San Gregorio Barbarigo, Cardenal. Siglo XVII.

De Venecia, participó en la firma del Tratado de Westfalia y poniendo fin a la guerra de los Treinta Años en 1648. Era misericordioso y, para fomentar la cultura, fundó un colegio y un seminario que tuvieron gran renombre.

Hostia

Los primeros cristianos tuvieron que resolver bastantes asuntos, asuntos que a nosotros ahora nos vienen dados. Sin embargo, antes de resolverse tuvieron que pensarlos. Supongo que una de esas cuestiones sería la siguiente: cómo llamar al pan cuando en la Eucaristía, después de la consagración, deja de ser pan. El pan que comulgamos, que reservaríamos más tarde en los sagrarios… cómo llamarlo. Podrían haber escogido mil palabras. Se decidieron por una: Hostia.

¿Por qué llamar Hostia al pan consagrado? Hay dos palabras que suenan igual: ostia y hostia. Sin h significa puerta; por eso, por ejemplo, la población cercana a Roma con acceso al mar, el puerto de Roma, su puerta al mar, ese pueblo se llama Ostia. Con h significa algo completamente distinto: hostia era la víctima de un sacrificio religioso, aquel animal vivo que se mataba para ofrecer a los dioses; pero no cualquier víctima: se llamaba hostia solo aquella víctima joven que se sacrificaba totalmente.

Los cristianos se plantearían: ¿cómo llamamos al pan después de la consagración? El pan era el cuerpo roto de Jesús, Jesús era la víctima, el Cordero sacrificado, era una hostia, o mejor, la verdadera Hostia.

La lengua española tiene 88.431 palabras. Son muchas, ¿no te parece? ¿Y no te parece que es una pena que entre tantos vocablos hayamos escogido precisamente éste, hostia, para desahogarnos, como exclamación…?

Viajaba con prisas porque llegaba tarde a una boda en Alicante. Paré a poner gasóleo; por la precipitación me equivoqué, y metí gasolina. A los tres kilómetros de la gasolinera se me paró el coche. Vino la grúa. Su conductor era de un país de América Latina. En la conversación, aprovechó para decirme algo que le había sorprendido mucho: que en España se usase la palabra Hostia como se usaba. «Llevo tres años viviendo aquí, y no me acostumbro», me dijo.

Pensando en el Corazón de Jesús, seguro que tampoco él se acostumbra a nuestra práctica de emplear mal esta palabra. Para los cristianos, la palabra Hostia es de las más queridas de nuestra lengua: el trozo de algo material que es la misma persona de Jesús.

Señor, perdónanos porque los hombres somos un poco brutos. Te adoro en la Hostia sagrada. Y cada vez que oiga esa palabra mal empleada, yo te diré en mi corazón: «Jesús, te quiero.» Así, cuando seas tratado con poca reverencia escucharás, al mismo tiempo, palabras de cariño. Y ahora te recito las letanías de desagravio que reza la liturgia: Bendito sea Dios; bendito sea su santo Nombre; bendito sea Jesucristo, Dios y Hombre verdadero; bendito sea su sacratísimo Corazón; bendita sea su preciosísima Sangre; bendito sea Jesús en el santísimo Sacramento del altar…

Ahora te toca a ti hablar a Dios con tus palabras, comentándole lo leído o lo que quieras. Desagráviale, y dile lo que le agradeces que esté presente en la Hostia. Termina, después, con la oración final.

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