Santos Cornelio, Papa, y Cipriano, Obispo. Siglo III.

Mártires, celebramos la sepultura del primero y la pasión del segundo. Son celebrados juntos porque ambos testimoniaron, en días de persecución, su amor por la verdad indefectible ante Dios y el mundo.

Distinguir entre Dios y las obras de Dios

Bienaventurados los perseguidos… Esta última bienaventuranza es como la guinda que corona el pastel, la bienaventuranza que designa la perfección de todas las demás bienaventuranzas. ¿Por qué? Porque el hombre es perfecto en ellas cuando no las abandona por las tribulaciones.

Los cristianos sabemos que la persecución no es el punto final o el término de algo bueno, sabemos que es más bien el arranque y el inicio de cualquier empresa apostólica. La persecución, la crítica, la incomprensión, la burla… es el sello y la garantía de que se ha alcanzado la mayoría de edad, la madurez. El Señor nos dice, por eso, que no nos enfademos ni nos preocupemos, sino que perdonemos a nuestros verdugos (cfr. Lucas 23, 34).

Los primeros cristianos afrontaron la situación de persecución con alegría, una alegría que indignaba y desmontaba a sus propios perseguidores. Ellos no tenían complejo de víctima pues la única víctima es Jesucristo. Ante los demás podemos pasar por necios y locos, exagerados, pero para otros este tipo de locuras tienen una atracción especial, es algo que vale la pena, encuentran su sentido en la entrega total.

Un ejemplo de un perseguido reciente: F. X. Nguyen van Thuan, obispo de Saigón encarcelado en 1976, permaneció en la cárcel durante 13 años. En el año 2000 predicaba el retiro a Juan Pablo II y a la Curia Romana:

«Durante mi larga tribulación de nueve años de aislamiento en una celda sin ventanas, a veces bajo la luz eléctrica durante muchos días, a veces en la oscuridad, me parecía que me ahogaba por el calor y la humedad, al límite de la locura. Era todavía un obispo joven, con ocho años de experiencia personal. No podía dormir; me atormentaba la idea de tener que abandonar la diócesis, de que se derrumbasen tantas obras que había puesto en marcha por Dios. Experimentaba como una rebelión en todo mi ser.

»Una noche, desde lo profundo del corazón, una voz me dijo: “¿Por qué te atormentas así? Tienes que distinguir entre Dios y las obras de Dios. Todo lo que has hecho y deseas seguir haciendo: visitas pastorales, formación de seminaristas, religiosos, religiosas, laicos, jóvenes, construcción de escuelas, de foyerspara estudiantes, misiones para la evangelización de los no-cristianos…: todo eso es una obra excelente, son obras de Dios, ¡pero no son Dios! Si Dios quiere que abandones todo eso, hazlo enseguida, y ¡ten confianza en él! Dios hará las cosas infinitamente mejor que tú. ¡Tú has elegido a Dios sólo, no sus obras!

»Esta luz me dio una paz nueva, que cambió totalmente mi modo de pensar y me ayudó a superar momentos físicamente casi imposibles. Desde ese momento, una fuerza nueva llenó mi corazón y me acompañó durante trece años. Sentía mi debilidad humana, renovaba esta elección ante las situaciones difíciles, y la paz no me faltó nunca.

»Elegir a Dios, y no las obras de Dios. Éste es el fundamento de la vida cristiana, en todo tiempo. Y es, a la vez, la respuesta más auténtica al mundo de hoy. Es el camino para que se realicen los designios del Padre sobre nosotros, sobre la Iglesia, sobre la humanidad de nuestro tiempo.»

Para evitar la persecución, existe la tentación de huir: haciéndonos mundanos, disimulando para no llamar la atención y ser normales, no dando la cara, abandonando lo que resulta extraño en nuestro ambiente… ¡Qué pena si dejamos de ser perseguidos porque huimos, pues perderemos la bienaventuranza!

Señor, quiero distinguir entre tú y tus obras. Que te elija a ti, y no tus obras. Que no me confunda, que no me olvide de ti. ¡Gracias, Señor, por esta familia cristiana! ¡Qué suerte ser cristiano, y contar con estos hermanos como François Xavier Nguyen! Santa María, Madre de los cristianos, Reina de los mártires, que ninguno de tus hijos huyamos de las persecuciones que Dios permita.

Habla con Jesús si sabes distinguir entre Dios y las obras de Dios. Puedes terminar con la oración final.

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