activaba la máquina; le pregunté: es que, me dijo, las energías que despide producen cáncer. Me pareció de maravilla. Ojalá seamos tan cuidadosos con lo que enferma el espíritu.

¿No te parece que eso es lo que nos quería decir el Señor con aquello de «si tu mano te escandaliza, córtatela. Más te vale entrar manco en la Vida que con las dos manos acabar en el infierno»? Es nítido: «Si tu pie te escandaliza, córtatelo. Más te vale entrar cojo en la Vida que con los dos pies ser arrojado al infierno. Y si tu ojo te escandaliza, sácatelo. Más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios que con los dos ojos ser arrojado al infierno… (Marcos 9, 43-47).

Señor, quiero tener un alma sana, cuidada y alimentada, en forma. Quiero evitar cualquier cosa que pueda dañarla. Madre mía, ¿cómo encuentras la salud de mi alma? ¿Qué enfermedades tiene? ¿Crece? ¿Está sana? ¿Tengo el mismo interés en estar sano que en ser santo? Santa María, del mismo modo que evito lo que hace daño al cuerpo, ayúdame a evitar lo que hace daño a mi alma. Como son enfermedades y lesiones invisibles, a veces no las valoro. Pero cuídame tú. Quiero decir con san Luis que prefiero la lepra antes que el pecado. Danos, Madre, salud de alma y cuerpo a todos tus hijos.

Ahora puedes seguir hablando a Jesús y María con tus propias palabras, comentándole las preguntas que acabas de leer. Después termina con la oración final.

11-07

San Wilibrordo, Obispo. 658-739.

Inglés de nacimiento, que ordenado obispo de Utrech por el papa san Sergio I, predicó el Evangelio en Frisia y en Dinamarca, y fundó sedes episcopales y monasterios.

No negarle nada a él

Escribía Teresa de Calcuta: «¿De qué tiene Sed Jesús? En Dios no hay ninguna necesidad, Su Amor es pleno. En el Seno de la Trinidad hay un Torrente de Amor, del que sale el Amor a la Humanidad… sin embargo, la sed es una necesidad. Dios se hace vulnerable por Amor, por amarnos a nosotros. Él quiere abrazarnos a todos, atraernos hacia su Amor… Dios nos creó por Amor para nuestra felicidad, pero el “pecado” nos alejó; y por Amor envió a su Hijo para rescatarnos y salvarnos… ¡Nos rescató con la Sangre de su propio Hijo!

»Dios quiere compartir su Amor con nosotros —por ello nos creó— y quiere que seamos felices y plenos experimentando su Amor. Su Sed es de Amar y de ser amado, de Amarnos y de que Le amemos. ¡Esa es Su necesidad! ¡Nos necesita tanto como nosotros a Él! ¡Tiene Sed de cada unos de nosotros, de todos! Dios nos invita a entrar en la plenitud de su Amor, que es Fuente de Vida, donde todo es Felicidad.»

Decía en otra ocasión: «Jesús mismo dijo, en la Cruz, “Tengo Sed”. “Tengo Sed” son palabras de Amor. “Tengo Sed” es más que “te quiero”. “Tengo Sed” no es una idea imaginaria, son Palabras que tenemos que escuchar en nuestro corazón. “Tengo Sed” revela el Amor Grande de Dios…

»¡En la Cruz, Jesús revela el Amor de Dios! Dios quiere nuestra “salvación” mucho más de lo que nos podemos imaginar, mucho más de lo que nosotros la queremos, mucho más de lo que nosotros nos queremos a nosotros mismos. ¡Si supiésemos realmente lo que Dios nos quiere, nos volveríamos locos!

»“Tengo Sed” es su Palabra revelando que quiere nuestra salvación, nuestra felicidad y nuestra plenitud… de cada uno de nosotros y de todos nosotros. Cuando Jesús dijo “Tengo Sed”, era Dios quien lo decía… ¡esas Palabras de Jesús, expresan la Sed de la Trinidad!

