San Francisco Caracciolo, Fundador. Siglo XVI.

De nombre Ascanio, fue militar. Cayó enfermo de lepra, pero al curarse, entregó su vida a Dios entrando en la cofradía de los Blancos, que prestaban atención a los enfermos y condenados a galeras y presos en la cárcel.

Ser limosnero

Cuenta Teresa de Calcuta que sólo una vez en su vida tuvo vergüenza de ser cristiana: al pasar por una iglesia vio que un pobre que había ido allí a pedir, era rechazado y expulsado a la calle. Se entiende que le avergonzase verlo, porque los cristianos hemos aprendido de Cristo a tener debilidad por los pobres y enfermos; traicionamos a Jesús cuando no nos compadecemos.

La palabra griega eleemosyne  significa «piedad», «compasión». De ella se deriva la palabra castellana «limosna». La limosna es dar algo con piedad, con-padeciendo con quien padece. Dando limosna nos comportamos de acuerdo al Corazón de Jesús.

Pero ¿dar limosna es sólo dar dinero? ¡Qué va! La limosna a veces está hecha de palabras, de obras, de sonrisas… pero dadas con el corazón. La limosna se da con el corazón. A veces, no podremos dar dinero ni nada valioso, pero podemos seguir dando limosna. A un enfermo a quien no podemos curar, podemos darle la palabra y el cariño del corazón. Con dos palabras cariñosas, con una broma, con una caricia… somos capaces de aliviar al que sufre —si lo hacemos con el corazón—. No tenemos excusa para dejar de dar limosna a cualquier persona con la que nos cruzamos que sabemos que sufre por algún motivo.

Me contaba un mendigo que me asaltó por la calle, con quien estuve charlando un rato, que lo que más le dolía era que por la calle algunos le mirasen como si fuese un perro, con indiferencia o con asco.

Dice san Bernardino de Siena: «Fíjate en el Éxodo: se te manda que si ves caerse un asno, aunque sea el de tu enemigo, le ayudes a levantarse. Si estás obligado a ayudar al asno que pertenece a tu enemigo, ¿qué no estarás obligado a hacer por el prisionero? No tienes ninguna excusa ante Dios para no asistirlo.»

Corazón de Jesús, la iglesia nos enseña y pide que demos limosna. Que no piense que no puedo, o que solo debo hacerlo en ocasiones puntuales, o cuando me sobre dinero… Que dé limosna todos los días, con unas palabras, ayudando, escuchando… que lo haga siempre con el corazón. ¡Hazme limosnero, Señor!

Ahora es el momento importante, en el que tú hablas a Dios con tus palabras, comentándole algo de lo que has leído. Cuando lo hayas hecho, termina con la oración final.

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