San Juan Damasceno, Doctor de la Iglesia. 675-749

Renunció a una vida acomodado y entró en el monasterio de Sabas. Destacó por su intensa actividad literaria y en la querella iconoclasta, en defensa del culto tradicional.

Ríete o alégrate

Recuerda el Evangelio las palabras del Ángel a María: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.

«¿Sabías que hace unos 60 años la gente se reía una media de 19 minutos al día y que hoy apenas nos reímos un ridículo minuto cada 24 horas? ¡Hay que hacer algo y rápidamente!», esto leí en un artículo! Y seguía: «Cuando te ríes, se te mueve el bazo, lo que acelera el paso de los alimentos por el tubo digestivo. Además, ese masaje interno elimina un poco de bilis, y ya sabéis que la bilis se relaciona con la irritabilidad de las personas. ¿Te empieza a doler el estómago? Pues sigue riéndote…

La risa es buena para conservar la moral. Y es que, al reímos, estimulamos una hormona que disminuye el dolor y la angustia. Los médicos llamaban a la risa «la pequeña música del alma»…

¿Una depre repentina? Rápido una sesión de risas…

Buen humor. Me gusta leer biografías. Y una cosa que me ha llamado la atención es que en todas las vidas de personas santas hay pocas cosas en común. Una de ella es el buen humor. Unos eran más sosos y otros eran más divertidos, pero todos eran alegres.

¿Y por qué estamos alegres los cristianos siempre, pase lo que pase? ¿Por qué estamos alegres en Navidad de un modo particular? Porque sé que Dios es mi Padre. Porque Dios Hijo se ha hecho hombre, y me ha explicado que yo le importo a Dios, que le intereso, que me ama. Y que detrás de todo lo que pasa está Él, y nada de lo que ocurre escapa a su cuidado por mí (aunque a veces yo no lo entienda, todo es por mi bien). Siempre que me equivoque, sé que está deseando que vuelva a él y perdonarme. Y sé que Jesucristo después de morir resucitó, sigue vivo, me escucha y me quiere.

San Francisco lo entendió muy bien, y afirmaba: «Mi mejor defensa contra los ataques y las maquinaciones del enemigo sigue siendo el espíritu de alegría. El diablo nunca está más contento que cuando ha logrado quitar la alegría del alma de un servidor de Dios. El enemigo siempre tiene una reserva de polvo para insuflar en la conciencia por algún resquicio, para convertir lo puro en opaco. En cambio, intenta en vano introducir su veneno mortal en un corazón rebosando de gozo. Los demonios no pueden nada con el servidor de Cristo rebosando de Santa alegría, mientras que un alma pesarosa y deprimida se deja fácilmente inundar por la tristeza y acaparar por falsos placeres.»

Por esto, san Francisco se esforzaba por mantener siempre un corazón alegre, conservar el óleo de la alegría con el que su alma había sido ungida. Tenía sumo cuidado en desechar la tristeza, la peor de las enfermedades, y cuando se daba cuenta de que empezaba a infiltrarse en su alma, recurría de inmediato a la oración. «En la primera turbación —decía él— que el servidor de Dios se levante, se ponga en oración y permanezca ante el Padre hasta que éste le haya devuelto la alegría de saberse salvado.»

Y escribe uno de sus compañeros: «Yo he visto con mis propios ojos cómo a veces recogía algún trozo de leña del suelo, lo ponía sobre su brazo izquierdo y lo rasgaba con una varilla como si tuviera entre manos el arco de una viola. Imitaba así el acompañamiento de las alabanzas que cantaba al Señor en francés.»

Alegría. Buen humor. Cantar y cantar a Dios. Corazón alegre. Lo que se nos dice a cada uno en la navidad es precisamente lo que se le dijo a María en primer lugar: «Alégrate, porque el Señor está contigo.»

Gracias, Jesús, por todo. Gracias, Dios mío, porque soy Hijo tuyo con Jesús. Sabiendo esto, ¿cómo voy a estar triste por pequeñas tonterías? Que tenga buen humor, que esté alegre aunque algún asunto me lo haga pasar mal. Santa María, él está siempre conmigo, ¡que yo esté con el Señor! Si no olvido esto, siempre estaré alegre.

Comenta con María si tienes buen humor, por qué lo pierdes, cuánto te has reído hoy…

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