»Dios nos creó para que vivamos la “eternidad” desde nuestro nacimiento, aquí en la tierra, no después de la muerte. ¡Dios quiere que el hombre sea feliz desde su nacimiento! Sin embargo, esa felicidad, esa plenitud, depende de la decisión de cada uno de nosotros. ¡Dios tiene Sed de que seamos felices y “sufre” por la tristeza del hombre! ¡La tristeza del hombre es consecuencia de sus asentimientos y decisiones!»

 Muchas veces habló madre Teresa de la sed de Jesús, pero dijo bien claro que sólo sabremos lo que es esa sed si nosotros la experimentamos:

«Esa Sed hay que conocerla, entenderla, experimentarla y responder a la misma. ¿Qué hacemos para vivirla y saciarla?

»“Tengo Sed” es como una “ventana” para entrar en el Corazón de Dios. Por ello, “Tengo Sed” sólo se puede conocer con un contacto íntimo y personal con Jesús en fe y oración. Y después, en el servicio a los demás en la vida cotidiana…

»Jesús en la Cruz, no dijo “Tengo Sed” por tener sed de agua —casi no bebió lo que Le dieron—, sino por su Sed de Amor a las almas y de almas… ¡Así tenemos que escuchar esas Palabras!

 »“Jesús tiene Sed de Amor, no de agua, ¡Escúchale!…” “Lo que no conocemos, no podemos amarlo —y viceversa—, por ello, profundiza en tu conocimiento de “Tengo Sed” y servirás a los demás mejor… y vivirás mejor esa Sed de Jesús” “Tengo Sed, es para saciar la Sed de Dios con oración y con servicio a los demás.” ¡Hay que conocer la Sed de Dios!

 »Dios está sediento siempre, no sólo hace unos 2.000 años. Él tiene Sed siempre —antes, ahora y después—. ¡Su Sed es Infinita! Hoy, Jesús sigue teniendo Sed. ¡Tiene Sed de ti, ahora…! ¡Dios tiene Sed de la Salvación de toda la Humanidad!»

Madre Teresa tenía tantas ganas de saciar la sed de Jesús, de alegrarle, que muy pronto le prometió darle a Dios cualquier cosa que él le pidiera, no negarle nada: absolutamente nada. Ésa fue su forma de vivir.

 «Cuando veo a alguien triste» decía ella, «pienso siempre que le está negando algo a Jesús». Era en darle a Jesús todo lo que Él pedía, donde ella encontró su alegría más profunda y duradera; en darle a Él alegría, encontró su propia alegría.

Señor, quiero que me des la finura del cariño de Teresa de Calcuta. Enséñame a amar, Jesús, hazme conocer tu sed… y deseo saciártela. Que nuestra historia de amor sea verdadera, diaria, oculta… y te guste a ti. Que encuentre mi alegría en darte alegrías.

Puedes pedirle darte cuenta de la sed que Él tiene de ti… ¿Cómo es? ¿Por qué, Señor? ¿Qué puedo hacer? Convéncele de que te conceda  darte cuenta de que le importas… Sí: le importas, pero sólo Él puede hacértelo saber.

11-06

498 beatos mártires del siglo XX en España. 1934-1937.

Derramaron su sangre por la fe durante la persecución religiosa en España, de los años 30. Entre ellos hay obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles laicos, mujeres y hombres; tres de ellos tenían dieciséis años y el mayor setenta y ocho.

¿Dos huellas o una?

Un hombre soñó que paseaba por la orilla con el Señor. Mientras andaban, en el cielo aparecían escenas de su vida. Se dio cuenta de que para cada escena de su vida había dos huellas en la arena: una suya y otra del Señor.

Cuando la última escena apareció en el cielo, se dio la vuelta y miró las huellas de la arena. Al mirarlas notó que muchas veces a lo largo del camino sólo había una huella, y que esto pasaba en los momentos más tristes de su vida.

Muy preocupado le dijo al Señor: «Señor, tú dijiste que una vez hubiera decidido seguirte me acompañarías durante todo el camino, sin embargo me he dado cuenta de que en los momentos más duros y difíciles de mi vida sólo hay una huella en la arena. No puedo comprender por qué me has abandonado cuando más te necesitaba.» El Señor le respondió: «Hijo mío, te quiero y nunca te dejaría. En los momentos más duros y tristes de tu vida, cuando sólo ves una huella sobre la arena, era entonces que Yo te llevaba en brazos.»

