San Prudencio de Troyes, Obispo. Siglo IX.

De origen pirenaico, encontró amparo en la corte carolingia frente a los ataques musulmanes. Gobernó la iglesia de Troyes, reunió una gran biblioteca y tomó parte en controversias importantes de su tiempo.

El Reina del Cielo

Dice san Bernardo: «Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones, mira a la Estrella, invoca a María. Si eres agitado por las olas de la soberbia, de la calumnia, de la ambición, de la envidia, mira a la Estrella, llama a María. Si la ira, la avaricia, el placer carnal arrastra con violencia la barquilla de tu alma, mira a María. Si turbado por el recuerdo de la enormidad de tus crímenes, confuso a la vista de la fealdad de tu conciencia, aterrado por la idea del horror del juicio, comienzas a sumirte en la sima sin fondo de la tristeza, en el abismo de la desesperación, piensa en María. En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No perderás el camino si la sigues, no perderás la esperanza si le ruegas. Si te tiene de su mano, no caerás.»

La Pascua es un tiempo que vivimos con María. Estos días, en lugar de la oración del Ángelus, a las doce de la mañana, los cristianos nos dirigimos a ella con una oración distinta: se llama el Reina del Cielo.

No sabemos quién es su autor. El himno se remonta al siglo XII. Era repetido por los franciscanos después de la oración de la noche, oración llamada Completas, en la primera mitad del siguiente siglo. Por la actividad de los franciscanos, fue popularizado muy pronto en todas partes.

Dice así:

Reina del Cielo alégrate; aleluya.

Porque Cristo el que mereciste llevar en tu seno; aleluya.

Ha resucitado según dijo; aleluya.

Ruega al Señor por nosotros; aleluya.

Gózate y alégrate, Virgen María; aleluya.

Porque el Señor verdaderamente ha resucitado; Aleluya.

Oremos

Oh Dios que has alegrado al mundo por la Resurrección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, concédenos por la intercesión de María su Madre, llegar a las alegrías de la eternidad.

Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén

Puedes rezarlo ahora con atención, y pensar qué puedes hacer para acordarte de rezarlo a las doce. Aparte de ponerte un recordatorio, puedes pedir ahora a tu ángel de la guarda que te lo recuerde. Y no te desanimes si, al principio, son más los días que se te olvida que los te acuerdas: quien lo persigue… lo consigue.

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