Santa Cecilia, Virgen y Mártir. Siglo III

De familia noble romana, se bautizó con 13 años. Logró la conversión de su marido y su cuñado, después mártires. Es la patrona de la música.

Soltar el sapo

Por caminos de montaña es frecuente encontrar fuentes naturales, agua que mana de entre las rocas. Muchas veces los aldeanos de los pueblos hacían una pequeña cavidad donde reposaba el agua y le ponían un caño: así resulta más cómodo aprovecharla.

Cualquier aldeano que pasase por allí, si veía que el caño no echaba agua, sabía que lo más probable era que se hubiera metido una cría de sapo, y que pasado el tiempo, crecida y engordada la cría, ahora obstruía el caño. Por eso no salía agua. La solución era sencilla: meter un palo por el caño hasta sacar el sapo. De nuevo manaba agua la fuente.

Con los hombres sucede a veces algo parecido; cuando las cosas empiezan a ir peor, muchas veces es porque hay un sapo: algo de nuestra vida en lo que no somos sinceros, algo que escondemos a la luz de la verdad, algún rincón que no abrimos con quien nos puede ayudar —por ejemplo en la dirección espiritual—, algo que no queremos reconocer, o que reconocemos y callamos, algo que ocultamos.

Es lógico. Cuando san Juan habla de la venida de Jesús, pone una imagen en la que es insistente: Jesús es la luz. «En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz luce en las tinieblas, pero las tinieblas no la acogieron» (1, 4-5). «Existía la luz verdadera, la que ilumina a todo hombre…» (v. 9). «Vino la luz al mundo, pero los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas» (3, 19). «Éste es el mensaje que hemos oído de él y os anunciamos: que Dios es luz y que en él no hay tiniebla alguna» (1 Jn 1, 5)… Luz, todo claro, luminosidad y a la vista. ¿No te parece que cuando ocultamos algo notamos oscuridad dentro de nosotros? ¿Verdad que si vivimos en la mentira y mintiendo, la tiniebla se toca? Tenemos que soltar el sapo, ser claros y sinceros sobre todo en la confesión porque «si caminamos en la luz, como él está en la luz, estamos en comunión unos con otros, y la sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado» (v. 7).

Señor, que cuando llegue el juicio no haya ningún secreto. Que en la confesión y en la dirección espiritual sea sencillo. ¿Hay algo, Señor, que haya ocultado? ¿Tengo algún sapo? Madre mía, quiero ser sincero: ¡cómo me cuesta a veces! ¡Ayúdame!

Ahora puedes seguir hablando a Jesús y María… si tienes algún sapo, háblalo con él. Después termina con la oración final. 

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