No sé dónde encontré este texto, pero es muy cierto. Nunca estamos solos, aunque a veces tengamos esa impresión. Me parece formidable la carta que escribe el mártir vietnamita Pablo Le-Bao-Thin: cuenta la compañía del Señor en su difícil situación. Él sí supo verle presente cuando sufría. Escribe desde la cárcel:

«Yo, Pablo, encarcelado por el nombre de Cristo, os quiero explicar las tribulaciones en que me veo sumergido cada día, para que, enfervorizados en el amor de Dios, alabéis conmigo al Señor, porque es eterna su misericordia (cf. Sal 136 [135]). Esta cárcel es un verdadero infierno: a los crueles suplicios de toda clase, como son grillos, cadenas de hierro y ataduras, hay que añadir el odio, las venganzas, las calumnias, palabras indecentes, peleas, actos perversos, juramentos injustos, maldiciones y, finalmente, angustias y tristeza. Pero Dios, que en otro tiempo libró a los tres jóvenes del horno de fuego, está siempre conmigo y me libra de las tribulaciones y las convierte en dulzura, porque es eterna su misericordia. En medio de estos tormentos, que aterrorizarían a cualquiera, por la gracia de Dios estoy lleno de gozo y alegría, porque no estoy solo, sino que Cristo está conmigo […].

»¿Cómo resistir este espectáculo, viendo cada día cómo los emperadores, los mandarines y sus cortesanos blasfeman tu santo nombre, Señor, que te sientas sobre los querubines y serafines? (cf. Sal 80 [79],2). ¡Mira, tu cruz es pisoteada por los paganos! ¿Dónde está tu gloria? Al ver todo esto, prefiero, encendido en tu amor, morir descuartizado, en testimonio de tu amor. Muestra, Señor, tu poder, sálvame y dame tu apoyo, para que la fuerza se manifieste en mi debilidad y sea glorificada ante los gentiles […]. Queridos hermanos al escuchar todo esto, llenos de alegría, tenéis que dar gracias incesantes a Dios, de quien procede todo bien; bendecid conmigo al Señor, porque es eterna su misericordia […]. Os escribo todo esto para se unan vuestra fe y la mía. En medio de esta tempestad echo el ancla hasta el trono de Dios, esperanza viva de mi corazón… (Sal 139 [138] 8-12).»

Cuentan de santa Catalina de Siena que estaba un día luchando por apartar una tentación que la molestaba terriblemente. Luchaba, acudía al Señor para que la librase de aquello, pero parecía que el Señor estaba oculto y callado: la tentación no se iba. Al final venció, pero después de costarle muchísimo. Más tarde se quejaba al Señor haciendo oración: «¿Dónde estabas, Señor, mientras yo luchaba contra aquello?» Y el Señor le respondió: «Estaba dentro de ti, viendo cómo luchabas.»

Dios vive mi vida conmigo. Siempre está conmigo. También cuando me parece estar más solo que la una, rezamos con el salmista que el auxilio nos viene del Señor, y afirmamos: «No duerme ni reposa el guardián de Israel» (121). Dios no se echa la siesta ni tiene despistes.

Señor, acompáñame durante todo el camino, o mejor, que sepa que me acompañas. Que no me aleje. Que te tenga cerca. Por eso hago este rato de oración todos los días. Gracias por cuidarme tanto. Gracias también a ti, Madre mía, vida, dulzura y esperanza nuestra, porque tampoco tú nos abandonas un segundo…

Repasa, si quieres, el texto, la carta de Pablo… Puedes comentar con Jesús si sabes sufrir, si eres paciente, si vives con él los momentos que te cuestan… Después termina con la oración final.

11-05

Santos Zacarías e Isabel, padres de San Juan Bautista.

