San Antolin de Pamiers, Mártir. Siglo IV.

En Apamea, lugar de Siria, los paganos lo mataron por destruir ídolos cuando tenía veinte años.

¡Qué sufrimiento, qué falta de Dios!

Escribe el postulador de la causa de canonización de madre Teresa de Calcuta, relatando los inicios de su trabajo entre los más pobres de Calcuta:

«Por fin, el 21 de diciembre madre Teresa por primera vez fue a los barrios más miserables como una Misionera de la Caridad. A través de los desafíos de los últimos dos años, había permanecido fiel a la llamada y por fin había alcanzado su objetivo: “los agujeros oscuros de los pobres”. Una de sus primeras seguidoras comentó más tarde: “Verla tan pobremente vestida, con un simple y humilde sari, con un rosario en la mano, era como ver el Evangelio hecho vida, haciendo presente a Jesús entre los más pobres. Se podía decir que una Luz había amanecido en la oscuridad de los barrios más miserables.”»

La Calcuta que afrontaba ahora madre Teresa había sufrido mucho las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, la secuela del hambre de 1943 y los frecuentes disturbios en la ciudad. Inmediatamente después de la independencia de la India, la afluencia de gente a la capital de Bengala fue enorme. La ciudad famosa por sus palacios veía crecer sus barrios más miserables. Los pobres que podían permitirse alquilar pequeñas chabolas (hacinados con sus escasas pertenencias en sólo unos pocos metros cuadrados, a menudo sin ventanas) sobrevivían frecuentemente con un mínimo de alimentos y prácticamente sin ninguna ayuda médica. La escolarización de sus hijos estaba fuera de sus posibilidades. Y el creciente número de personas que vivían en la calle, que incluso carecían de ese mínimo, estaba a merced de la enfermedad, el hambre y la inanición.

Madre Teresa describe la dolorosa realidad que encontró en ese primer día. Verónica Gomes, que trabajaba en la parroquia, era su guía a las áreas pobres de la ciudad:

«A las 8 dejé St. Joseph… En St. Teresa… tomé a Verónica conmigo y salimos.

»Empezamos en Taltala y fuimos a visitar a cada familia católica. —La gente estaba contenta — pero había niños y niños por todas partes — y qué suciedad y qué miseria — qué pobreza y qué sufrimiento. — Hablé muy, muy poco, sólo lavé algunas heridas y [puse] vendajes, di medicinas a algunos. — Al anciano tendido en la calle — rechazado — totalmente solo, simplemente enfermo y moribundo — le di carbarsone y agua para beber y el anciano estaba tan extrañamente agradecido (…) Luego fuimos al bazar de Taltala, y allí había una mujer muy pobre, muriéndose de hambre, creo, más que de tuberculosis. Qué pobreza. Qué sufrimiento real. Le di algo que la ayudara a dormir — pero esta mujer anhelaba tener algún cuidado. Me pregunto cuánto tiempo durará — tenía sólo 35,5º en ese momento. Pidió varias veces la confesión y la Sagrada Comunión. — Sentí allí también mi propia pobreza — ya que no tenía nada para dar a esa pobre mujer. — Hice todo lo que pude, pero si hubiera podido darle una taza de leche caliente o algo así, su cuerpo frío habría obtenido un poco de vida. — Debo intentar estar en algún sitio cerca de la gente donde poder acceder con facilidad a las cosas.»

Cada día en estos barrios más miserables suponía nuevos retos. Además de la pobreza, las dificultades y la inseguridad, madre Teresa tenía que afrontar las críticas que había previsto. No todos entendían sus esfuerzos ni veían el provecho o beneficio de su trabajo entre los pobres. Esto no la alarmó. Su respuesta llena de confianza…:

«Creo que algunos dicen qué interés hay en trabajar entre los últimos de los últimos — que los importantes — los instruidos y los ricos están dispuestos a venir [así que] es mejor dedicarles todas las energías a ellos. Sí, que lo hagan los demás. — El Reino se debe predicar a todos. Si los ricos hindúes y musulmanes pueden tener todo el servicio y toda la dedicación de tantas religiosas y sacerdotes, seguro que los más pobres de los pobres y los últimos de los últimos pueden tener el amor y la dedicación de nuestro pequeño grupo. Me llaman “la Hermana de los barrios más miserables”, y estoy contenta de ser precisamente eso por Su amor y por Su gloria.»

