San Eladio de Toledo, Arzobispo. Siglos VI-VII.

Predecesor de San Ildefonso en la sede arzobispal de Toledo. Estuvo 18 años al servicio de los cristianos, negoció la convivencia entre éstos y los judíos y construyó el templo Santa Leocadia.

Correr en el tour de la vida

Uno de los ciclistas más grandes de la historia ha sido Miguel Induráin. Este hombre de cuerpo demasiado grande para dedicarse al ciclismo, ha ganado cinco Tour de Francia. Pero quizá lo que no conocen todos es su historia previa a la primera victoria. Se presentó por primera vez al Tour en el año 85 y tuvo que abandonar la carrera en la cuarta etapa porque no podía más. En aquel año ¿quién apostaba por Miguel Induráin? Era un desconocido. Al año siguiente se vuelve a presentar y abandona en la decimosegunda etapa. En 1987 llega a la meta en el puesto 97. En el 88 llega en el puesto 47. En el 89 llega en el puesto 17 y gana una etapa. En 1990 llega en el puesto 10 y gana otra etapa. Y por fin en el año 91 es vencedor de la carrera. Le costó siete años… Sin comentarios. Lo nuestro no es el Tour, es algo más valioso: corremos para vivir como hijos de Dios, vivir el cielo aquí y luego como premio eterno.

Lo malo no es caer, lo malo es no levantarse. «Me he manchado de barro los zapatos, pues ahora me revuelco en el barro»… «Me ha caído un poco de comida en los pantalones, pues ahora me tiro el plato encima…» No está todo perdido. Recomienza, deja que tu Padre-Dios te perdone: «Hay más alegría en el cielo por un pecador que hace penitencia, que por 99 justos que no necesitan de penitencia» (San Lucas 15, 7). Es necesario combatir la tonta soberbia. Te creías irrompible y ya ves… no lo eres.

En la Biblia se cuenta el sueño que tuvo un rey. Vio una estatua colosal hecha de materiales duros y buenos: la cabeza de oro, el pecho de bronce, los brazos de acero, las piernas de hierro; y, finalmente los pies, parte de hierro y parte de barro. Sus pies de barro eran frágiles, podían romperse y la estatua entera se derrumbaría. En el sueño el rey vio cómo una pequeña piedra dio en los pies de la estatua. La estatua era muy resistente, pero como dio en su punto débil que eran los pies, se vino abajo y se rompió.

Esto mismo nos pasa a todos los hijos de Adán y Eva. Cualidades formidables y también malas inclinaciones. Es decir, los pies de barro. Cada uno también tenemosun punto débil.

«¡Es que… siempre me confieso de lo mismo!», se oye con frecuencia. ¡Pues claro! ¡y menos mal! Que pregunten a Induráin si cada vez le fallaba una cosa. Lo que nos cuesta habitualmente es lo mismo. El punto flaco es el punto flaco: es punto y es flaco. Se trata de luchar una y mil veces hasta que el punto flaco se hace punto menos flaco, luego punto normal… y al final punto fuerte.

Tengo un amigo que se dedica a estudiar procesos de personas que pueden ser beatificados o canonizados. Me decía que lo que más estudian en la vida del posible santo es aquello que le costaba especialmente, su punto flaco, eso que solemos decir que es «superior a mis fuerzas»: cómo había luchado en aquello, cómo vencía, cómo reaccionaba cuando era vencido…

Dios mío, me has dado muchas buenas cualidades, pero soy miserable, tengo los pies de arcilla. Y me he venido abajo muchas veces. ¡Que no tire la toalla! ¿Cuál es mi punto flaco?

Y ahora sigue tú hablando con tu Padre-Dios. Ésta es la parte más importante: cuéntale y escucha. Coméntale tu punto débil.

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