Santa Perpetua y Santa Felicidad, Mártires. Sigo II.

Perpetua, de veinte años, madre de un niño de pecho, y Felicidad, su sierva, estaba entonces embarazada. Después de dar a luz, según las leyes romanas, murieron en el circo romano (Cártago, año 203).

Bailarín de Dios

Escribe Madeleine Delbrêl: «Si hay muchos santos a los que no les gusta bailar, hay también otros muchos que sintieron la necesidad de bailar, pues eran felices viviendo: santa Teresa con sus castañuelas, san Juan de la Cruz con un Niño Jesús en sus brazos, y san Francisco delante del Papa. Si estuviésemos contentos de ti, Señor, no podríamos resistir a esta necesidad de bailar que corre por el mundo, y llegaríamos a adivinar a qué ritmo te gusta que dancemos siguiendo el paso de tu Providencia.

»Porque yo pienso que tal vez tengas mucha gente que está siempre hablando de servirte con aire de capitanes, de conocerte con aire de profesores, de alcanzarte según unas reglas deportivas, de amarte como se ama en un viejo matrimonio.

»Un día que tenías ganas de otra cosa, inventaste a san Francisco y le hiciste tu juglar. A nosotros nos corresponde dejarnos inventar para ser gente alegre que baile su vida contigo.

»Para ser buen bailarín, lo mismo contigo que en cualquier otra parte, no necesito saber adónde me lleva. Basta con seguir, con estar alegre, ser ligero, y sobre todo no andar tieso. No hay que pedirte explicaciones sobre el paso que te gusta llevar. Hay que ser como una prolongación, ágil y viva de ti, y recibir por medio de ti el ritmo de la orquesta. No hay que pretender seguir adelante a toda costa, sino aceptar dar vueltas y marchar de lado. Hay que saber detenerse y deslizarse en vez de marchar. Todo esto no sería más que pasos tontos si la música no los convirtiese en armonía. Pero olvidamos la música de tu Espíritu, y hacemos de nuestra vida un ejercicio gimnástico; olvidamos que, en tus brazos, la vida se baila, que tu santa voluntad es de una inconcebible fantasía, y que sólo existe la monotonía para las almas viejas que están de mironas en el alegre baile de tu amor.»

Dios mío, quiero bailar contigo cada día. Perdona si no me dejo llevar, si no voy al compás de tu música, si soy un poco tieso, o me resisto a dar pasos que no me llevan a lo que yo entiendo que es avanzar hacia delante. Ten paciencia, y ayúdame.

Puedes continuar hablándole de lo que quieras, y manifestarle tus deseos de ser su mejor bailarín de este siglo…

Ver todos Ver enero 2022