San Juan Francisco de Regis, Predicador Misionero. Siglos XVI-XVII.

Entró en la Compañía de Jesús poco antes de una terrible epidemia de peste y se ordena sacerdote para cooperar ante el mal. Pío XII habló de él como el patrón de las misiones rurales en tierras de Francia.

Tengo sed

Dice el Catecismo de la Iglesia que la oración es el encuentro de la sed de Dios con la sed del hombre. Te copio algo que escribió el padre Joseph, fundador de la rama de los sacerdotes de las Misioneras de la Caridad, inspirado en las palabras que la madre Teresa de Calcuta le relató:

«Es verdad. Estoy de pie a la puerta de tu corazón, de día y de noche. Incluso cuando no estás escuchando, incluso cuando dudas que pueda ser yo, ahí estoy. Espero hasta la más mínima señal de respuesta, la más pequeña sugerencia de invitación que me permita entrar.

»Y quiero que sepas que siempre que me invitas voy siempre, sin falta. Llego en silencio e invisible, pero con un poder y un amor infinitos, trayendo los muchos dones de mi Espíritu. Vengo con mi misericordia, con mi deseo de perdonarte y de sanarte, con un amor hacia ti que va más allá de tu comprensión, un amor tan grande como el que he recibido de mi Padre (Yo os he amado como el Padre me ama a mí, Juan 15, 9). Vengo deseando consolarte y darte fuerza, levantarte y vendar todas tus heridas. Te traigo mi luz para disipar tu oscuridad y todas tus dudas. Vengo a ti con mi poder, para poder llevarte a ti y todo lo que pesa sobre ti, con mi gracia, para tocar tu corazón y transformar tu vida; y vengo con mi paz, para tranquilizar tu alma.

»Te conozco perfectamente, sé todo acerca de ti. Hasta he contado los cabellos de tu cabeza. No hay nada en tu vida que no tenga importancia para mí. Te he seguido a través de los años y siempre te he amado, incluso en tus extravíos. Conozco cada uno de tus problemas, conozco tus necesidades y tus preocupaciones. Y, sí, conozco todos tus pecados. Pero te digo de nuevo que te amo, no por lo que tienes o por lo que has hecho; te amo por ti. Por la belleza y dignidad que mi Padre te dio al crearte a su propia imagen. Es una dignidad que muchas veces has olvidado, una belleza que has empañado por el pecado. Pero te amo como eres, y he derramado mi sangre para rescatarte. Si me lo pides con fe, mi gracia tocará todo lo que necesita ser cambiado en tu vida. Y yo te daré la fuerza para liberarte del pecado y de su poder destructor.

»Tengo sed de ti. Sí, ésa es la única manera en que apenas puedo empezar a describir mi amor por ti. Tengo sed de ti. Tengo sed de amarte y de ser amado por ti. Así eres de precioso para mí. Tengo sed de ti. Ven a mí y yo llenaré tu corazón y sanaré tus heridas. Te haré una criatura nueva y te daré la paz, aun en tus pruebas. Tengo sed de ti. Nunca dudes de mi misericordia, de mi aceptación, de mi deseo de perdonar, de mi deseo de bendecirte, y de vivir mi vida en ti. Tengo sed de ti. Si te sientes poco importante a los ojos del mundo, eso no importa nada. Para mí no hay nadie en este mundo más importante que tú. Tengo sed de ti. Ábrete a mí, ten sed de mí, dame tu vida y yo te probaré lo importante que eres tú para mi corazón.

»¿No te das cuenta de que mi Padre tiene un plan perfecto para transformar tu vida, empezando desde este momento? Ten confianza en mí. Pídeme todos los días que entre y que me encargue de tu vida, y lo haré. Te prometo ante mi Padre en el Cielo que haré milagros en tu vida. ¿Por qué haría yo esto? Porque tengo sed de ti. Todo lo que te pido es que te confíes completamente a mí. Yo haré todo lo demás.

»Desde ahora veo el lugar que mi Padre te ha preparado en mi Reino. Acuérdate de que eres peregrino en esta vida, viajando hacia Casa. El pecado nunca te puede satisfacer, ni traerte la paz que buscas. Todo lo que has buscado fuera de mí sólo te ha dejado más vacío, así que no te apegues a las cosas de este mundo. Sobre todo, no te alejes de mí cuando caigas. Ven a mí sin tardanza. Cuando me das tus pecados, me das la alegría de ser tu Salvador. No hay nada que yo no pueda perdonar y sanar, así que ven ahora y desahoga tu alma.

»No importa lo mucho que te hayas alejado, no importa cuántas veces me olvides. No importa cuántas cruces lleves en esta vida; hay algo que quiero que siempre recuerdes, una cosa que nunca cambiará: tengo sed de ti, tal como eres. No necesitas cambiar para creer en mi amor, porque será tu fe en mi amor lo que te cambiará. Tú te olvidas de mí, y, sin embargo, yo te busco a cada momento del día, de pie, a la puerta de tu corazón, te llamo. ¿Te es difícil creer esto? Entonces, mira la cruz, mira mi corazón que fue traspasado por ti. ¿No has comprendido mi cruz? Entonces, escucha otra vez las palabras que dije allí, porque te dicen claramente porqué sufrí todo esto por ti: “Tengo sed” (Juan 19, 28). Sí, tengo sed de ti, como dice el salmo: “Esperé compasión inútilmente, esperé alguien que me consolara y no lo hallé” (69, 21). Toda tu vida has estado buscando amor. Nunca he dejado de amarte y de buscar tu amor. Tú has buscado otras muchas cosas, buscando felicidad. ¿Por qué no tratas de abrirme tu corazón ahora mismo, más de lo que nunca has hecho antes?

»Siempre que me abras la puerta de tu corazón, siempre que te me acerques lo suficiente, me oirás decir una y otra vez, no con simples palabras humanas, sino en el espíritu: “No importa qué es lo que hayas hecho. Te amo por ti mismo. Ven a mí con tu miseria y tus pecados, con tus problemas y necesidades, y con todo tu deseo de ser amado. Estoy a la puerta de tu corazón y llamo… Ábreme porque tengo sed de ti.”»

Gracias, Jesús, porque algunos santos nos han contado mejor cómo es tu Corazón. Quiero saciar tu sed. Que me deje querer por ti. Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío.

Ahora te toca a ti hablar a Dios con tus palabras, comentándole lo leído o lo que quieras. Termina, después, con la oración final.

Ver todos Ver enero 2022