San Agustín Zhao Rong y compañeros mártires. Siglo XVII-XIX

La Iglesia nos recuerda en este día el martirio en China, fueron un total de 120 los que prefirieron la muerte dando testimonio de su fe en Jesucristo entre los años 1648 y 1930.

El fuego de la pereza

Nos lo cuenta Susanna Tamaro en su libro Anima Mundi: «Un árbol, a lo largo de su vida, puede ser sacudido por un gran número de tempestades. Temporales, trombas de viento, de vendavales de nieve pueden caer sobre él, golpearlo, sacudirlo de un lado a otro sin que pase nada. Cuando, después, vuelve a salir el sol, él sigue estando allí, en medio del prado, con sus ramas majestuosas. Tan sólo el fuego le resulta irresistible, las llamas corren veloces y él no tiene piernas para desplazarse. Alrededor todo crepita, es lamido y devorado, cada pequeño matorral se transforma en una tea. Al final, el fuego llega hasta su tronco, acaricia la corteza, de la corteza sube hasta la copa, quema los nidos y los insectos, reseca la savia y quema ramas y hojas. Habían sido necesarios decenios para que de una semilla brotase aquella forma majestuosa, y, en pocas horas, todo muere. La gran hoguera arde en la noche. Hay calor y luz alrededor, y en lo alto, después de la luz, el humo blanco. Aquella columna de nubes se puede ver a kilómetros de distancia a la mañana siguiente, en medio del claro, sólo queda un muñón negro. (…)

»Había olvidado que soy un arbusto. Creía ser de hormigón, de metal o de amianto, de algo que no podía verse afectado por el fuego. En el momento en que empecé a sentir calor ya era demasiado tarde, yo mismo era la hoguera. Donde quiera que fuese la llevaba conmigo.»

En algunos países, este mes es de mucho sol: ojalá el fuego del sol no queme a nadie. ¿Sabes cuál es uno de los fuegos que arrasa con todo? El de la pereza. El perezoso va destruyendo poco a poco lo que tiene. Hay que evitar que todo el esfuerzo de los meses pasados, con sus trabajos y sus luchas, se pierda.

Dos características del perezoso:

1.      Siempre tiene una excusa a mano. Le resulta fácil creerse lo que sea para no moverse: «es mejor después, estoy muy cansado, eso no sirve para nada, da igual hacerlo o no, no tengo por qué hacerlo yo, si lo hago se malacostumbrarán los demás, qué más da dejarlo a medias…» Quien lleva tiempo siendo perezoso se hace un auténtico generador de excusas convincentes.

2.      Siempre queda defraudado. El perezoso es un perdedor, y va de perdedor: se arrastra. Sus planes no le cansan pero le aburren. Se priva de cosas formidables por no vencerse en un momento.

Este mes iría bien que declarases la guerra a la pereza. Apaga el incendio antes de que te alcance. Mira con qué energía advertía san Pablo a los primeros cristianos contra la pereza: «El que no trabaja, que no coma. Porque nos hemos enterado de que algunos viven sin trabajar, muy ocupados en no hacer nada.» Sea tiempo de vacaciones o de trabajo, sea fin de semana o martes… no podemos ocuparnos en no hacer nada. Y continúa: «Pues a esos les mandamos y recomendamos, por el Señor Jesucristo, que trabajen con tranquilidad para ganarse el pan. Por vuestra parte, hermanos, no os canséis de hacer el bien» (Filipenses 4, 8-9).

Madre mía, no quiero quemarme, perder lo bueno que Dios me ha dado y lo trabajado durante tiempo… por dejarme engañar por la pereza. Hazme diligente, ágil, emprendedor, ilusionado… Que no me crea ninguna excusa de las que me dé la pereza.

Puedes seguir hablando con Dios. Pregúntale si te ve perezoso, pídele lo que ves que te supera…

Ver todos Ver enero 2022