(…) A pesar de los sufrimientos y de la constante tentación de volver a la seguridad de Loreto, madre Teresa se mantuvo en el difícil camino que Dios le había preparado. La extraordinaria dificultad de su situación se pone de manifiesto en el relato que escribió el 16 de febrero:

«Hoy aprendí una buena lección — la pobreza de los pobres debe de ser a menudo tan dura para ellos. Cuando deambulé buscando una casa — caminé y caminé hasta que me dolieron las piernas y los brazos. — Pensé que a ellos también les deben de doler el cuerpo y el alma cuando buscan un hogar — comida — ayuda. — Entonces la tentación se hizo fuerte — los edificios lujosos de Loreto vinieron rápidamente a mi mente — todas las cosas bonitas y las comodidades — la gente con la que se relacionan — en una palabra, todo. — “Basta que digas una palabra y todo eso será tuyo de nuevo” — continuó diciendo el tentador. Por [mi] elección libre, Mi Dios y por amor hacia a Ti — deseo permanecer y hacer cualquiera que sea Tu Santa Voluntad respecto a mí. — No dejé caer ni una sola lágrima. — Incluso si debo sufrir todavía más — aun así quiero hacer Tu Santa Voluntad. — Ésta es la noche oscura del nacimiento de la Congregación. — Dios Mío, dame valor ahora — en este momento — para perseverar en seguir Tu llamada.»

Como madre Teresa había previsto, esta nueva vida le estaba trayendo «sobre todo sufrimientos». (…) «La pobreza de los pobres» se estaba convirtiendo en suya. Al mismo tiempo, Dios le estaba proporcionando el valor necesario para perseverar, como ella lo había pedido en sus oraciones.

Después de dos largos meses de búsqueda, Dios respondió a su petición de un nuevo hogar. Los hermanos Gomes, dos de los cuales vivían en Bangladesh, le hicieron disponible el tercer piso de su casa en el número 14 de Creek Lane; éste se iba a convertir en «el primer hogar de las Misioneras de la Caridad». Madre Teresa se trasladó allí a finales de febrero, sin embargo las pruebas continuaron:

«Hoy — Dios mío — qué tormentos de soledad. — Me pregunto cuánto tiempo sufrirá esto mi corazón. — El Padre Bauwens, SJ, el párroco de St. Teresa, vino a bendecir la casa. — Las lágrimas caían y caían. — Todos ven mi debilidad. Dios Mío, dame valor ahora para luchar contra mí misma y contra el tentador. No permitas que me eche para atrás del sacrificio que he hecho libremente y con convicción. — Corazón Inmaculado de mi Madre, ten piedad de tu pobre hija. Por amor a ti quiero vivir y morir como una M.C.»

Era raro que madre Teresa, normalmente dueña de sí misma, deje ver a otros su sufrimiento. Sólo dos semanas antes, aunque presionada por diversas pruebas y tentaciones, no dejó «caer ni una sola lágrima». Había llegado ahora al límite de su capacidad de soportar el dolor y la soledad. Convencida de no poder soportarlo con sus propias fuerzas, se dirigió a Dios en oración. Bendito seas, Dios, en tus santos. En ellos sí aprendemos que son bienaventurados los que lloran cuando sus lágrimas son porque aman. ¡Qué misterio! Te voy a pedir con las palabras de madre Teresa que me des amor y fuerza para cumplir con la misión que a mí me has encomendado. Y te pido que no me resista a sufrir cuando me toque sufrir: sufrir no es malo cuando es lo que pide el amor; lo malo es apartarse y abandonar el amor cuando amar exige sufrir.

Comenta con Dios la actitud de Teresa de Calcuta, y piensa en cómo le respondes tú.

Ver todos Ver enero 2022