San Inocencio de Berzo, Presbítero capuchino. 1844-1890.

En Bérgamo, Italia, presbítero de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos, que brilló por su eximia caridad difundiendo la palabra de Dios y escuchando las confesiones.

Bakhita y su descubrimiento

Benedicto XVI escribía que para nosotros, que siempre hemos vivido y nos hemos acostumbrado al concepto cristiano de Dios, nos resulta dificil entender qué es encontrarse con Dios y tener esperanza en él. Y decía:

«El ejemplo de una santa de nuestro tiempo puede en cierta medida ayudarnos a entender lo que significa encontrar por primera vez y realmente a este Dios. Me refiero a la africana Josefina Bakhita, canonizada por el papa Juan Pablo II.

 »Nació aproximadamente en 1869 —ni ella misma sabía la fecha exacta— en Darfur, Sudán. Cuando tenía nueve años, fue secuestrada por traficantes de esclavos, golpeada y vendida cinco veces en los mercados de Sudán. Terminó como esclava al servicio de la madre y la mujer de un general, donde cada día era azotada hasta sangrar; como consecuencia de ello le quedaron 144 cicatrices para el resto de su vida. Por fin, en 1882 fue comprada por un mercader italiano para el cónsul italiano Callisto Legnani que, ante el avance de los mahdistas, volvió a Italia.

»Aquí, después de los terribles “dueños” de los que había sido propiedad hasta aquel momento, Bakhita llegó a conocer un “dueño” totalmente diferente —que llamó “paron” en el dialecto veneciano que ahora había aprendido—, al Dios vivo, el Dios de Jesucristo. Hasta aquel momento sólo había conocido dueños que la despreciaban y maltrataban o, en el mejor de los casos, la consideraban una esclava útil. Ahora, por el contrario, oía decir que había un “Paron” por encima de todos los dueños, el Señor de todos los señores, y que este Señor es bueno, la bondad en persona. Se enteró de que este Señor también la conocía, que la había creado también a ella; más aún, que la quería. También ella era amada, y precisamente por el “Paron” supremo, ante el cual todos los demás no son más que míseros siervos. Ella era conocida y amada, y era esperada. Incluso más: este Dueño había afrontado personalmente el destino de ser maltratado y ahora la esperaba “a la derecha de Dios Padre”.

»En este momento tuvo “esperanza”; no sólo la pequeña esperanza de encontrar dueños menos crueles, sino la gran esperanza: yo soy definitivamente amada, suceda lo que suceda; este gran Amor me espera. Por eso mi vida es hermosa. A través del conocimiento de esta esperanza ella fue “redimida”, ya no se sentía esclava, sino hija libre de Dios.

»Entendió lo que Pablo quería decir cuando recordó a los Efesios que antes estaban en el mundo sin esperanza y sin Dios; sin esperanza porque estaban sin Dios. Así, cuando se quiso devolverla a Sudán, Bakhita se negó; no estaba dispuesta a que la separaran de nuevo de su “Paron”. El 9 de enero de 1890 recibió el Bautismo, la Confirmación y la primera Comunión de manos del Patriarca de Venecia. El 8 de diciembre de 1896 hizo los votos en Verona, en la Congregación de las hermanas Canosianas, y desde entonces —junto con sus labores en la sacristía y en la portería del claustro— intentó sobre todo, en varios viajes por Italia, exhortar a la misión: sentía el deber de extender la liberación que había recibido mediante el encuentro con el Dios de Jesucristo; que la debían recibir otros, el mayor número posible de personas. La esperanza que en ella había nacido y la había “redimido” no podía guardársela para sí sola; esta esperanza debía llegar a muchos, llegar a todos.»

Señor Jesús, espero en ti. Hazme descubrir que tú eres, que eres bueno y amas a tus criaturas… y me amas a mí. He crecido en una cultura cristiana: te pido que eso no me incapacite para tener un encuentro real contigo; que no deje de pasmarme ante esta gran verdad, como se quedó impresionada Josefina Bakhita al conocer el cristianismo. Que me sienta hijo libre de Dios. Eso es: ¡hijo libre de Dios! Madre mía, que no me guarde solo para mí esta gran noticia.

Comenta con él estas mismas ideas, sin prisa, para que penetren más hondo en ti… y te configuren: configurar el ordenador tiene sus exigencias; configurar corazón y cabeza también: una de ellas es considerar las verdades básicas con tiempo, sin prisa.

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