Beata María Rafaela Cimatti, Virgen. Siglos XIX-XX.

De Ravena, de familia humilde, ingresó en las Hermanas Hospitalarias de la Misericordia. Atendió enfermos y dedicó oración durante la Segunda Guerra Mundial.

El que se remanga y se tira al pozo para ayudar a salir

No recuerdo cuándo ni dónde leí esta historia. Había una vez un chino que había sido seguidor de Confucio. Después, como el confucionismo no le llenaba, se hizo budista, religión muy extendida en Oriente. Por último, conoció el cristianismo a través de unos misioneros, se convirtió al cristianismo y se bautizó. Un día, estando de cháchara con un grupo de amigos, le preguntaron qué diferencia veía él entre las distintas religiones, porque en el fondo, le decían estos, todas son iguales.

Su respuesta fue contundente: «No, ni mucho menos; las religiones que yo he conocido no son iguales.» Y lo explicó de la siguiente manera. «Imagínate —dijo— que un hombre cae en un pozo. De ahí no puede salir por sus propias fuerzas, necesita la ayuda de alguien. Pasa junto al pozo Confucio. Oye los gritos pidiendo auxilio, se asoma al pozo… y le echa una bronca por tonto, por no fijarse en dónde pone el pie. Entonces le da una serie de consejos para que sea precavido.

»Al cabo de un rato pasa por allí Buda, que le mira compadecido y le da muy sabios consejos para salir del agujero. Pero después se va.

»Por último llega Jesús. Jesús no le dice nada, le mira, se remanga, baja al pozo con él y le ayuda a salir del pozo.»

Al final decía este joven chino: «¿Os dais cuenta por qué las tres religiones no son iguales? Yo soy cristiano, y he encontrado, por fin, la verdad.»

Es bueno que descubras tus defectos y le dejes a Jesús de Nazaret acercarse a tu vida. Lo que llamamos defectos no son simples errores que cometemos, como una falta de ortografía. Son mucho más. Son pecados, ofensas a Dios, a los demás y a nosotros mismos. Son como un agujero donde caemos por debilidad. No vale decir: «Yo es que soy así y no puedo cambiar.» Que tú eres así, es verdad; pero puedes cambiar porque Cristo te ayudará.

Pídele a Jesús que te ayude a salir de ese «agujero» de tus defectos y pecados. Jesús no nos da una clase de buen comportamiento, no nos da tampoco sabios consejos para vivir bien: ¡Jesús salva! Como dice el salmista: «Nuestro Dios es un Dios que salva.» Jesús nos saca de esos agujeros donde caemos a lo largo de la vida. Ser cristianos no es ser buena persona, ser impecable, no tener defectos, ser buenecito. Es mucho más: es darnos cuenta de que somos pecadores, que estamos inclinados al mal; y que Jesús nos quiere salvar del pecado, nos quiere liberar con su gracia y nos llama a nacer a una vida nueva con sus sacramentos. Esa vida nueva es la de ser y vivir como hijo de Dios. Jesús, primero con el Bautismo, después con la Confirmación y, durante toda tu vida, con la Confesión y la Comunión, «se mete en el agujero» en que cada uno caemospara ayudarnos a salir.

A veces nos comportamos como quien ha caído en un pantano y quiere salir del agua estirándose de los pelos hacia arriba. Así nunca saldrá. Necesitamos que alguien nos saque del pecado, o, dicho de otra manera, necesitamos un Salvador. Otras religiones proponen comportamientos buenos como camino de salvación. El cristianismo no habla de camino de salvación, sino de un Salvador.

Gracias, Jesús, por ser como eres, porque no te limitas a enseñarnos, sino que actúas, nos salvas. «Nuestro Dios es un Dios que salva.» Gracias, porque así es. Que en cada sacramento viva un encuentro contigo, un encuentro en el que te me entregas, en el que te haces uno conmigo. Gracias, sólo tú eres mi Salvador.

Ahora es el momento importante, en el que tú hablas a Dios con tus palabras, comentándole algo de lo que has leído. Cuando lo hayas hecho, termina con la oración final.

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