Isabel, al recibir a su pariente María en su casa, llena de Espíritu Santo saludó a la Madre del Señor como bendita entre todas las mujeres, y Zacarías, sacerdote lleno de espíritu profético, ante el hijo nacido alabó a Dios redentor y predicó la próxima aparición de Cristo.

No apto para mediocres

Steve Jobs, fundador de Apple, en una conferencia en la ceremonia de graduación de la Universidad de Stanford, contaba este relato de su vida: «Yo tuve suerte: descubrí temprano en mi vida lo que realmente quería hacer. Woz y yo comenzamos con Apple en el garaje de mis padres cuando tenía 20 años. Trabajamos duro, y en 10 años Apple creció de ser una empresa compuesta por nosotros dos en un garaje a una empresa de 2.000 millones de dólares con más de 4.000 empleados. Habíamos lanzado nuestra creación más refinada —Macintosh— un año antes, y yo acababa de cumplir 30. Y después me despidieron.

»¿Cómo se puede ser despedido de la empresa que uno inició? Pues, a medida que Apple crecía, contratamos a alguien que yo pensaba que era sumamente talentoso para dirigir la empresa conmigo, y durante el primer año o más las cosas anduvieron bien. Pero luego nuestras visiones acerca del futuro comenzaron a diferir y eventualmente tuvimos una disputa. Al tenerla, nuestra Junta Directiva lo apoyó a él. Así que a los 30 años estuve afuera. Y bien afuera. Aquello en lo que me había concentrado durante toda mi vida adulta había desaparecido, y fue devastador.

»Realmente no supe qué hacer durante unos pocos meses. Sentía que había decepcionado a la anterior generación de emprendedores, que había soltado la batuta mientras que me la estaban pasando. Me reuní con David Packard y Bob Noyce y traté de disculparme por haber echado a perder las cosas de tal manera. Yo representaba un fracaso público muy importante, y hasta pensé en retirarme del valle. Pero poco a poco empecé a darme cuenta que todavía amaba lo que estaba haciendo. El curso de los acontecimientos en Apple no había cambiado eso para nada. Había sido rechazado, pero aún amaba lo mío. Así que decidí empezar de nuevo.

»No me di cuenta entonces, pero resultó que el hecho de haber sido despedido de Apple fue lo mejor que me pudo haber pasado. El peso del éxito fue reemplazado por la facilidad de convertirme en un principiante una vez más, con menor certidumbre acerca de todo. Me dio rienda suelta para ingresar en uno de los períodos más creativos de mi vida. Durante los próximos cinco años, inicié una empresa llamada NeXT, otra empresa llamada Pixar y me enamoré de una maravillosa mujer que se convertiría en mi esposa. Pixar llegó a crear el primer largometraje animado por computadora en el mundo, Toy Story, y en la actualidad es el estudio de animación más exitoso a nivel mundial. En un giro destacado de acontecimientos, Apple adquirió NeXT, volví a Apple, y la tecnología que desarrollamos en NeXT está en lo más recóndito del renacimiento actual de Apple. Y Laurene y yo tenemos juntos una maravillosa familia.

»Estoy seguro de que nada de esto hubiera pasado de no haber sido despedido de Apple. Fue un trago amargo, pero creo que el paciente lo necesitaba. A veces la vida golpea en la cabeza con un ladrillo. No pierdan la fe. Estoy convencido de que lo único que me mantenía en curso era que amaba lo que hacía. Deben encontrar lo que realmente les apasiona. Y esto es tan cierto respecto del trabajo como lo es respecto del amor. El trabajo les llenará una parte importante de sus vidas, y la única manera de sentirse realmente satisfecho es realizar lo que consideran un gran trabajo. Y el único modo de realizar un gran trabajo es amar lo que uno hace. Si no lo han encontrado aún, sigan buscando. No se conformen. Así como sucede con todos los asuntos del corazón, sabrán cuando lo hayan encontrado. Y, así como sucede en cualquier gran relación, mejora más y más a medida que transcurren los años. Así que sigan buscando hasta que lo encuentren. No se conformen.»

