San Nazario y San Celso, mártires. Siglo I

Nazario, maestro y discípulo de Celso, fue expulsado de Roma. Ambos hicieron milagros y parece ser que lograron librarse milagrosamente la primera vez que fueron condenados, finalmente los decapitaron en Milán.

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En un colegio a la hora del recreo, mientras los alumnos jugaban en el patio, uno de ellos se separaba del grupo y marchaba a la capilla todos los días. El profesor, picado por la curiosidad, optó por seguirle. Descubrió asombrado que allí estaba el niño, en la primera fila de bancos, comiéndose tranquilamente su bocadillo. El maestro le dijo: «¿Cómo se te ocurre comerte el almuerzo aquí?» Y el niño contestó: «Porque Jesús es el único que no me pide nada.»

En ocasiones, las respuestas de los niños contienen una gran sabiduría. Es cierto, Dios no nos pide nada, porque todo lo creado le pertenece. Él es dueño y señor de todo. Todo le pertenece, todo menos una cosa. Existe algo que Dios ha querido que no le perteneciese: nuestro corazón, nuestra libertad. Así es: ha querido que no le perteneciese, y es lo único que nos pedirá. Nos pregunta: «¿Quieres libremente amarme?» Y nosotros somos libres para decir a Dios que sí o que no.

Podemos ser cabezones, o ser patilargos como una avestruz, o tener unas orejas que nos capacitan para hacer sin dificultad vuelo sin motor… pero lo más grande y valioso que poseemos es nuestro corazón, nuestro corazón libre.

Algunos pueden entender la libertad como mera independencia. Se equivocan: ser libre no consiste en ser independiente. ¿Qué es, entonces, ser libre? Libertad es fuerza: la libertad consiste en la fuerza que tengo para elegir los medios para ser feliz. Puesto que el hombre es feliz dando, soy libre en la donación.

Volvamos a la historia del niño. Actuó con «libertad», pero la usó de modo egoísta. Aquel bocadillo no quiso compartirlo con sus compañeros, ni tampoco con el Señor; precisamente iba a la capilla porque Jesús tampoco le pedía un trozo del bocadillo.

¡Qué pena! Aquel niño podía haber aprendido que si daba se enriquecía. Pero prefirió el pan de molde y no el pan eucarístico. Si Jesús se nos presenta en forma de pan es porque quiere darse a cada uno, quiere compartir su vida con la nuestra.

¿Eres de los que comen las golosinas en el baño para que no te pidan? ¿De los que sacan del bolsillo productos «Valiente» porque siempre salen de uno en uno? ¿Eres de los que dicen: «no, es que es el último que me queda»?

¡Compartir, compartir, compartir! En este mes no te aísles con videojuegos, con cascos, o con el televisor. Procura compartir el pan y tu vida con Dios y con el prójimo.

Señor, que como tú te das hecho pan a todos, que yo me dé a los demás continuamente. Como tú nos acompañas desde los sagrarios, que yo acompañe a los que están más solos. Como tú fortaleces con tu pan a los que estamos débiles, que yo fortalezca a los míos con mi comprensión, mi lucha y mi entrega. ¡Quiero vivir vida eucarística!: ¡enséñame a compartir y a disfrutar compartiendo!

Puedes repasar si te identificas con el niño ese en algo, y coméntalo con el Señor.

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