Santa Clara de Asís, Virgen y Fundadora. Siglo XII.

Discípula de San Francisco, fundó la Orden de Damas Pobres de San Damián (Clarisas). Es la rama femenina de los franciscanos y la gobernó con fidelidad exquisita al espíritu franciscano hasta su muerte. 

El periódico de mañana no está escrito ni por Dios

Dos relatos lo explicarán mejor. El primero lo relata Tatiana Goricheva, joven rusa que se convirtió al cristianismo sin haber recibido ninguna formación cristiana. El segundo es de un teólogo alemán, Guardini.

1) Tatiana Goricheva cuenta lo siguiente: «En mi adolescencia tuve una amiga que se quitó la vida a los quince años porque no pudo soportar todo lo que la rodeaba. Al morir dejó escrita una nota que decía: “Soy una persona muy mala”, cuando era una criatura de corazón extraordinariamente puro, que no podía tolerar la mentira y que no pudo mentirse a sí misma. Aquella muchacha se quitó la vida porque descubrió que no vivía como hubiera debido hacerlo y porque de alguna manera había que romper el vacío que a uno le rodea y encontrar la luz. Pero ella no encontró ese camino. Mi amiga era una persona demasiado profunda y extraordinariamente consciente para su edad, y comprendió que también ella tenía en todo una responsabilidad y culpa.

»Hoy, a los veinte años de su muerte, yo puedo expresarlo en un lenguaje cristiano: mi amiga había descubierto su condición de pecadora. Había descubierto una verdad fundamental, a saber: que el hombre es débil e imperfecto; pero no descubrió la otra verdad, que es más importante: la de que Dios puede salvar al hombre, arrancarlo de su condición de caído y sacarlo de las tinieblas más impenetrables. De esa esperanza nadie le había dicho nada, y murió oprimida por la desesperación.»

Los hombres esperamos muchas cosas. Pero la esperanza de los cristianos la llamamos virtud teologal porque tiene que ver con Dios. No es optimismo, sino saber y esperar algo bueno porque Dios está al final. Él estaba al principio creando todo y creándonos a nosotros, pero también está al final de manera que nos acompaña durante toda la vida, y cuida para que alcancemos lo mejor. No sólo es alfa, sino también omega. No sólo es principio, sino también fin.

Sólo Dios no se equivoca cuando nos promete un cielo. Nos da los medios, y nos enseña a mirarle a él, que no falla. «Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (I Timoteo 2, 4). Nada está perdido, aunque nos encontremos muy mal y muy tontos y muy sinvergüenzas.

Los hombres no somos Dios, pero sí somos de Dios. A él le pertenecemos, somos de su familia y «quien empezó en vosotros la obra buena, la terminará» (Filipenses 1, 6).

2) El otro relato lo expresa el teólogo Romano Guardini. No es fácil pero sí interesante. Quiere explicar que la Providencia, la voluntad de Dios no es como un periódico que ya está escrito, y que si yo he elegido mal ya no tengo remedio porque mi vida ya no tiene nada que ver con el periódico. Las cosas no son así. Dios cuenta con nosotros. Aunque nos equivoquemos, Dios quiere aprovechar nuestro error y vuelve a disponer todo teniendo en cuenta nuestra equivocación. Siempre cuenta conmigo, nunca tengo motivos para desesperarme, porque él sigue contando conmigo haga lo que haga. Nunca se da la situación de que «esto ya no tiene arreglo». Así lo dice:

«Ante Dios existe siempre un camino. Ocurra lo que ocurra, bueno o malo, la voluntad de Dios lo juzga. Pero a la vez acoge lo ya hecho, y exige el paso siguiente. Y de este modo va todo adelante. Puede que el camino se vaya haciendo a cada paso más áspero y abnegado; lo seguimos cargados con las consecuencias de nuestra culpa o de nuestro yerro. Pero es, sin embargo, verdadero camino. No es una senda trazada ante nosotros y que si la abandonásemos nos encontraríamos con la carencia absoluta de caminos, sino una senda que se está construyendo bajo nuestros pies, partiendo de Dios y haciéndose nueva a cada uno de nuestros pasos.

»Esta voluntad de Dios debe llevar el nombre bellísimo que nos ofrece la Revelación: se llama el Amor del Padre. La voluntad de Dios no es una cosa definitiva y hecha una vez para siempre, sino que acapara mi libertad y mis actividades y vuelve a dirigirse a mí, como algo nuevo cada vez, según la situación concreta en que me hallo.»

Apúntate al segundo relato y no al primero. Disfruta con lo que tienes, pues Dios te lo ha dado, y nunca te desesperes. Mira si tienes cerca algún amigo que haya desesperado con Dios, que se desprecie o se haya dado por perdido, y habla con él diciéndole al oído las palabras de la Escritura: «Espera en el Señor, ten ánimo, sé valiente, espera en el Señor.»

Espero en ti, mi Dios, que eres Alfa y Omega, Principio y Fin. Tú me conoces y cuentas con mis errores. Gracias porque nunca me das por perdido, nunca estropeo tus planes de manera que ya no tenga arreglo. Tú eres mi esperanza: quiero ser valiente y esperar siempre en ti. Querría aprovechar estos días para comentar esto con amigos míos que se hayan dejado ganar por la desesperanza. ¿Con quién quieres que hable?

Dale tiempo para que te responda el Señor. Ojalá supiésemos vivir de acuerdo con su querer, díselo; pero agradécele que puedas vivir solo mirando hacia delante, porque él, Omega y fin, se encarga de abrirnos un futuro nuevo en cada momento.

Ver todos Ver enero 2022