La Inmaculada Concepción, patrona de España

La Concepción Inmaculada de María fue solemnemente declarada como verdad de fe definida por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854.

El sueño de Yavé

La Virgen María, la Inmaculada, es la mejor criatura que Dios ha creado: es su obra maestra.

En un cuento, el Arcángel San Gabriel explica a un pastor cómo Dios preparó a su Madre:

—Hace muchos siglos, antes de que existiera el universo, Yavé pensó crear la más hermosa de todas sus obras. Para Dios esto parecía sencillo, sin duda lo era. Al fin y al cabo, entre todas las criaturas, alguna debería ser la más perfecta, y Él podía formarla cuando quisiera. Pero es que el Señor no se conformaba con eso: quería hacerla tan bella que no fuese posible mejorarla. Ni Él mismo debería ser capaz de lograrlo.

De este modo, reunidos (como siempre están) el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, decidieron unánimemente resolver el problema del modo más sencillo: harían que aquella criatura estuviese siempre íntimamente unida a cada una de las tres Personas Divinas que recibiera de ellas toda la belleza y todas las perfecciones de Yavé. Ella, a su vez, las reflejaría como un espejo limpísimo.

—Yo seré su Esposo —dijo el Espíritu Santo. La haré santa desde el mismo comienzo de su ser; fecundaré sus entrañas con mi presencia, y siempre estará llena de mí y de mis dones. Será Inmaculada y tan graciosa como sólo puede serlo la Esposa del mismo Dios.

—Yo seré su Hijo —continuó el Verbo—. Recibiré su carne y su sangre, sus gestos y sus mimos. Y divinizaré sus besos, su mirada y las manos que me acaricien. Todo lo suyo será divino, porque también será mío.

—Será mi Hija predilecta —afirmó el Padre—. Estará siempre ante mis ojos, y con mi mirada la iré embelleciendo hasta que yo mismo no pueda dejar de contemplarla, de tanto amor que la tenga.

Esto dijeron los tres. Y los Ángeles, que estamos siempre en la presencia de Dios, escuchábamos maravillados, sin saber a qué clase de Ángel podría referirse Yavé cuando hablaba de una criatura tan excelsa. (…)

Lo entendimos, al fin, cuando Yavé empezó a soñar con la que había de ser su Madre, su Hija y su Esposa. Pensando en sus ojos, creó el mar; imaginando su sonrisa, lleno las flores de pétalos; añorando sus caricias, nacieron las palomas. Y en cada mujer, desde el comienzo del mundo hasta hoy, puso algo de María. ¡Lástima que algunas lo destruyan!

Ya sabes que en el cielo no hay envidia. Desde que el Señor nos puso a prueba y Satán cayó de lo alto, nunca hemos tenido ese extraño problema. Así que estábamos todos tan contentos… ¿Y sabes cómo llamábamos a María?; el sueño de Yavé. Hasta que un día nació la Virgen, y Dios nos dijo su nombre: Llena de Gracia. Así se llama desde toda la eternidad, así la saludé yo hace nueve meses en su casa de Nazaret.

Gracias, Dios mío, por haberme dado por madre a María. ¡Qué alegría, madre mía, que existas! ¡y que seas tan perfecta! ¡y tan buena! ¡Bendita eres tú entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre!

Ahora te toca a ti hablar con María, tratarle muy bien, y hacerle pasar un rato fantástico: basta con que te abras a ella y le digas cosas bonitas con ganas de agradarle. ¿Cuentas con ella para todo?

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