Santos Andrés Dung-Lac, y compañeros mártires.

117 Mártires vietnamitas de los siglos XVIII y XIX. Un grupo de obispos, sacerdotes, religiosos, padres y madres de familia, médicos, campesinos… que murieron por negarse a pisar la Cruz o a renegar de su fe.

Una televisión eternamente estropeada

Alguna vez te habrás sentado a ver la televisión y en vez de aparecer nítidas imágenes a color, la pantalla sólo ofrece miles y miles de puntitos parpadeantes blancos y negros. En cierta ocasión oí comparar al infierno con el aburrimiento y dolor de estar sentado ante una de esas pantallas, así, por los siglos de los siglos: sin poder mirar a otro lado ni poder levantarte, y sin la esperanza de ver nada más. El aburrimiento, está claro. Y también el dolor insoportable por saber que te estás perdiendo ver y gozar de lo mejor.

Se oye decir que Dios no puede ser tan malo como para mandar al infierno a nadie. Y es verdad. Dios no manda a nadie. Es cada uno el que elige. El cielo consiste en saberse amado por Dios y amar a Dios. Cada uno elige en la vida de aquí la vida de allí: si amo a Dios, sigo amándole allí. Si aquí libremente decido (con obras) no amar a Dios, le rechazo con el pecado y no hago su voluntad, Dios no puede obligarme a ir al sitio en el que sólo puede hacerse una cosa que yo no quiero: amarle.

Sin embargo, no hemos de tener miedo. Jesucristo nos ha ganado el cielo. Sólo quien se empeña en rechazarlo no lo alcanzará. Lo dice san Pablo: «Pero Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo. Por pura gracia estáis salvados» (Efesios 2, 4-5).

San Agustín animaba a temer a «Dios que pasa». Así es, Dios pasa en el tiempo de esta vida, pidiéndonos que le abramos nuestra puerta, que nos dejemos purificar y renovar por él, que aceptemos su vida. Dios pasa ahora. Decidimos mientras vivimos. Si yo decido no aceptar el amor de Dios durante mi vida, Dios pasa. Si le dejo actuar, estoy salvado.

Dios mío, una sola cosa quiero: amarte sobre todas las cosas y a los demás como a mí mismo. Y una sola cosa temo: apartarme de ti, el pecado. Entiendo que esto es verdad si lo respaldo con obras. Ayúdame a vivir de acuerdo con esto. Gracias.

Ahora puedes hacer actos de confianza en Él, y ojalá desees ofrecer muchas cosas por la conversión de los pecadores, como hacían los pastores de Fátima. Dile que deseas vivir eternamente con Él en el cielo…

Ver todos Ver enero 2022