San Isidoro de Sevilla, Arzobispo de Sevilla y Doctor de la Iglesia. Siglos VI-VII.

Hermano de San Leandro de Sevilla y tío de San Hermenegildo. Defendió la fe contra los arrianos, se ocupó de la organización eclesiástica, presidió varios concilios y contribuyó al florecimiento de la vida religiosa en España.

Perdonadles

Como sabes, en la Guerra Civil que hubo en España en 1936-1939, hubo algunos que fueron contra la Iglesia: por el hecho de ser cristianos, algunos fueron asesinados. Varios centenares de ellos han sido canonizados en 2007. Éste es uno de ellos: Bartolomé Blanco, jienense de Pozoblanco.

Tenía 21 años y una novia maravillosa. La víspera de su fusilamiento se despide de sus familiares, de sus tías y primos, con estas palabras:

«Conozco a todos mis acusadores. Día llegará en que vosotros también los conozcáis. Sea ésta mi última voluntad: perdón, perdón y perdón. Una indulgencia que quiero venga acompañada de hacerles todo el bien posible.

»Os pido que me venguéis con la venganza del cristiano, devolviendo mucho bien a quienes me han intentado hacer mal.»

¿Qué puede mover a un joven obrero y sindicalista a expresarse con semejante serenidad? ¿Cuál será la clave por la que tantos cristianos hayan respondido así? ¿No te parece que si es posible vivir así, de perdonar como ellos lo hicieron, y de creer con tranquilidad y firmeza, merece la pena emplear la existencia para encontrar la clave?

Así es la venganza del cristiano: devolver mucho bien a quien ha querido hacernos mal. Que Cristo haya resucitado significa que sigue vivo. Y vive en los cristianos. Sin su vida en nosotros, no nos resultaría posible comportarnos como estos 498 mártires de la Guerra Civil se portaron cuando les persiguieron por ser cristianos. Ahí está la clave: pero sólo se desvela a quien la busca… con las manos atrás, es decir, sin querer imponerse, sin exigir demostraciones, sin desconfiar. Si le encontramos, también nosotros diremos: «Os pido que me venguéis con la venganza del cristiano, devolviendo mucho bien a quienes me han intentado hacer mal.»

Señor, vive en mí. ¡Ven, Señor Jesús! Ven, y habita en mí. Que cada vez te deje estar más plenamente, que cada día me poseas más de manera que seas tú quien vive en mí, como decía san Pablo. Por intercesión de todos los mártires, te ruego por todos los cristianos que estamos todavía de camino.

Convéncele ahora para que te enseñe a perdonar, y mira si aplicas «la venganza cristiana» de la que hablaba Bartolomé.

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