San Esteban de Hungría, Rey de Hungría. Siglo XI.

Se casó con Gisela, la hermana de San Enrique de Alemania, la cual influyó mucho en su vida. El Papa Silvestre II lo nombró rey de Hungría. Su cariño por la religión católica era inmenso, fundaba templos y repartía limosnas.

La espontaneidad

Ésta es la historia del mono y el escorpión. Habiendo llegado a la orilla de un gran río, el mono decide atravesarlo a nado. Apenas ha metido una pata en el agua, cuando oye una vocecilla que lo llama. Mira alrededor y, a poca distancia, ve a un escorpión.

—Oye —le dice el escorpión—, ¿serías tan amable de llevarme?

El mono lo mira fijamente a los ojos.

—No tengo la menor intención. Con ese aguijón, podrías atacarme mientras nado y hacer que me ahogara.

—¿Por qué iba a hacerlo? —responde el escorpión—. Si tú te ahogaras, también moriría yo. ¿Qué sentido tendría?

El mono piensa un poco y le dice:

—¿Me juras qué no lo harás?

—¡Te lo juro!

Entonces el escorpión sube a la cabeza del mono y el mono empieza a nadar hacia la otra orilla. Cuando está casi a la mitad, siente de pronto un pinchazo en el cuello. El escorpión le ha picado.

—¿Por qué lo has hecho? —grita el mono—. ¡Ahora moriremos los dos!

—Perdona —responde el escorpión—, no he podido evitarlo. Es mi naturaleza.

No debemos olvidar que nuestra naturaleza está herida por el pecado y si la dejamos actuar de modo espontáneo, a su ritmo, sin un mandato claro, asomará el pecado. Muchos tienen por pauta actuar con espontaneidad, hacer lo que les brota en un momento dado, lo que apetece.

Esta actitud es más frecuente cuando disponemos de más tiempo libre, los fines de semana y las vacaciones. Se nos intenta seducir diciéndonos que, si durante la semana o el resto del año hemos trabajado y estudiado, tantas veces sin ganas, haciendo lo que no nos gustaba, ahora es el momento de la revancha. Entonces el tiempo libre parece que tiene que ser un tiempo «light», tiempo de no hacer nada o de no hacer nada que cueste; por lo tanto, aunque quisiéramos hacer el bien, si éste cuesta, pues no lo hacemos.

Este camino nos hace egoístas. Es fácil encontrarse con planes personales que tienen como único fin el realce del propio «yo»: el cuidado del propio cuerpo, la atención de la propia imagen, la exclusividad de los amigos, el acaparamiento de cosas, la pereza en el hacer. Los planes acaban siendo monótonos, simplones y repetitivos, poco originales y ahogados en una masa informe, pues todos actúan igual ya que poseen la misma naturaleza.

Cuenta san Mateo que el Señor, al ver a la muchedumbre, se llenó de compasión, porque estaban desorientados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor (Cf. Mateo 9, 36). Sin pastor la oveja es presa del lobo, el hombre sin esfuerzo es presa del desaliento y del pecado.

El tiempo libre es formidable para dedicarlo a actividades distintas. Es tiempo para hacer otras cosas, pero hay que hacerlas. ¡Hay tantas cosas interesantes…! Necesitamos dirigir bien el potencial que tenemos: irá en beneficio de todos y también nuestro. Con tiempo podemos hacer mil cosas interesantes… pero ojo con el escorpión: ¡que no nos clave el veneno de la pereza!

Señor, mi naturaleza no me lleva siempre a lo mejor. Lucharé contra las apetencias que no sean interesantes o buenas. Tú nos dijiste que venías a hacernos libres: sí, Señor, necesito que me liberes de lo que me lleva al mal, de las apetencias que me esclavizan, de la pereza que me inmoviliza… Te pido con el salmista: «Señor, ensancha mi corazón oprimido y sácame de mis tribulaciones» (24, 17). Sí, Señor, porque las tribulaciones son causadas porque a veces vivo con corazón pequeño, oprimido, miope y sordo. Ensánchamelo, y mis apetencias serán liberadas porque tenderé a lo bueno y grande.

Puedes ahora continuar hablando con Dios de lo leído. Termina después con la oración final.

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