San Cleofás, Discípulo del Señor.

Discípulo del Señor, a quien, con el otro compañero itinerante, ardía el corazón cuando Cristo, en la tarde de Pascua, se les apareció en el camino explicándoles las Escrituras, y después, en la casa de Cleofás, en Emaús, conocieron al Salvador en la fracción del pan.

El Chuchi aprieta pero no ahoga

Un día me gustaría escribir la historia de mi amigo José María. Nos conocimos en Madrid. Fui con unos cuantos chavales a cuidar durante una semana a enfermos con sida. Lo pasamos y lo pasaron en grande. Con José María en concreto hice una buena amistad de años. Ha muerto hace poco.

Después de esa semana le enviamos fotos y alguna revista. Enseguida nos contestó. Para entender lo que dice, conviene saber que estaba buscado por la policía por un robo y por haberse fugado:

Hola

Espero que estéis bien. Os escribo de nuevo, para que veáis que no me olvido de vosotros. Me gustaron muchísimo la revista y las fotos de los muchachos. Por aquí todo sigue igual. Bueno, algunos se han ido con los familiares a pasar unos días, y también algún que otro colaborador se ha marchado de vacaciones, pero vamos tirando…

Ah, no creáis que me olvido de rezar por vosotros; todas las noches rezo oraciones. También rezo por mi familia, que aunque no lo lleva muy bien, también se lo merece.

De lo que me dijiste, de venir el 25 de abril… me alegraría muchísimo, pues dejasteis un grandioso recuerdo en mí; no es fácil encontrar gente que lo dé todo por nada (y menos en estos tiempos que corren, como dirían los viejos).

De lo mío, todavía no sé nada, pues no he hablado con la asistenta social ni el juez dice nada, y eso que me dijo la hermana que sabían que estaba aquí. ¡No sé! También solicité la Metadona y estoy en lista de espera pues hay muchos días que me deprimo, y todavía psicológicamente sigo pensando en la heroína y es lo que yo no quiero, volver a ella, pero menos mal tengo al Chuchi cerca y me está ayudando. Mira, precisamente antes de ponerme a escribir la carta, he estado leyendo el Vía Crucis, y al principio viene lo que os relato:

¡Chuchi no permitas que me Aparte de ti!

¡Del maligno enemigo defiéndeme!

Y estas dos frases me han llenado de fuerza, y fíjate qué pronto me he acordado de vosotros y me he dicho «vamos a mandarles cuatro letras, y haz Señor, que les acompañe durante toda la vida».

Bueno, aquí os voy a dejar para no cansaros mucho, y que la Virgen Santísima os acompañe como acompañó a su hijo el Santísimo.

José María

Como ya nos había dicho, a Jesús no le llamaba Jesús: a un castizo de El Pozo de tío Raimundo —ése era su barrio— le parecía un poco cursi. Se refería con toda naturalidad a Jesús llamándole Chuchi. Pienso que es una buena manera de vivir el segundo mandamiento: No tomarás el nombre de Dios en vano. Cuando en la cultura judía se habla del nombre, se refiere a la persona nombrada. Hablar de Él con respeto, y hablar de Él con afecto.

Aparte de eso, ¿no te parece formidable la confianza que tenía con el Chuchi? En la despedida nos lo dijo: «El Chuchi aprieta pero no ahoga».

Jesús, perdona las veces que escuchas en este mundo expresiones que no guardan el respeto que mereces. Quiero decirte que no lo tengas en cuenta, pues —como tú dijiste— no saben lo que hacen. Quiero nombrarte con cariño, con afecto, hablarte con familiaridad. Gracias: ¡Señor, no permitas que me aparte de ti! ¡Del maligno enemigo, defiéndeme! Es verdad: cuando te tratamos, tú aprietas pero no ahogas.

Es el momento de comentarle con tus palabras algo de lo leído o de lo que tengas en la cabeza. Puedes terminar con la oración final.

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