San Sebastian, Mártir. Siglo IV.

Soldado romano. Al descubrir su condición de cristiano lo atan y le disparan flechas, dándolo por muerto. Sobrevive y se presenta al emperador, que lo condena a morir azotado.

La serpiente que hacia estiramientos

Unos amigos amantes de la naturaleza notaron que la boa constrictor que tenían en casa (hasta ahí llegaba su amor por los animales) no comía. Y no sólo eso, sino que además hacía estiramientos, como si pretendiera aumentar su tamaño. Pasó una semana, dos, y los dueños de la serpiente comenzaron a preocuparse seriamente por ella. Así que la llevaron al veterinario. Éste, tras examinarla y oír lo que le ocurría, les dijo que la boa había fijado su próxima víctima en uno de los dos (era un matrimonio) y que al ver lo grandes que eran había dejado de comer para tener el hambre suficiente para poder comérselo entero y que, de hecho, los «estiramientos» que estaba haciendo el bicho no eran más que intentos para darse de sí con el fin de digerirlos sin dificultad. El final de la pobre serpiente fue inevitable: tuvo que ser sacrificada. El mismo día, nada más volver del veterinario. Sin más.

A veces nos damos cuenta de que «algo falla». Son esas situaciones en las que nos decimos «Lo veo venir». Cuando notemos que nos estamos concediendo un respiro en algo que no deberíamos, que nos estamos metiendo en un lío, que tal asunto me está dominando, que algo me huele mal, que por aquí las cosas no van como yo esperaba, que las tentaciones arrecian, que me tengo que esconder para hacer algo, que me daría vergüenza que se supiese dónde me estoy metiendo, que me como la cabeza con que algo no puede seguir así… lo mejor es cortar por lo sano. Es decir, luchar más fieramente. Dar un golpe en la mesa. Si no actuamos así, es posible que nos despertemos una noche con la boa constrictor estrujándonos el cuello. Y entonces diremos: «Me lo veía venir.»

¡No! No hay que dejar que el pecado entre en nuestra casa, que pase dentro de los muros de nuestra fortaleza. Tenemos que plantarle cara lejos, en el campo de batalla. Porque, ¿qué se puede hacer ya cuando el inofensivo caballito de las tentaciones no combatidas se ha asentado cómodamente en nuestra Troya? Nada.

Evitar el mal exige decisión, contundencia, ser capaces de cortar por lo sano, saber dar un golpe seco, decir «no» sin miramientos.

¡Cómo me cuesta, Dios mío, ser fuerte y cortar! Tú nos lo dijiste: más vale entrar con un ojo en el reino de los Cielos que conservar los dos ojos y con dos ojos ser arrojado al fuego eterno (Mc 9, 47). ¿Hay algo que quieres que corte ahora? ¿«Me veo venir» algo en mi situación actual? ¡Buff! esto no es fácil de contestar. En este rato contigo dime lo que quieras, y dame tu fuerza para decidir lo que tenga que decidir.

Háblalo con él. Déjale tiempo para que te haga ver

Ver todos Ver enero 2022