San Íñigo de Oña, Abad. Siglo XI.

De Calatayud, hijo de mozárabes. Abrazó la regla de San Benito tras vivir en el Pirineo en la contemplación de las grandezas divinas. A su funeral acudieron fieles de las tres religiones.

Jesús insiste en algo

El mes que hoy empezamos es especial. Santa Margarita fue una monja francesa que vivió de 1647 a 1690. Un viernes se le apareció Cristo y desde entonces todos los primeros viernes de mes se le volvió a aparecer hasta el final de su vida. Cristo quería que ella se encargara de extender en la Iglesia la devoción a su Sagrado Corazón, y en cada una de esas revelaciones fue haciéndole conocer su Corazón.

Llama la atención el interés que ha tenido el Señor por inculcarnos esta devoción. También se le apareció hablándole de su Corazón y de su misericordia a santa María Faustina Kowalska, una joven monja polaca que murió en 1938. En unas de sus apariciones el Señor le dijo: «Tú eres la secretaria de mi Misericordia. Te he escogido para este cargo en ésta y en la vida futura.»

Transcribo un texto en el que relata una de las apariciones: «Después de renovar los votos y de la Santa Comunión, de repente vi al Señor Jesús que me dijo con benevolencia: Hija mía, mira mi Corazón misericordioso. Cuando me fijé en este corazón Santísimo, salieron los mismos rayos que están en la imagen, como Sangre y Agua, y entendí lo grande que es la misericordia del Señor. Y Jesús volvía a decir muy amablemente: Hija mía, habla a los sacerdotes de esta inconcebible misericordia mía. Me queman las llamas de la misericordia, las quiero derramar sobre las almas, y las almas no quieren creer en mi bondad .»

¡Es sorprendente! Es como si los hombres cada vez fuésemos más incapaces de creer que Él es bueno: «… las almas no quieren creer en mi bondad…» No es lo mismo saber algo que caer en la cuenta. Sabemos que es bueno… pero no nos lo acabamos de creer, no caemos en la cuenta de lo que esto significa. Y Jesús tiene interés en que nos lo creamos, porque con frecuencia pensamos en Dios como si fuese un ser duro y despegado, algo cruel y castigador… y no pensamos en su corazón, no nos hacemos idea de hasta qué punto es misericordioso con nosotros.

Otro día le insistía con estas palabras que, la verdad, no puedo olvidarlas desde el día que las leí: «Me hieren más las pequeñas imperfecciones de las almas elegidas que los pecados de las almas que viven en el mundo.» Comenta santa Faustina: «Me entristecí mucho por el hecho de que Jesús padece sufrimientos a causa de las almas elegidas, y Jesús me dijo: “Su amor es tibio, mi corazón no puede soportarlo; estas almas me obligan a rechazarlas de mí. Otras no tienen confianza en mi bondad y nunca quieren sentir la dulce intimidad en su corazón, pero me buscan por allí, lejos y no me encuentran. Esta falta de confianza en mi bondad es lo que más me hiere. Si mi muerte no las ha convencido de mi amor, ¿qué es lo que las convencerá? (…) Hacen uso de mis gracias para ofenderme. Hay almas que desprecian mis gracias y todas las pruebas de mi amor; no quieren oír mi llamada, sino que van al abismo infernal. Esta pérdida de las almas me sumerge en una tristeza mortal En tales casos, a pesar de ser Dios, no puedo ayudar nada al ama, porque ella me desprecia; disponiendo de la voluntad libre puede despreciarme o amarme. Tú, dispensadora de mi misericordia, habla al mundo entero de mi bondad y con esto consolarás mi corazón.”»

Señor, durante este mes quiero acercarme a tu corazón, creer que tú eres Bondad y Misericordia. Me gustaría no entristecerte. Sí, Señor, confío en tu bondad: mirando tu muerte no puede quedarme ninguna duda del punto hasta el que  me amas… y sin embargo no me lo acabo de creer. Eres bueno. Quiero sentir la dulce intimidad en tu corazón. Quiero tener los mismos sentimientos que tú. Educa mi corazón, purifícalo, ensánchalo, hazlo bueno y misericordioso. Gracias, Señor. Corazón de Jesús, en ti confío. Sí, en ti confío.

Puedes seguir ahora con tus palabras… y si quieres repítele lo bueno que es

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