San Severino, Presbítero y Monje. Siglo V.
Vivió en Nórico (entre Baviera y Hungría). En la época de las invasiones bárbaras, defendió a los pueblos amenazados y envangelizó a las tribus germanas, convirtiendo a muchos.
El futuro, ¿en vertical o en horizontal?
Recuerdo un amigo que temía el mes de diciembre. Lo veía acercarse con verdadero pavor. El día 1 ya se agobiaba con las navidades, y pasaba todo el mes con la presión de escribir las felicitaciones, comprar los regalos, preparar la cena de Navidad… Su obsesión era adelantar todo, quitárselo de encima cuanto antes… Odiaba el mes de diciembre y, con el afán de quitarse cosas pendientes, no las disfrutaba. ¡Qué pena! Unas entrañables tradiciones para vivir y disfrutar con familiares y amigos las había convertido en una especie de tortura.
Muchos podemos cometer el error de ponernos el futuro como un gran rascacielos sobre la cabeza y vivir oprimidos por lo que nos espera. Es un error, sí: lo que nos espera, que espere.
Si pasará esto o lo otro, que tengo que terminar tal asunto, que no sé si podré, ¿seré capaz?… Y si no lo soy, ¿qué pasará?, no sé si aguantaré toda la vida así, ¿aprobaré?, muy bien si venzo ahora pero no voy a estar toda la vida venciendo en esto y total para ceder más tarde caigo ahora y ya está, qué hago si me quedo solo (y las personas mayores, con que si se les acaba el dinero)…
Lo normal y sano es vivir las cosas en su momento, cada una en su momento. Como quien tiene delante de sí una calle que se extiende longitudinalmente y la recorre paso a paso, nosotros hemos de vivir una cosa después de otra, cada una cuando llega. El futuro se extiende por delante de nosotros, horizontalmente.
El error radica en tomar todo eso que está por delante como quien toma esa calle que se extiende a sus pies y con una fuerza hercúlea la levanta en vertical y la pone sobre su cabeza. Claro, así cualquiera se aplasta, cualquiera vive agotado, agobiado por la vida…
Quien nos ha creado es nuestro Padre, y quiere que seamos felices. Quiere que disfrutemos. Es verdad que tenemos que tomar su cruz, pero siendo felices. Y no hay forma de ser feliz viviendo con el futuro en vertical sobre nuestra cabeza.
En cierta ocasión, una persona joven a quien le costaba sujetarse a un horario y pensar que eso tenía que ser para siempre se lo comentaba a su obispo. Éste le respondió:
«No te agobies pensando que esto, que ahora se te hace costoso, va a durar toda la vida, porque no sabemos el tiempo que tenemos por delante. El día de ayer ya pasó, y sólo queda el bien que hicimos, o el que dejamos de hacer. Mañana es una interrogación muy grande sobre nuestra cabeza, pues no sabemos si llegará para nosotros. Cuando hemos de volcarnos con el Señor es hoy, y para hoy tenemos toda la gracia del Cielo. Si mañana vivimos, Dios Nuestro Señor nos volverá a otorgar toda su gracia. Y así cada día transcurre; es preciso recomenzar cada jornada.
»Probablemente —añadió este anciano prelado al chaval agobiado—, si nos volvemos a ver dentro de veinte o treinta años en algún rincón del mundo, me dirás: hoy he comenzado. Porque esto es lo nuestro.»
Viviré al día, Señor. Ayúdame a darte el día de hoy, que es lo único que tengo, y a abandonar el futuro en tus manos. Que sepa disfrutar de cada cosa en su momento. Que cuando algo no lo disfrute, algún asunto del futuro me agobie y me quite la paz… que reaccione enseguida: iré a ti, te pediré que me enseñes a vivir eso, me recordarás que tú me darás mi pan cada día, me susurrarás al oído que me pasa por estar pensando demasiado en mí y por vivirlo en solitario… Gracias, Señor: ¡viviré contigo y al día!
Ahora puedes seguir hablando a Jesús y María con tus propias palabras. Pídele que te ayude a vivir en el presente. Comenta con él si tú, de hecho, vives agobiado y algo tenso.
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