San Wenceslao de Bohemia, Rey. 907-935.

Después de sufrir muchas dificultades en gobernar a sus súbditos y formarles en la fe, traicionado por su hermano Boleslao fue asesinado por sicarios en la iglesia de Stara Boleslav, en Bohemia.

El pulso que conviene perder

Estíbaliz, carmelita de 28 años. Monja de clausura. Estudia en un colegio de Bilbao. A los 13 años va con las de su clase a una convivencia que tiene lugar en un convento de Carmelitas en las afueras de Bilbao, en Getxo. Allí Dios le mete una inquietud que le durará once años, hasta que le responde a Dios que sí. En sus once años de pulso con Dios, como ella dice, tratade olvidar lo que… sigue presente. Amigos, viajes al extranjero, una buena carrera en la Universidad de Deusto… proyectos de trabajo y becas de estudio en el extranjero… Escribe ella:

«Creo que Dios, en la persona de Jesús, se hizo presente en mi conciencia a los trece años. Después de unos ejercicios espirituales. Fue una cosa sencilla, me sentí invitada a cultivar la oración como encuentro amistoso con Jesús, a leer el Evangelio para conocerle, a darle cabida en mi vida, a reunirme con otras compañeras para compartir todo aquello y crecer en amistad.

»Conocí poco después una comunidad de Carmelitas Descalzas. Aunque no pude entender casi nada y sentí incluso rechazo por el modo de vida, me impactó seriamente que fueran un grupo de mujeres unidas por Jesús y para ayudarse unas a otras a crecer en esta amistad con Él. No me convencieron, pero me inquietaron.

»Desde los trece años hasta los veinticuatro que entré en el Carmelo fueron años de lucha, de vaivenes; desde una búsqueda exigente y un compromiso con Jesús fuerte, hasta un abandono de los ratos de oración y un alejamiento de la vida de la Iglesia. Llegué a vivir la presencia de Dios en mi vida como una amenaza, pero no pocas veces también se me ofrecía la mejor posibilidad de ser feliz.

»Muchas veces aquellas carmelitas me venían a la mente, sentía resistencia para ser una de ellas, pero… ¿por qué no podía eliminarlas de mi recuerdo? En muchos momentos creía entender que Dios me estaba pidiendo algo a través de ellas, o mejor me lo estaba ofreciendo. Pero yo quería estudiar una carrera, viajar, tener independencia… Tenía mis planes, sin contar con los de Él.

»Hice mis planes. Me alejé bastante de aquella relación primera. Me parecía mentira haber llegado a plantearme ser monja. Me sentía incapaz de volver a crear en mi vida aquel ritmo de oración. Sin embargo, nunca pude negar que aquello vivido había sido real. Tenía la certeza de que no había sido una ilusión. Esto me volvía a inquietar. Creo que Dios se estaba volviendo a abrir paso en mi vida. Otra vez me despertaba a la oración, al deseo de encontrarme con Él en silencio. Otra vez ponía a mi lado amigos que oraban. Y otra vez las carmelitas.

»Tuve que recorrer un camino para descubrirlo en todo aquello. En mi interior volvió a aparecer la lucha. Intuí que si no me atrevía a ver de cerca si aquella vida era la propuesta e Dios para mí, no sería fiel a mí misma. No podría estar cómoda conmigo misma nunca. Ni establecer una relación con Dios en paz. Sentí dentro como que algo cedía. En mi interior le había dicho ya sí.

»Acabada la carrera entré. No me han faltado luchas interiores. Es mi condición. Suelo decir que mi vocación es algo así como la lucha de Jacob con Dios en Penuel. Al final fue Dios quien ganó. (…)

»Poco a poco Dios ha ido ganando terreno en mi vida. Me dejó hacer, pero fue fiel en su propuesta.

»Si a uno de vosotros mi testimonio le ayuda a entrar o a seguir el camino de la oración me veré muy contenta.»

Dios siempre es el mismo, y continúa vivo en nuestros días, vivo en cada alma, trabajando en ella, invitando a que le sigan. También nos invita a ti y a mí. ¡Ojalá no le hagamos más pulsos y le dejemos ganar a la primera! ¡Ojalá le amemos sobre todas las cosas!

Señor, que ganes tú el pulso conmigo. Aunque me resista, que sepas que no tengo ningún interés en salirme con la mía. Quiero hacer lo que tú quieras, en la vida toda y en lo pequeño. Sé que quieres que viva los mandamientos y las bienaventuranzas. ¿En algo no te estoy dejando ganar?

Es el momento de hablar con tus palabras de lo leído, de escucharle y de desear confiando en su cariño por ti.

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