¡Qué importante es que vivamos con ilusiones grandes! Pocas cosas hay tan ajenas al cristianismo como la mediocridad. Mediocre es quien aspira a ir tirando, a no complicarse, a ser del montón; quien se conforma con cualquier cosa, sin ambiciones. El cristiano ama la vida, ama lo que hace y se apasiona con lo que hace. Empezar, volver a empezar, buscar, luchar… vivir apasionadamente: así vale la pena vivir, y así damos gloria a Dios.

Señor, no quiero ser mediocre. Amo esta vida que me has dado, amo el mundo, amo el trabajo. ¿He encontrado actividades o trabajos que me gustan? Quiero amar, disfrutar, servir y darte gloria con lo que hago. Ayúdanos, santa María, a todos tus hijos cristianos a vivir con planteamientos magnánimos, con espíritu grande, con ilusiones intensas, con proyectos buenos…

 

Puedes ahora comentar con Él si has encontrado ya lo que te gusta, si eres mediocre o magnánimo, si estás dándole gloria porque disfrutas con lo que llevas entre manos… Después, termina con la oración final.

11-04

San Carlos Borromeo, Arzobispo. 1538-1584

Cardenal y obispo de Milán, para la formación del clero convocó sínodos y erigió seminarios, visitó muchas veces toda su diócesis atento a las necesidades del pueblo.

La búsqueda del tesoro

¡Quién no ha jugado alguna vez a la búsqueda del tesoro! Te dan unas orientaciones que te llevan a un lugar donde encontrarás algo que te dará una pista. Ésta te enviará a otro lugar donde encontrarás otra pista. Y ésta a otra, y a otra, y a otra. Así hasta que al final llegas al «tesoro».

La vida es también una búsqueda del tesoro. «Quien busca, encuentra», dice Jesucristo. Y la vida es ir buscando a Cristo… en la Eucaristía, en el Evangelio, en los sacramentos, en los demás —especialmente en los que sufren—, en el trabajo, en lo ordinario, y en otras muchas realidades. De este modo, uno va encontrando pistas que le dirigen y le llevan por buen camino y así uno va acercándose a Dios, aunque a veces no se dé cuenta. Pero toda la vida es una búsqueda. Y quien busca, encuentra: con la muerte encuentra definitivamente a Dios, la felicidad.

Tengo grabado el recuerdo de la primera persona a la que acompañé como sacerdote en su recta final hacia la muerte. Estaba recién ordenado. Ella, Teresa, era mi vecina. Todos los días le llevaba la comunión. Joven, con sus 37 años tenía cinco hijos pequeños pero con la edad suficiente para darse cuenta de lo que pasaba. Estaban al corriente de todo. Tere pidió la Unción de enfermos, sacramento al que le siguió una cena festiva con adornos, sorpresas y champán, a la que fueron invitados los amigos: ella lo pasó en grande. Pocos días más tarde empezó a perder la consciencia. Tras un tiempo en coma pasó un día de lucidez antes de morir. Empezó a hablarnos, y uno de sus familiares anotó lo que nos decía. Después de pedir que le moviésemos las piernas, con dificultad para coger aire y sin vocalizar demasiado nos iba diciendo:

«¡Vale la pena!; he estado muchos años sin saber si valdría la pena tanta lucha, tanto esfuerzo por ser cristiana y fiel a Dios, tratando de hacer las cosas bien; ahora entiendo perfectamente que vale la pena; ahora entiendo todo. Muchas veces quieres ver algo y no ves nada de nada, pero merece la pena ¿eh?, de verdad, a pesar de todo. Me dicen que por qué digo tanto merece la pena, y es que de pronto te das cuenta que hay cosas que merecen la pena. Esta felicidad que yo siento no os la puedo explicar, porque no la entenderíais.»

Y como quien ya habla desde fuera de este mundo comentaba: «Vosotros los terrenos basáis vuestra felicidad en la lotería, en un coche nuevo, en unas buenas notas de los hijos… y ésa no es la felicidad. La felicidad total y absoluta es la que tengo yo en estos momentos. A veces sois unos tontos, preocupados por vuestros problemas, cuando la felicidad total y absoluta es la que yo tengo, todo lo demás no vale para nada. Nada vale nada más que llegar al punto que yo he llegado… ¡Qué pena cuando vivís sólo pendientes de si tal coche o tal vestido! ¡Qué pequeñeces, y qué tontos sois cuando eso os quita el sueño! ¡Enteraos… que lo que os espera es fantástico! Vale la pena ser fiel.» Se puso sonriente, el médico le preguntó por qué, y contestó: «He perseverado, Mariano, he perseverado hasta el final.»

