San Gregorio, mártir. Siglo III

Religioso y bueno, vive en la época de las persecuciones de Diocleciano. Murió mártir acusado de no querer sacrificar a los dioses y de afirmar que solo un Dios merece adoración.

Cuidado con convertirnos en anfitriones

Esta noche es Nochebuena y mañana Navidad; dame la bota, María, que me voy a emborrachar.

Emborrachamos de alegría porque hoy nace Jesús, y con Él ya lo tenemos todo. Hoy podemos hacer oración con la letra de un villancico.

Madre, en la puerta hay un Niño. Y hoy ese niño llama a la puerta de cada uno. Hoy quiere nacer, ¡de verdad!, en cada hermano suyo y en todos. En concreto… en ti. ¿Le abres?

Diciendo que tiene frío, porque viene casi en cueros. ¡Y sigue desnudo de amor! Continúa frío. Cristo sigue casi en cueros. Hoy es preciso que te empeñes en que se sienta amado. ¡Que note tu afecto, tu ternura, tu cariño! Jesús vive, es una persona —hoy lo vemos niño—, y necesita —quiere necesitar— cariño de los hombres. Tú se lo puedes dar porque él escucha lo que le dices, recibe el beso que das a su imagen… Así es de verdad. Perdona la insistencia: ¡que hoy reciba cariño de ti!

Pues dile que entre y se calentará, porque en esta tierra ya no hay caridad. Y no la hay porque seguimos resistiéndonos —cada uno de nosotros sabe cómo— a amarle, seguimos regateando entrega, seguimos «cumpliendo», seguimos sin poner el corazón al tratarle. Dile que entre: se calentará, enseguida sentirá tu cariño…Y también él te calentará a ti.

¡Cuidado durante las Navidades! Nos puede ocurrir lo que en algunas bodas. Hace poco estuve casando a unos amigos en Tarragona. El lugar era fantástico: un antiguo castillo rehabilitado, junto al mar. En la vieja capilla tenía lugar la ceremonia; al finalizar, un pequeño tentempié en un edificio adjunto y luego… cena en otro edificio. Fotografías, músicos… Detrás de todo se encontraba un excelente anfitrión que iba de un lado a otro pendiente de que todo estuviese en su sitio y en su momento. Pero… ni siquiera pudo felicitar a los novios más que al principio, con correcta educación, cumpliendo una formalidad más.

¡Cuidado, porque puede ocurrimos lo mismo!

¡Estos días hay tantas cosas! Comidas, ir a una casa y a otra, comprar regalos… Podemos estar todo el día en preparativos y festejos, y olvidarnos de Él, ¡que es el motivo de todo!

¡Cuánto me sugieren estas palabras de Isaías! Son proféticas de lo que Jesús lleva por dentro estos días: «Yo ofrecía respuesta a los que no preguntaban, salía al encuentro de los que no me buscaban; decía: “Aquí estoy, aquí estoy”, al pueblo que no invocaba mi nombre» (Is 65, 1). ¡Qué ganas de mostrarse a todos los hombres, de hacerse ver también por los que no le buscan!

María y José ¡que no me olvide de Él! Que le dé afecto, es más, que le dé ternura. Que entre en mí… hasta el fondo. Que le dé calor, que le trate bien. Que se sienta amado. Gracias.

Te toca hablar a Dios con tus palabras, comentarle cómo te gustaría vivir estos días. Que no te importe que parte se quede en deseos, pero procura que sean muy grandes y manifiéstaselos.

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