San Camilo de Lelis, fundador. 1550-1624

Se convirtió y arrepintió de sus pecados tras una vida de adicto al juego. Se ordenó sacerdote y fundó una comunidad de religiosos que se dedicaba a los hospitales, también creó la Comunidad Siervos de los Enfermos.

El flojo, ni asesino ni santo

Lo cuenta el sacerdote Urteaga en el libro Ahora comienzo. Un hombre que se llama Fernando y que está en la cárcel por haber cometido un asesinato. Poco después de haber ingresado en prisión encontró a Dios y cambió radicalmente. Desde la cárcel se escribía con un sacerdote que le aconsejaba sobre su vida.

Poco a poco comenzó una vida nueva. Se confesó después de años sin hacerlo. Se propuso tratar a Dios: se daba cuenta de que era su hijo y de que Jesús había muerto en una cruz por él. Empezó a preocuparse de los demás, a hacer todo el bien que podía dentro de la cárcel. Por ejemplo, convenció a la novia de un amigo suyo que estaba en la cárcel para que no abortase.

Cuando el sacerdote no podía ir a verle, le escribía para animarle y darle consejos. Él le contestaba contándole cómo le iban las cosas. Para que veas lo que es cambiar, lee lo que el asesino Fernando escribía al sacerdote una de esas veces:

«Su carta me ha servido de toque de atención a mi desordenada vida de estos últimos días. Y le aseguro que me he puesto, con fuerza, a sujetar el edificio que se derrumbaba. Nuevamente está bien apalancado y cimentado. Ayer eran las 12.30 de la noche cuando me iba a acostar, después de un día agotador; pero recordé que no había hecho la oración de la tarde. Lo primero que me vino a la imaginación fue acostarme porque, pensé, había trabajado mucho y el Señor no tendría en cuenta esa omisión en mi plan de vida. Me vi dialogando con la tentación, con mi peor y mayor enemigo; pero corté, y me puse a hacer mi meditación.»

¿Has decidido alguna vez, a las 12.30 de la noche, hacer la oración, o cualquier otra cosa que tenías prevista hacer ese día? Esto es ser fuerte. Si me propongo algo, lo hago. Una de las peores enfermedades es la de acostumbrarse a no cumplir los propósitos, que son las órdenes que yo me he dado a mí mismo: si yo me he mandado hacer tal cosa, la cumplo. Nadie me manda proponerme nada, pero si me lo propongo, paso por el aro. Muchos me lo han dicho: están desesperados porque no se hacen caso ni ellos mismos, no pueden dirigir su vida, no saben qué van a hacer porque aunque tienen buenas intenciones luego no se hacen ni caso.

Fernando había sido un asesino, pero ahora se encuentra en camino de santidad. Nos da una buena lección de fortaleza; y porque es fuerte, ama a los demás y a Dios con fuerza, con obras. Al flojo no le da para ser asesino, y tampoco para ser santo. Fernando es fuerte, dirige su vida.

Necesitamos esa fuerza interior: «Que así os fortalezca internamente, para que, cuando Jesús, nuestro Señor, vuelva acompañado de todos sus santos, os presentéis santos e irreprensibles ante Dios, nuestro Padre» (1 Tesalonicenses 3, 12-13).

Ayúdame, Jesús fuerte, a adquirir la virtud de la fortaleza. Si soy blando como un churro no podré amar a nadie, seré inconstante y desordenado, incumpliré los compromisos. No me haré fuerte de un día para otro, pero si cada día hago ejercicios de fortaleza, y tú me das tu gracia para conquistarla, seré fuerte. Que cumpla con lo que me proponga. Así podré servir y servirte, seré capaz de poner a los demás y a ti por encima de lo que me conviene. Santa María, Torre de marfil, ruega por nosotros.

Y ahora sigue tú hablando con tu Padre-Dios. Ésta es la parte más importante: cuéntale y escucha.

Ver todos Ver enero 2022