La vida es una larga búsqueda de un tesoro que vale la pena. Eso sí, hemos de vivir buscando. Siempre se encuentra, pero todo encuentro remite a otra búsqueda mayor. No se puede decir «Basta», aquí me planto. Siempre continuar con el deseo de acercarme más al tesoro grande y definitivo. Jesús nos lo dijo con palabras formidables: quien me come tendrá más hambre, quien me bebe tendrá más sed. Sí, el Cuerpo de Cristo alimenta pero no sacia. Todo encuentro alimenta, pero al mismo tiempo despierta el hambre todavía más. «Buscad y encontraréis», nos dice Jesús: buscad durante toda vuestra vida, iréis encontrando algo y sólo al final encontraréis y poseeréis el tesoro en plenitud.

Señor, que no me canse de buscar. El tesoro se encuentra al final. Auméntame la esperanza de que al final estarás tú. Y que nunca ponga en duda que vale la pena.

Ahora puedes seguir hablando a Jesús y María. Comenta cómo vas en tu búsqueda del tesoro… si no buscas nada… o si te desanimas… Después termina con la oración final.

11-03

San Martín de Porres, Religioso dominico. 1579-1639

A pesar de las limitaciones provenientes de su condición de hijo ilegítimo y mulato, aprendió la medicina, que después, ya religioso, ejerció generosamente en Lima, ciudad del Perú, a favor de los pobres.

Mal negocio

Santo Tomás Moro era el primer ministro inglés durante el reinado de Enrique VIII. El rey quería divorciarse para contraer nuevo matrimonio con otra mujer, Ana Bolena, pero necesitaba el consentimiento de la Cámara. Todos los políticos firmaron un documento que autorizaba al rey a casarse de nuevo, todos menos uno: sir Tomás Moro. Al principio trataron de convencerle, después intentaron comprarle, y como no conseguían nada quisieron forzarle. No cedió. La consecuencia fue clara: fue destituidode su cargo y llevado a la prisión bajo la acusación de Traición a la Corona. En un día pasó de ser primer ministro a ser preso. Le castigaron con pena de muerte.

Como todo cristiano, Tomás valoraba más la vida del alma que la vida del cuerpo, y estaba dispuesto a que muriese el cuerpo con tal de que su alma siguiese viva; no quería hacer conscientemente el mal, algo que no agradase a Dios, como sería autorizar un divorcio (lo que Dios ha unido no lo puede separar el hombre).

El duque de Norfolk le visitó en la prisión antes de que fuese guillotinado, tratando de convencerle para que firmase:

— Me alegraría que accedieras a los deseos del rey; si no, morirás.

— ¿Es eso todo lo que me quieres decir? —le contestó Moro—. Pues la verdad es que entre Su Señoría y yo no hay más diferencia que ésta: yo moriré hoy, y tú mañana (es decir, que aunque fuese algo más tarde también el duque moriría).

Alicia, mujer de Moro, un día fue a visitarle a la prisión con el propósito de convencerle:

— Bueno, Alicia —le dijo Moro—, ¿y por cuánto tiempo piensas que podré gozar de esta vida?

— Por lo menos veinte años —replicó ella.

— Mi buena mujer, no sirves para negociante ¿es que quieres que cambie la eternidad por veinte años?

Santo Tomás no firmó. Sin embargo, la carta que no hubiese tenido inconveniente en firmar Tomás Moro hubiese sido la carta de san Pablo a los romanos, en la que dice: «Considero, en efecto, que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros» (8, 34). Sí, se ve que lo tenía muy claro, y que vale la pena saber esperar.

