San Ismael, Mártir. Siglo IV.

Junto a los hermanos Manuel y Savelio, quiso humanizar pueblos. Mediaron entre Juliano el Apóstata y el rey de Persia para que hubiese paz entre los súbditos.

¿El fútbol o la eucaristía?

El papa Benedicto XVI pasaba unos días del verano en los Alpes, y solía aprovechar para tener encuentros o tertulias con los sacerdotes de la zona. Era un rato de conversación fantástico, en el que cada uno preguntaba o contaba lo que quería. En ésta la tuvo un martes, con unos 400 sacerdotes. Uno de ellos cogió el micrófono y recordó allí que algunos superiores del seminario eran algo rígidos, y que le reprendían porque «a mí me gustaba más jugar al fútbol que hacer la adoración eucarística».

La verdad es que todos se quedaron un poco tensos, pues no parecía muy ejemplar el comportamiento del entonces seminarista. ¿Cómo respondería el Papa? Porque si decía que los superiores tenían razón… y si decía que la tenía él… Por fin habló el Papa:

«Yo estaría en contra de la alternativa entre jugar al fútbol o estudiar Sagrada Escritura o Derecho Canónico. Hagamos las dos cosas.» Y siguió: «Pero ¿acercar el hombre a Dios y Dios al hombre no pasa sobre todo a través de lo que llamamos “humanidad”, que es irrenunciable, incluso para nosotros, los sacerdotes? No podemos vivir siempre en la alta meditación, quizá un santo en el último escalón de su camino terrestre puede llegar a este punto, pero normalmente vivimos con los pies en la tierra y los ojos en el cielo. El Señor nos ha dado ambas cosas y, por tanto, amar las cosas humanas, amar la belleza de su tierra, no es sólo humano, sino también muy cristiano y precisamente católico. Una buena pastoral, realmente católica, tiene en cuenta este aspecto: vivir la humanidad y el humanismo del hombre, todos los dones que el Señor nos ha dado y que hemos desarrollado, y al mismo tiempo, no olvidar a Dios, pues al final la luz viene de Dios, y sólo de Él procede la luz que da alegría a todos estos aspectos. Por tanto, quisiera comprometerme simplemente en la gran síntesis católica: ser verdaderamente hombre.» Aclaró que cada uno, «según sus dones y según su carisma», debe «amar la tierra y la belleza que el Señor nos ha dado, y dar gracias porque en la tierra resplandece la luz de Dios, que da el esplendor y la belleza a todo lo demás. Vivamos en este sentido con gozo la catolicidad. Ésta sería mi respuesta.» Y se levantó un aplauso de todos, el único aplauso del encuentro.

Es tontería plantearse estas disyuntivas. A Dios le entusiasma que disfrutemos con las cosas de este mundo. Nos ha hecho hombres, y le encanta que seamos muy hombres. Tenemos que amar la belleza de la tierra, y enseñarlo a los demás.

Tu Corazón, Señor, era muy humano y a la vez muy divino. Pero te has hecho hombre hombre, hombre de verdad. Y seguro que disfrutaste tantos gustos de la vida… aficiones, pesca, la noche de luna llena, paseo con amigos, ratos de familia alrededor del fuego, fiestas, bodas de familiares, una puesta de sol, un buen baño de agua caliente, un buen plato preparado por nuestra Madre… Ayúdeme a amar la tierra y la belleza que el Señor nos ha dado, y a dar gracias cuando vea resplandecer en todo eso la luz de Dios.

Ahora te toca a ti hablar a Dios con tus palabras, comentándole lo leído o lo que quieras. Termina, después, con la oración final.

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