San Miguel de los Santos, Presbítero Trinitario. Siglos XVI-XVII.

 De Vic (Barcelona), ingresó en el convento de los trinitarios descalzos de Barcelona. Durante su formación, estuvo en Sevilla, Baeza, Salamanca y Valladolid. Destacó por su devoción al sacramento de la Eucaristía.

El trampolín de Chiara Lubich

«Si en una ciudad se prendiese fuego en distintos lugares, aunque fuese un fuego modesto y pequeño, pero que resistiese todos los embates, en poco tiempo, la ciudad quedaría incendiada.

»Si en una ciudad, en los puntos más dispares, se encendiese el fuego que Jesús ha traído a la tierra y este fuego resistiese al hielo del mundo, por la buena voluntad de los habitantes, en poco tiempo tendríamos la ciudad incendiada de amor de Dios.

»El fuego que ha Jesús traído a la tierra es Él mismo, es la Caridad: ese amor que no sólo une el alma a Dios, sino a las almas entre sí.»

Así lo escribía Chiara Lubich, italiana que en 1943 inició el Movimiento de los Focolares. La pasión por decir a todos los cristianos que la existencia es una vocación única para subir hasta el Padre construyendo una ciudad nueva, un mundo en paz, unidos todos los hombres, es un auténtico fuego.

Pero da un consejo muy práctico para conseguirlo. Habla de un trampolín. Recuerda alguno que hayas usado. Es verdad que al caer sobre un trampolín te ves impulsado sin esfuerzo, la primera vez incluso uno se asusta de salir lanzado sin controlarlo. Pues ella escribe:

«Pero hay un secreto para que esa célula encendida se desarrolle hasta formar un tejido y vivifique las partes del Cuerpo Místico: que los que la componen se alcen en la aventura cristiana, que significa hacer de cada obstáculo un trampolín. No “soportar” la Cruz, cualquiera que sea el cariz que presente, sino esperarla y abrazarla minuto a minuto como hacían los santos, y decir cuando llega: “¡Esto es lo que quería, Señor! Sé que estoy en la Iglesia militante donde es preciso luchar. Sé que me espera la Iglesia triunfante donde te veré por toda la eternidad. Aquí en la tierra prefiero el dolor a cualquier otra cosa, porque con tu vida me has dicho que allí está el verdadero valor.”»

Señor mío y Dios mío, al ascender a los cielos nos dijiste que por toda la tierra llevásemos lo que tú nos habías dado. Que los cristianos construyamos una ciudad nueva; que encienda el fuego a mi alrededor. Te pido que ponga en práctica este secreto: hacer de cada obstáculo un trampolín; que no «soporte» lo que me cuesta: ¡que haga de los obstáculos, de lo costoso, de lo pesado e ingrato, un trampolín!

Ahora te toca a ti hablar a Dios con tus palabras, comentándole lo leído o lo que quieras.

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