San Antonio de Padua, Presbítero y Doctor de la Iglesia. Siglo XIII.

De Lisboa, fue a Marruecos a predicar el evangelio y, a su vuelta, una tormenta hizo que su barco terminase en Sicilia. Allí conoció a San Francisco de Asís. Tras un tiempo como ermitaño, fijó su residencia en un convento cercano a Padua.

El Termomix

El corazón es como un molino. Quizá hoy nos resulte más cercana la imagen del termomix. El corazón, en cierto sentido, es un termomix. Como dicen sus instrucciones, con esta máquina puedes hacer de todo: «cocer al vapor, amasar, mezclar, batir, emulsionar, homogenizar, rallar, moler y pulverizar, trocear y triturar… ¡Todo en una máquina!», dice la publicidad. Ahora bien, el producto final depende de lo que se introduzca en él: si metes limón y hielo, mezcla y hace un sorbete o un granizado extraordinario. Si metes piedras y excrementos, el termomix también mezcla, pero el granizado que resulta será incomestible. Si introduces en el termomix huevos y buen aceite, emulsiona, y puedes imaginarte la mahonesa o el alioli que saldrá de ahí. Uno introduce lo que quiere, y el termomix trabaja con esos ingredientes.

Algo parecido ocurre con el corazón. Puedo meter odio o compresión, amargura o visión positiva, agravios o justificación, confianza o desconfianza, pensamientos positivos o negativos. El corazón, entonces, sacará lo que pueda. Dice el Señor: «porque del interior del corazón de los hombres proceden los malos pensamientos, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, los deseos avariciosos, las maldades, el fraude, la deshonestidad, la envidia, la blasfemia, la soberbia y la insensatez. Todas estas cosas malas proceden del interior y hacen impuro al hombre» (Marcos 7, 21-23). Sí. Todo eso sale del termomix que es el corazón. Pero nosotros somos los que tenemos la llave de la puerta del corazón para introducir en él lo que queremos.

Por ejemplo, los ojos son las ventanas del alma; por la vista introducimos en el corazón las realidades que miramos. ¡Qué bueno es cuidar la vista… porque el termomix trabaja con lo que miramos! Por eso dice el Señor: «Si tus ojos te escandalizan, arráncatelos» (Mt 5, 29). Lo que entra por los ojos puede dañar el corazón. Tenemos experiencia de que las imaginaciones o fantasías que producimos dependen, en buena parte, de lo que hemos metido por estas ventanas con pestañas.

Las miradas, y también otras muchas cosas. Siempre podemos meter en el corazón algo bueno o algo malo: recuerdos buenos o malos, deseos de bien o de mal, reacciones de comprensión o de rechazo, conversaciones limpias o sucias, odios o el esfuerzo por fijarse en lo bueno, resentimientos o perdón, revolver asuntos del pasado que nos perjudican o pasar página… Es importante —¡muy importante!— tener el corazón bien cuidado: sólo introducir lo bueno, y luchar decididamente contra lo malo que quiere meterse en nosotros.

Hace falta ser valiente para hacerse esta pregunta que te propongo: ¿Qué metes en tu corazón?

Corazón de Jesús, Corazón de María, ayudadme a vigilar mi corazón. O mejor, vigilad conmigo. Que combata lo malo, que no lo acepte, que no deje que entre en mi corazón. Sin embargo, que sólo dé paso a lo bueno. Así palpitaré contigo, nuestros corazones tendrán las mismas pulsaciones. ¿Qué malo estoy dejando que entre en mi corazón? Ayudadme a estar vigilante.

Continúa hablándole a Dios con tus palabras.

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