San Mauricio, Mártir. Siglo III.

Era el comandante de la Legión Tebana. Recibió órdenes para acudir a la Galia en auxilio del emperador Maximiano. Combatieron valientemente, pero se negaron a perseguir a los cristianos. Al negarse por segunda vez, fueron ejecutados.

Quien bien te quiere… te exigirá

Entrevistaban a George Steiner, intelectual judío:

«Dice usted que nació minusválido de la mano y del brazo derechos, y que cierta dosis de voluntarismo de sus padres… porque hay un voluntarismo cultural y se necesita un asombroso voluntarismo para forzarlo a escribir con la mano derecha minusválida. Creo que le ataban la mano izquierda a la espalda, para obligarlo a escribir con la derecha. ¡Sería incomprensible hoy día!»

Él contesta rápidamente:

«Pues verá: ¡lo siento por hoy! Una vez aprendido el hecho de que un pequeño hándicap es un gran privilegio, es decir, una escuela de esperanza, una escuela de la voluntad donde se califica cada progreso, el hecho de que para atarse los lazos de los zapatos uno necesite un año de ejercicio (cuando ya existían los cierres de cremallera)… es de eso precisamente de lo que estamos hablando: o sea, en lugar de decirle al niño “Pobrecito, te facilitaremos las cosas”, se le dice: “¡Qué suerte tienes, te las haremos más difíciles!”

»Sin caer en la mínima presunción, créame, comprendí muy muy pronto una de las máximas preferidas de mi padre (es de Spinoza), que dice que “la cosa excelente ha de ser muy difícil”. ¡Que sí, es exacto! Para nada se trata de castigar: hoy, cuando todas las terapias son terapias de facilidad, creo que es mucho más difícil crecer con alegría —y subrayo alegría—. La lucha por resolver los problemas cotidianos: tuve la suerte inmensa de tener padres que lo habían comprendido. No había nada de sádico ni de siniestro, al contrario: cuando llega el éxito es una risotada de alegría.»

Quien ama exige lo bueno y lo mejor. Quien no ama no exige, porque no le importa el bien del otro. Los mandamientos tienen esta misma razón de ser. No son mandatos caprichosos de Dios al hombre, sino la exigencia de lo que es bueno para el hombre, para que el hombre sea verdaderamente hombre, un verdadero hombre, un gran hombre. Todos los mandamientos se pueden «resumir» de una manera positiva, como nos muestra el Catecismo (2052):

«Maestro, ¿qué he de hacer yo de bueno para conseguir la vida eterna?» Al joven que le hace esta pregunta, Jesús responde primero invocando la necesidad de reconocer a Dios como «el único Bueno», como el Bien por excelencia y como la fuente de todo bien. Luego Jesús le declara: «Si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos». Y cita a su interlocutor los preceptos que se refieren al amor al prójimo: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no levantarás testimonio falso, honra a tu padre y a tu madre». Finalmente, Jesús resume estos mandamientos de una manera positiva: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mt 19, 16-19).

Gracias, Dios mío, por los mandamientos, por decirnos clara y expresamente lo que necesitamos para vivir. Que me deje exigir por ti y por los demás: que me puedan decir las cosas que me convienen, que lo agradezca, que haga caso. Señor, ¿voy a por lo bueno o a por lo fácil?

Esta pregunta es interesante: conviene que la hables ahora con Él. Puedes terminar luego con la oración final.

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