San Pascual Bailón, religioso franciscano. 1540-1592

Pastor de ovejas, de gran devoción Eucarítica, se le apareció el Señor en varias ocasiones. Entró en el convento de los Franciscano de Alavatera y desempeñó oficios humildes. Famoso por su don para llevar las almas a Cristo.

Lo único que sabe hacer

¿Sabes a qué edad se jubilan las madres? «María —nuestra Madre la Virgen— se dedica por toda la eternidad a ser madre de los hombres. No se jubiló de la maternidad. Sigue engendrando, engendrándonos. Ejerce de madre porque tal vez es lo único —¡lo único!— que sabe hacer. ¡Y qué bien lo hace!» ¿Y cómo se trata a una madre? Con cariño. Como cualquier otra madre, María agradece y «necesita» nuestras manifestaciones de amor.

En un viaje a Chile de san Josemaría, uno que estuvo con él cuenta que un día se pusieron a pasear solos a lo largo de un pasillo. Al final del largo pasillo había una imagen de la Virgen, una pequeña talla sobre un pedestal. En cuanto la descubrió, interrumpió la conversación y se inclinó sobre la imagen, poniendo en ella un beso de amor. No fue un gesto aislado: tenía la costumbre de besar muchas veces cada día la imagen que estaba en la mesa donde trabajaba.

Puede parecer pequeño ese detalle. Y realmente lo es. Pero me trae a la cabeza los enfados de mi madre cuando, al llegar a casa o al irme a la cama, se me olvidaba darle un beso.

Dile a María que tratarás de dar besos a sus imágenes con frecuencia, otras veces sólo la mirarás, o le harás un guiño… A esta mujer que es madre y sigue ejerciendo de madre, seguro que le gusta. Eso sí: ten una imagen suya donde trabajas.

Madre, siempre madre y siempre joven, gracias por tus cuidados y tu cariño. Si te tuviese delante, pienso que te daría un beso enorme-bonito-sonoro-interminable… Pero como no te tengo físicamente, te daré los mismos besos cada vez que se los dé a una de las imágenes que hemos hecho de ti. Seguro que eres más guapa que cualquiera de ellas, pero me servirán para besarte a ti sin tenerte a ti. Gracias, ¡te quiero!

Ahora puedes seguir hablando a María con tus palabras, quizá concretando con ella qué puedes hacer. Y, si tienes a mano una imagen suya, dale un buen beso. Después termina con la oración final.

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