Santa Teresa del Niño Jesús. Siglo XIX.

Nacida en Francia, el Papa Pío XI la canonizó y la proclamó patrona universal de las misiones. En el Carmelo vivió dos misterios: la infancia de Jesús y su pasión. Por ello, solicitó llamarse sor Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz.

Tengo sed

Al norte de Francia, en la zona donde tuvo lugar el desembarco de Normandía, hay un pueblo grande llamado Lisieux. Allí vivían cinco hermanas con su padre. Los domingos toda la familia asistía a misa a la iglesia de San Pedro, normalmente en una capilla lateral. Uno de esos domingos, en 1887, la novena de las hijas, Teresa, se dio cuenta de algo:

»Un domingo, contemplando una estampa de nuestro Señor en la cruz, quedé profundamente impresionada al ver la sangre que caía de una de sus manos divinas. Experimenté una pena inmensa al pensar que aquella sangre caía al suelo sin que nadie se apresurase a recogerla, y resolví mantenerme en espíritu al pie de la cruz para recibir el divino rocío que goteaba de ella, comprendiendo que luego tendría que derramarlo sobre las almas… El grito de Jesús en la cruz resonaba también continuamente en mi corazón: “¡Tengo sed!” Estas palabras encendían en mí un ardor desconocido y vivísimo… Deseaba dar de beber a mi Amado, y yo misma me sentía devorada por la sed de las almas… No eran todavía las almas de los sacerdotes que me atraían, sino las de los grandes pecadores; ardía en deseos de arrancárselas al fuego eterno…»

Así arraigó su vocación, a los catorce años. Más tarde se hizo carmelita. Cuando estaba en éstas se casó Juana, una chica que conocía mucho. Teresa aprendió las delicadezas que debe tener una chica con quien va a ser su esposo. Entonces se le ocurrió hacer una invitación de boda, como la que había hecho Juana, para su casamiento con Jesús. Esto ponía en la invitación:

CARTA DE INVITACIÓN PARA LAS BODAS DE SOR TERESA DEL NIÑOS JESÚS DE LA SANTA FAZ. «El Dios Todopoderoso Creador del Cielo y de la tierra, Soberano Dominador del Mundo, y la Gloriosísima Virgen María, Reina de la Corte Celestial,

tienen a bien participaros el Casamiento de su Augusto Hijo, Jesús, con la Señorita Teresa Martín, ahora Señora y Princesa de los reinos aportados en dote por su Divino Esposo, a saber: la Infancia de Jesús y su Pasión, siendo sus títulos de nobleza: del Niño Jesús y de la Santa Faz Rey de Reyes y Señor de señores.

El Señor Luis Martín, Propietario y Dueño de los Señoríos de Sufrimiento y de la Humillación, y la Señora de Martín, Princesa y Dama de Honor de la Corte Celestial [dice esto porque su madre ya había muerto y estaba en el cielo],

tienen a bien participaros el Casamiento de su hija Teresa, con Jesús, el Verbo de Dios, segunda Persona de la Adorable Trinidad, que, por la operación del Espíritu Santo, se hizo Hombre e Hijo de María, la Reina de los Cielos.»

Hoy celebramos la fiesta de santa Teresa de Lisieux. Vamos a tratar como ella, con corazón y cercanía, con humor y cierta locura, a Jesús.

Señor, quiero saciarte la sed de almas, la necesidad que tienes de mi corazón, y del corazón de todos los hombres. Que resuenen continuamente en mi corazón tus palabras «Tengo sed». Que comparta contigo la sed. Ofreceré todos los días mi vida por la salvación de todas las almas. Que, como Teresa, ponga el corazón en mi relación contigo: que te trate como a mi amor, que te trate como a mi Esposo.

Ahora es el momento importante, en el que tú hablas a Dios con tus palabras, comentándole algo de lo que has leído. Cuando lo hayas hecho, termina con la oración final. 

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