Dame, Dios mío, la fe, el amor y la fortaleza de Santo Tomás. Que sea buen negociante: que esté dispuesto a perder cualquier cosa antes que perderte a ti, antes que desagradarte a ti, antes que alejarme de ti, antes que traicionarte a ti. Y eso, pierda lo que pierda: comodidad, fama, amigos, dinero, tranquilidad… ¡aunque pierda la vida del cuerpo!

Ahora puedes seguir hablando a Jesús y María con tus propias palabras. Puedes comentar con Él si tú, de hecho, firmarías antes lo que le proponían a santo Tomás, o lo que escribe san Pablo.

11-02

Todos los Fieles Difuntos.

La Iglesia se interesa por las almas de todos los difuntos desde el principio del mundo, cuya fe sólo Dios conoce, para que, purificados de toda mancha del pecado puedan gozar de la visión de la felicidad eterna.

Mil toneladas de latas

Hoy celebramos el día de Todos los Fieles Difuntos.

En el ayuntamiento de la pequeña población de Leioa llevaron a cabo una acción solidaria que consistía en recoger mil toneladas de latas de comidas en conserva para enviarlas a un país del tercer mundo con hambruna. Los que tenían daban a los que no tenían.

Es bueno plantearse el mes de noviembre como un mes solidario. La Iglesia nos propone a todos los cristianos que, en vez de latas, ofrezcamos muchas pequeñas cosas por las almas que están en el purgatorio. ¿Qué ofrecer? Pequeños sacrificios, tiempo de estudio o trabajo, luchar por ser puntual, ayudar a poner la mesa, levantarse a por el teléfono, dar limosna más generosa, algún misterio del rosario, no quejarme, sonreír, callarme algo que puede molestar, vencer la pereza que me impide asistir con más frecuencia a Misa… La Iglesia nos recuerda que estamos unidos a ellos y nos anima a implicarnos, a ser solidarios.

¿Para qué? Regalamos eso a Dios de parte de las personas que están en el purgatorio, merecemos (nuestras latas) para que se beneficien los que están en ese tiempo de purificación, de limpieza, y así queden limpios antes y acorten su tiempo de separación de Dios.

«¡Contamos contigo!», es el lema de noviembre. Fomentemos la ilusión de sacar muchas almas del purgatorio cada uno, de dejarlo vacío a lo largo de este mes. Por eso era tradición que todos los sacerdotes celebrasen hoy tres misas por los difuntos. Y es tradición acercarse hoy al cementerio donde están los restos mortales de nuestros familiares para rezar por ellos.

Comentaba Benedicto XVI que ha sido siempre una convicción fundamental del cristianismo que nuestro amor puede llegar hasta el más allá; los cristianos sabemos que estamos en relación con los que ya han muerto y podemos darles y recibir de ellos, desde el principio hemos creído que nuestro cariño continúa uniéndonos y obrando después de que la muerte nos separe. «¿Quién no siente la necesidad de hacer llegar a los propios seres queridos que ya se fueron un signo de bondad, de gratitud o también de petición de perdón?»

¡Caramba! O sea, ¿qué es posible intervenir en la vida de otro cuando está en el encuentro con el Señor purificándose en el purgatorio?, ¿cómo podemos intervenir? Y responde el Papa recordando esta verdad misteriosa: «Deberíamos darnos cuenta de que ningún ser humano es una mónada cerrada en sí misma. Nuestras existencias están en profunda comunión entre sí, entrelazadas unas con otras a través de múltiples interacciones. Nadie vive solo. Ninguno peca solo. Nadie se salva solo. En mi vida entra continuamente la de los otros: en lo que pienso, digo, me ocupo o hago. Y viceversa, mi vida entra en la vida de los demás, tanto en el bien como en el mal. Así, mi intercesión en modo alguno es algo ajeno para el otro, algo externo, ni siquiera después de la muerte. En el entramado del ser, mi gratitud para con él, mi oración por él, puede significar una pequeña etapa de su purificación.» Así es. Quizá conviene releer esta respuesta de Benedicto XVI: nuestra cultura nos enseña que cada uno vivimos nuestra vida, que no debemos nada a nadie y que sólo nosotros decidimos sobre nosotros mismos; sin embargo, por la fe sabemos que no es así: ¡todos estamos unidos!

