San Fermín, obispo y mártir. Siglo III-IV

En Amiens construyó un templo y convirtió muchos paganos. Lo encarcelaron pero el pueblo lo liberó, finalmente le ordenaron que dejara de predicar pero, al oponerse, le cortaron la cabeza.

No hay imposibles

George Mallory ha sido uno de los grandes exploradores y alpinistas del sigloXX. Lideró en tres ocasiones (1921, 1922 y 1924) las expediciones a la cumbre más alta del planeta: el Everest (8.848 m). Falleció en su último ataque a la cima en 1924, junto con su compañero de cordada, Andrew Irvine. El cadáver de Mallory fue encontrado 75 años más tarde, en 1999, por una expedición norteamericana, a una altura de 8.230 metros. Nadie ha sabido si antes de morir alcanzó la cima.

Las dificultades siempre fueron para él un reto. Cuenta su hermana: «Muy pronto comprendí que era fatal decirle a George que a tal árbol no podía subir. La palabra “imposible” le motivaba.»

Las dificultades eran para él el momento de demostrar su valía, lo imposible era para él una invitación a superarse. George Mallory era una persona audaz.

La audacia es una virtud imprescindible para hacer cosas grandes en la vida. Hay personas a las que nada ya les parece demasiado, que ante cualquier dificultad se echan para atrás, que no se lanzan a hacer una cosa hasta que tienen asegurado que no fallarán, se ahogan en un vaso de agua…

No leen en público porque dicen que se ponen nerviosos, no cantan con otros delante por miedo a hacer el ridículo, no se tiran por una pista de esquí algo difícil porque no saben si se caerán… Tienen tanto pánico a fallar, a fracasar, a no ser capaces, tienen tanto miedo a ser vencidos por algo… que se hacen pequeños.

Quizá la falta de audacia se deba a pensar demasiado en uno mismo. Dejarse dominar por el miedo al ridículo, a la equivocación y a no saber hacerlo bien… nos empequeñece y nos hace timoratos e inseguros. En cualquier situación se ponen nerviosos porque se sienten mirados y juzgados continuamente por los otros.

El cristiano necesita ser audaz. Y le resulta fácil: quiere no pensar en sí mismo, y se lanza a hacer lo que venga bien a los demás porque lo que busca es que los demás puedan beneficiarse de lo que él haga. Si se cae, se levanta. Si se equivoca, rectifica. Si lo hace mal, va aprendiendo a hacerlo mejor. No le importa que le miren, porque él quiere servirles lo mejor que sabe, que no es a la perfecciónpero algo es algo. Le importa más la mirada de Dios que la de los demás, y sabe que Dios siempre está «a su favor».

Si somos audaces, entonces Dios cuenta con un buen instrumento: porque Dios es experto en imposibles… Podríamos decir que, como a Mallory en la montaña, a los cristianos nos resultan atractivos los imposibles que Dios pide: lo imposible nos motiva… porque sí son posibles para Dios.

Dios mío, sé que tú me esperas precisamente en esos momentos, cuando las cosas no son tan fáciles. Quiero aceptar retos, y si fallo lo volveré a intentar y así aprenderé. Hazme, Señor, audaz. Que los «imposibles» me inviten a superarme.

Ahora puedes seguir hablando con el Señor con tus propias palabras. Pregúntale si te ve audaz o cobarde, y en qué cosas. Él te escucha y te comprende. Procura terminar con un pequeño propósito.

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