San Juan de Dios, Religioso. 1495-1550.

Portugués, después de ser soldado por Europa, prestó ayuda en un hospital fundado por él, y se asoció a compañeros con los que constituyó la Orden Hospitalaria San Juan de Dios, en Granada.

La semilla de Jesús y de Judas 

Leonardo da Vinci es un famoso artista del Renacimiento. Entre sus muchas obras se encuentra un cuadro muy grande sobre la Última Cena que se conserva en Milán. Cuando llegó el momento de pintar a Jesucristo se encontraba sin inspiración, no acertaba a pintar la cara de Jesús. Cuentan que un día vio a un chico por la calle, que charlaba con unos amigos. Le pareció una buena persona y lo abordó, explicándole si quería servirle de modelo para el cuadro que estaba haciendo. El chico accedió, y en poco tiempo tenía pintado el rostro de Jesús.

Al cabo de unos días, llegó el momento de pintar a Judas, el apóstol traidor. Y le ocurrió lo mismo, no encontraba la inspiración necesaria para pintar el rostro del apóstol traidor, de quien vendió a Cristo por treinta monedas. Una noche lluviosa y fría, iba por una callejuela y vio a un hombre tirado en un rincón. Se acercó, estaba inconsciente por la cantidad de alcohol que había bebido, además tenía en la cara signos de que se había peleado, olía mal, con la ropa sucia y mojada. Cuando se fijó en la cara, pensó: ¡Éste es el rostro de Judas! Lo cogió y lo llevó al sitio donde estaba pintando el cuadro. Sobre la marcha, de noche, empezó a pintar a Judas. Cuando amaneció, había acabado.

Con la luz del sol que entraba a raudales por los ventanales, se fijó mejor en los rostros que había pintado, y le llamó la atención el parecido entre la cara de Jesús y la de Judas. Se fijó bien, se acercó al borracho que seguía dormido y se dio cuenta que aquel borracho de tan mal aspecto era el mismo chico que le había servido para pintar el rostro de Jesús. Una misma persona le sirvió para pintar a Jesús y para pintar a Judas.

Cada uno llevamos en nosotros una imagen de Jesús, grabada en nuestra alma; pero también tenemos las raíces del mal, el pecado. Si practicas el bien, tu vida se parecerá a la vida de Jesús; pero si te dejas arrastrar de las malas inclinaciones que llevas dentro de ti… ¿adónde puedes llegar?

¿Recuerdas la parábola de predicó Jesús del trigo y la cizaña? Jesús nos habla de un campo sembrado de trigo; una noche un enemigo del dueño del campo sembró cizaña. La cizaña es una planta que se parece mucho al trigo; pero que no sirve para nada. Del trigo sale el pan, de la cizaña nada, solo sirve para hacer un fuego con ella y quemarla (Mateo 13, 24-43).

Nuestra vida es un campo en el que Dios ha sembrado trigo, ha sembrado la gracia que nos hace hijos suyos, y hace que poco a poco, si pongo de mi parte lo que pueda, me vaya pareciendo e identificando con Cristo. Pero, como consecuencia del pecado original, notamos el mal dentro de nosotros: son las malas inclinaciones. Por ejemplo, eres generoso pero también tienes un genio atroz; eres trabajador pero te cuesta prestar tus cosas; eres optimista pero inconstante; y podríamos seguir… Esto es, eres una buena persona, pero que, a veces, haces cosas que están mal.

Todos los hombres tenemos cosas buenas, y también todos tenemos cosas malas. Descubre lo bueno que hay en ti para cultivarlo y que así crezca. Y descubre también lo malo, para que intentes cambiarlo poco a poco, con la ayuda de Jesús y de María.

Por otra parte, si quieres ayudar a los demás, no olvides que incluso las personas que peor te caen porque ves que tienen muchas cosas que te molestan, tienen también cosas buenas… y ayúdales a cultivarlas.

Señor mío y Dios mío, gracias por lo bueno y perdona lo malo que hay en mí.

Ahora te toca a ti hablar a Dios con tus palabras, comentándole lo leído o lo que quieras.

 

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