Beata Juana de Toulouse. Siglo XIII.

Fue admitida en la orden de los Hermanos Carmelitas de Palestina establecidos en Toulouse tan sólo 25 años antes, en 1240. Fue venerada como la fundadora de las Terciarias y ayudaba a pobres y enfermos.

Cristina y «Todo lo puedo en Cristo Jesús»

«… me gustaría referiros brevemente una anécdota sobre una de mis sobrinas, hija de madre atea y padre musulmán, divorciados, que este año pidió el bautismo y la comunión a los 13 años, gracias a su contacto con las religiosas del colegio en el que estudia —decía Cristina López Schlichting en una conferencia—. Las dos fuimos al Retiro madrileño, a conversar. Anduve en silencio un buen rato, rezando y pensando, porque no sabía cómo explicarle lo que iba a ocurrir en la ceremonia, su significado profundo. Le pregunté qué deseaba en la vida. «La paz del mundo», dijo.

»—Está bien —contesté—, soñemos que Dios nos la concede y se acaban todas las guerras. ¿Qué más desearías?

»—Que no hubiese hambre —contestó de inmediato muy bien aleccionada.

»—Muy bien —seguí—, imaginemos que el Señor también nos lo concede y que el mundo queda ahíto y en paz. ¿Qué desearías?

»Entonces vaciló un instante, sonrió por primera vez y afirmó sin dudarlo: “¡Que un chico me quisiera!”.

»Sólo en ese momento respiré. Habíamos llegado al nivel de las necesidades primarias, al deseo de esta chica de ser amada. No es que lo demás no fuese justo y bueno, es que era, sencillamente, abstracto. A partir de ahí me resultó fácil anunciarle que había sido elegida, de forma ciertamente azarosa y arbitraria, para ser infinitamente amada, y que la preferencia que Cristo Jesús expresaba por su persona se traduciría en una vida más plena, con más posibilidades, parecida a la de sus tíos. Había sido elegida para ser feliz, esto es, para ser santa.»

Así es: sólo podemos descubrir lo que es ser cristiano cuando reconocemos que queremos ser queridos, que necesitamos que alguien nos ame. Ser cristiano es saber que Jesús me ama.

La conferencia continuaba así: «En la vida de todo cristiano hay un antes y un después del encuentro con Cristo, un antes y un después de un suceso, un acontecimiento que cambia la vida. Pensemos en la samaritana, que estaba en su fuente, la de todos los días, cuando pasa ese hombre peculiar y le pide agua. No debía de ser una mojigata ni una ñoña, porque llevaba cinco maridos en la cuenta y vivía con un hombre con el que no estaba casada, pero Aquél le habla de tal modo, de tal manera la mira, que ella empieza a hablar con Él de su vida. “No tengo marido”, le confiesa al desconocido, “Dame de esa agua que dices, para que no tenga más sed”, le pide. ¿Cómo es posible que una adúltera hable como una niña virgen? Pues ocurrió. Por eso hubo un antes y un después en la vida de aquella mujer, que salió corriendo a contárselo a todo el mundo.

»Los evangelios están llenos de este tipo de encuentros. Mirad a Zaqueo, el publicano, al que todos despreciaban porque se enriquecía a costa de su pueblo, un ladrón. Zaqueo es pequeño y trepa a un sicomoro para ver a ése que pasa, ha oído hablar de él y tiene curiosidad. Y Jesús pasa por debajo y dice: “Esta noche ceno en tu casa.” Así, gratuitamente, sin mérito alguno por su parte, Jesús lo elige entre otros muchos, probablemente más justos y más puros, otros que cumplían sus deberes y daban limosnas, que ayudaban a los pobres y a las viudas. Elige a Zaqueo y en ese momento la vida de Zaqueo cambia. No porque “se haga bueno”, sino porque todo lo que tenía adquiere de repente otro significado, el dinero, la relación con los demás, su vida entera queda cambiada cuando conoce a este Hombre y decide que no puede vivir un día más sin volver a escuchar su voz.

»Magdalena, Pedro, Zaqueo, la samaritana, eran gente poco recomendable. Y sus defectos ni siquiera quedaron borrados del todo por el contacto con el Señor, de hecho Pedro lo niega cuando Jesús más lo necesitaba, porque seguía siendo cobarde y mentiroso. Pero habían visto y tocado algo que los demás hombres, los piadosos y justos, no habían visto y tocado, por eso pueden decir: “Señor, sin ti ¿adónde iremos? Nadie más tiene palabras de vida eterna.” Por eso son santos.

»(…) Cuando más pasa el tiempo, a medida que transcurre la vida y adviene la madurez, más consciente soy de mi fragilidad ética y física. Y esto no es malo. Necesito ver lo que soy, reconocer los límites de mi humanidad, precisamente para poder pedir y experimentar qué es Su gracia, cómo es Él. Para saber que no son mis fuerzas las que me sostienen, para saborear el milagro. Es la única forma de afrontar la vida con esperanza. En medio de las dificultades y los sinsabores, uno puede decir con certeza: “Todo lo puedo en Cristo Jesús .”»

Jesús, tú has resucitado. Por eso digo, sí, que «todo lo puedo en Cristo Jesús». Ser santo no es algo que esté en mi mano, pero que tú me hagas santo sí está en la tuya. No renuncio, sino todo lo contrario; deseo firmemente ser santo, que tú me santifiques. Quiero tener la relación personal contigo, como la tuvieron Magdalena, Pedro, Zaqueo y tantos otros. Que no olvide que ser cristiano es, fundamentalmente, aceptarte, recibir el don que nos quieres dar y vivir contigo.

Ojalá hayas tenido tu experiencia como Magdalena, Zaqueo… Coméntala con él, y si todavía no la has tenido, grítale que lo deseas…

Ver todos Ver enero 2022