San Leonardo de Porto Maurizio, Predicador. 1676-1751.

En 1750 predicó el Via Crucis en el Coliseo Romano, iniciando una tradición que sigue hoy día, los Viernes Santos, presidida por el Papa. Gracias a este acto cesó la demolición del Coliseo.

Dolor del purgatorio

Roberto, un chaval de diez años, escribía esta redacción sobre el purgatorio:

«Hoy me he muerto y tengo que ir al purgatorio. Ya estoy, veo que mis familiares rezan por mí. Aquí tengo que quitarme todos mis pecados para luego ir al cielo. Estar aquí es estar tristes, sin amigos y sin ver a Dios. Los rezos de mis familiares son muy útiles y pronto veré a Dios. Mi ángel de la guarda me vigila constantemente, y me intenta ayudar. En el purgatorio hay bastantes hombres y nadie sabe cuándo va a salir.

»Al final de la sala hay unas puertas muy grandes con un cartel que pone “CIELO”.

»De vez en cuando viene un ángel y se lleva al cielo a unos cuantos. Ahora estoy notando las oraciones de mis familiares, pues estamos en el mes de noviembre, un ángel viene a buscar a algunos, y entre ellos estoy yo, ¡qué suerte!

»En el cielo somos muy felices, vemos a Dios, y yo acabo de ver a mis padres de la tierra. El cielo es lo mejor que te puedas imaginar, desde aquí ayudo a los que han rezado por mí y están todavía en la tierra. También juego con muchas cosas y con mi ángel custodio, que me ha enseñado a jugar a muchas cosas y me cuenta muchas historias.

»Hoy hepasado a otra vida. Estoy en el purgatorio, tengo unas ganas de ir al cielo… Pero como he hecho “pecadillos” tengo que pedir perdón. Pero no te creas que es tan fácil: hay que decir más de un millón de veces: “Perdón”. Hay unas sillas que forman más de un millón de filas, cada vez que pides perdón vas adelantando puestos y cuando llegas al final del purgatorio ves unas puertas de oro y plata que es la puerta del cielo.

»Cuando entras al cielo es como una fiesta porque te están esperando tus familiares, te encuentras con todo el mundo y te lo pasas muy bien.

»Allí me encontré con mi ángel custodio y me contó muchísimas cosas de cuando era pequeño y que yo no conocía.»

Efectivamente, decía santa Catalina que la «sed de Dios hace que la lejanía de Dios resulte insoportable para el alma, por lo que, cuanto más lejos de Dios está el alma por causa del pecado, sea original o personal, más extrema se hace su pena». Y pone el ejemplo del pan: el hombre tiene hambre, pero sabe que sólo le quita el hambre un tipo de pan. Si estuviese seguro de que nunca podría comer de ese pan, eso sería el infierno completo, lo que sufren «las almas condenadas, que están privadas de toda esperanza de poder ver el pan-Dios, verdadero salvador».

«Las almas del purgatorio, en cambio, tienen esperanza de ver el pan y de saciarse de él completamente; por ello padecen hambre y experimentan la pena durante todo el tiempo que necesite todavía para poder saciarse de aquel pan que es Jesucristo, verdadero Dios Salvador y Amor nuestro. »

Dios mío, quiero ir al cielo sin tener necesidad de pasar por el purgatorio. Para eso lo único importante es amar: a ti y a los demás. Amar es pensar en ti, querer lo que quieres, aportar, asumir los retos, hacer todo el bien que me resulta posible, no ser mediocre yendo a lo mínimo, no hacer sólo lo obligatorio, dar y darme… Y como muchas veces no me porto así, quiero hacer sacrificios para limpiar mi corazón, hacerte posible que me concedas el cielo… eso sí, saltándome el purgatorio: ¡contigo, cuanto antes!

Ahora puedes seguir hablando a Jesús y María con tus propias palabras, comentándole algo de lo que has leído. Después termina con la oración final.

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