Beata Teresa de Calcuta, Fundadora. 1910-1997

En la ciudad de Calcuta, en la India, beata Teresa (Inés) Gonhxa Bojaxhiu, que, nacida en Albania, fundó las congregaciones de Misioneros y Misioneras de la Caridad, para servir a los enfermos y abandonados.

Las dos espirales

Cuenta el director de cine Bergman que no se llevaba bien con su hermano mayor:

«El odio cainita casi nos lleva al fratricidio. Dag me había sacudido a conciencia y yo decidí vengarme. Costase lo que costase.

»Agarré una pesada garrafa de cristal y me subí a una silla detrás de la puerta del cuarto que compartíamos en “Våroms”. Cuando mi hermano abrió la puerta le tiré con todas mis fuerzas la garrafa sobre la cabeza. La garrafa se hizo añicos, mi hermano se desplomó y empezó a salirle sangre de la herida abierta. Unos meses después me agredió de improviso y me hizo saltar dos dientes. Respondí prendiendo fuego a su cama mientras dormía. El fuego se apagó solo y las hostilidades cesaron por una temporada.»

Las malas relaciones siguieron. Cuenta que cuando su hermano mayor tenía ya casi los sesenta años, «el dolor y la humillación física los soportaba con una rabiosa impaciencia y se preocupó mucho de hacerse lo suficientemente desagradable como para que a nadie se le ocurriese sentir compasión».

Todos conocemos la fuerza de los remolinos. Por experiencia, yo sólo estuve metido en una ocasión, en un río. De repente te sientes llevado con fuerza en una dirección que no sabes ni cuál es ni adónde te lleva. En un movimiento de espiral te mete para dentro y resulta difícil o imposible salir. Yo, por fortuna, no sé cómo pero salí. Así ocurre con el bien y con el mal. El mal es un remolino que te lleva cada vez a un mal mayor. Te arrastra con fuerza y no sabes dónde acabará. Así se entiende el comportamiento entre esos dos hermanos siendo jóvenes.

Jesús dice: Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Los cristianos trabajamos por romper las espirales de mal. Y eso cuesta: por eso dice que exige trabajo implantar la paz.

Pero no sólo eso. Los cristianos, además, creamos espirales de bien. Los cristianos implantamos una dinámica, como si nos encontrásemos permanentemente en un «concurso de bien», concurso que consistiría en lograr hacer un bien mayor que el bien recibido, y eso cada día y con cualquiera. Nos gusta a los cristianos vivir dando, en una escalada de dar que siempre trata de dar todavía más.

Ahogar el mal en abundancia de bien. Si no nos corresponden, seguimos haciendo el bien. Si continúan sin agradecer y sin responder con bien, seguimos haciendo el bien. Hasta que el otro se rinda y entienda esta forma de comportarse. Entonces seremos llamados hijos de Dios porque éste es el estilo de Dios, «que hace salir el sol sobre buenos y malos y hace llover sobre justos y pecadores… Sed, pues, perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mateo 5, 45-48).

Sí. La paz exige esfuerzo, trabajar por la justicia, implantar la espiral del bien. San Francisco lo pedía a diario con esa oración que podemos rezar hoy:

Señor, haz de mí un instrumento de tu paz:

que donde hay odio, ponga yo amor;

que donde hay ofensa, ponga yo perdón;

que donde hay error, ponga yo verdad;

que donde hay desesperación, ponga yo esperanza;

que donde hay tinieblas, ponga yo luz;

que donde hay tristeza, ponga yo alegría.

Haz, Señor, que no busque tanto

ser consolado, como consolar;

ser comprendido como comprender;

ser amado, como amar.

Porque es cuando nos damos, que recibimos;

cuando nos olvidamos, que nos encontramos;

cuando perdonamos, que obtenemos perdón;

y es muriendo, que resucitamos a la vida eterna.

Habla con él ahora, con tus palabras, de lo leído. Mira a ver si estás metido en alguna espiral, si trabajas por la paz, si puedes hacer algo más.

Ver todos Ver enero 2022