Dios mío, te pido por todos los fieles difuntos. Que todos disfruten de ti en el Cielo. Durante este mes me gustaría ofrecerte muchas cosas (estudio, trabajo, sonrisas, sacrificios…) y rezar (ir con más frecuencia a Misa, etc.) para interceder por todos los que están en el purgatorio… hasta vaciarlo. ¡Escúchame, Señor!

Ahora es el momento de seguir hablando con Dios sobre esto. Concrétate algo, aunque sea una pequeñísima cosa pero concreta, para ofrecer a Dios todos los días durante este mes. Y queda con Dios en ofrecérselo. 

 

11-01

Todos los Santos.

Celebramos a las personas que han llegado al cielo, conocidas y desconocidas. Algunos han sido canonizados y son por esto propuestos por la Iglesia como ejemplos de vida cristiana.

Todos los Santos… en la Tierra

Hoy celebramos la fiesta de Todos los Santos.

Poco antes de morir de cáncer a los 18 años, decía Montse Grases a su hermano: «Jorge, ¿te das cuenta? Feliz, feliz para siempre, recuérdalo, ¡para siempre! Os aseguro que desde el cielo os ayudaré mucho; no os dejaré nunca.»

También decía santa Teresita a quienes la acompañaban junto a la cama durante sus últimas horas: «Mi cielo lo pasaré en la tierra ayudándoos.»

Quienes llegan al cielo son almas que saben amar. Y si querían a los que conocían en la tierra, ahora quieren a muchos más, incluso a los que no conocían, porque todos son hijos de Dios. Además, ahora aman desde el cielo, contagiados y purificados por el mismo Amor. ¡Ahora aman mucho mejor! Es lógico que desde allí arriba traten de ayudarnos, de hacer todo lo posible —¡que es bastante!— por los que estamos en la tierra.

Por eso los cristianos, con mucha frecuencia, pedimos ayuda al santo que tiene nuestro nombre, al santo del día, a todos los santos… Ellos pueden insistir a Dios de nuestra parte. Son hermanos nuestros, están unidos a nosotros.

La Iglesia es la unión de todos los hombres con Dios. De todos: quienes están en el cielo, quienes están en el purgatorio y quienes todavía continuamos aquí en la tierra. En la Iglesia todos estamos unidos en Dios. Y el día de hoy nos unimos especialmente a todos los santos que gozan ya de Dios en el cielo.

«Mi cielo lo pasaré en la tierra ayudándoos.» Los santos nos ayudan para que también nosotros seamos santos. Conocemos hechos de la vida de algunos santos. Como quizá muchos de estos hechos sean algo extraordinario, hemos de estar alertas: sería un error unir la santidad a hechos extraordinario del tipo visiones, milagros, penitencias algo singulares… Hoy celebramos a muchos santos anónimos que pasaron desapercibidos. Podríamos decir que celebramos a tantos «san Usted», santos que pasaron por el mundo con una vida absolutamente normal. Quienes se cruzaban con ellos por la calle no notaban nada; eran, sin más, «Usted». Lo único extraordinario común a todos los santos es que amaban, con un amor quizá nada llamativo pero real.

Hoy celebramos la fiesta de Todos los Santos. Nos alegramos con ellos y con Dios. Al mismo tiempo recordamos que solo una cosa es importante en nuestra vida: que vivamos santamente las cosas de cada día.

Gracias, Dios mío, por escuchar a los santos que interceden por nosotros. Gracias, por el ejemplo que nos han dado con su vida. Gracias, porque no se desentienden de nosotros. Gracias, porque quieren ayudarnos y lo hacen. Acudiré a la intercesión de ellos con más frecuencia. Auméntame la devoción y el afecto hacia ellos, sobre todo a santa María y a mi santo. ¡Quiero ser santo, Señor!

Ahora puedes seguir hablando a Jesús y María con tus propias palabras, comentándole algo de lo que has leído. ¿Conoces la vida de tu santo? Después termina con la oración final.