San Ignacio de Loyola, Fundador de la Compañía de Jesús. 1491-1556

Herido de guerra, se convirtió comenzando una vida de oración y penitencia. Desde entonces comenzó sus estudios de teología, ejerció un fecundo apostolado e impulsó la expansión de su Orden.

Cuatro momentos de san Ignacio de Loyola

Voy a copiar cuatro textos breves de la Autobiografía de san Ignacio, a quien hoy celebramos. En primer lugar cuenta cuando, después de ser herido en la guerra, ya bastante recuperado, se convierte por una casualidad: no hay más que dos libros en la casa en la que se encuentra:

«Mas nuestro Señor le fue dando salud; y se fue hallando tan bueno, que en todo lo demás estaba sano, sino que no podía tenerse bien sobre la pierna, y así le era forzado estar en el lecho. Y porque era muy dado a leer libros mundanos y falsos, que suele llamar de Caballerías, sintiéndose bueno, pidió que le diesen algunos dellos para pasar el tiempo; mas en aquella casa no se halló ninguno de los que él solía leer, y así le dieron un Vita Christi y un libro de la vida de los Santos en romance» (5).

Otro momento: cuenta la primera tentación que sufrió después de recibir enormes gracias para fundar la Compañía de Jesús; es importante ver la decisión con la que lucha, rechaza sin dialogar, corta de entrada:

«… le vino un pensamiento recio que le molestó, representándosele la dificultad de su vida, como que si le dijeran dentro del ánima: “¿y cómo podrás tú sufrir esta vida 70 años que has de vivir?” mas a esto le respondió también interiormente con grande fuerza (sintiendo que era del enemigo): “¡Yo miserable! ¿puédesme tú prometer una hora de vida?” y ansí venció la tentación y quedó quieto. Y ésta fue la primera tentación que le vino después de lo arriba dicho. Y esto fue entrando en una iglesia, en la cual oía cada día la misa mayor y las vísperas y completas, todo cantado, sintiendo en ello grande consolación» (20).

Este tercer texto deja claro que vivía en íntima unión con Jesucristo:

«Muchas veces y por mucho tiempo, estando en oración, veía con los ojos interiores la humanidad de Cristo, y la figura, que le parecía era como un cuerpo blanco, no muy grande ni muy pequeño, mas no veía ninguna distinción de miembros. Esto vio en Manresa muchas veces: si dijese veinte o cuarenta, no se atrevería a juzgar que era mentira. Otra vez lo ha visto estando en Hierusalem, y otra vez caminando junto a Padua. A nuestra Señora también ha visto en símil forma, sin distinguir las partes. Estas cosas que ha visto le confirmaron entonces, y le dieron tanta confirmación siempre de la fe, que muchas veces ha pensado consigo: si no huviese Escriptura que nos enseñase estas cosas de la fe, él se determinaría amorir por ellas, solamente por lo que ha visto» (29).

Por último, mira cómo escribió las Constituciones de la Compañía: pegado a la misa y en oración:

«El modo que el Padre guardaba cuando hacía las Constituciones era decir misa cada día y representar el punto que trataba a Dios y hacer oración sobre aquello y siempre hacía la oración y decía misa con lágrimas. Yo deseaba ver todos aquellos papeles de las Constituciones y le rogué me los dejase un poco, pero él no quiso» (101).

Aprendamos de este gran santo.

Señor, Dios nuestro, que has suscitado en tu Iglesia a san Ignacio de Loyola para extender la gloria de tu nombre, concédenos que después de combatir en la tierra, bajo su protección y siguiendo su ejemplo, merezcamos compartir con él la gloria del cielo.

Puedes seguir ahora hablando con él, y repasa los cuatro momentos contados arriba, y mira cómo imitarle especialmente en uno de ellos. Agradécele sus cuidados y su cercanía durante este mes.

 

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