Santa Liduvina, Virgen. Siglo XV.

De Schiedam (Países Bajos), a los 15 años cayó al hielo patinando, se rompió una costilla y permaneció desde entonces en cama, enlazándosele una enfermedad con otra.

En la hora de nuestra muerte

La asignatura que impartió en más ocasiones el papa Benedicto XVI, en sus años de profesor en la universidad alemana, fue la Escatología. La escatología es una asignatura que trata de la muerte y lo que viene después de ella. Publicó un libro de esta materia. En ese libro escribe: «Las letanías de los santos explican la postura de la fe cristiana frente a la muerte en esta petición: Líbranos, Señor, de una muerte temprana e inesperada. El que a uno se le arrebate súbitamente, sin poder prepararse, sin estar dispuesto, aparece como el peligro del hombre, del cual quiere ser salvado. Quisiera hacer con plena conciencia el último trecho del camino. Quiere morir él mismo.»

Así hemos rezado siempre los cristianos. Pero continúa: «Si hoy se intentara formular una letanía de los no creyentes, la petición sería la contraria: Señor, danos una muerte repentina e insospechada. Que la muerte venga repentinamente, sin tiempo para pensar ni padecer. Lo primero que esto demuestra es que no se ha conseguido plenamente la anulación del miedo metafísico.

»Es lógico que los que no tienen la suerte de la fe en este Dios bueno queden dominados a veces por el miedo al momento de la muerte. Pero los cristianos vivimos de cara a la otra vida. Jesús ha resucitado y vive para siempre, en lo que podemos llamar la ciudad de Dios, en esa fiesta del Cielo, donde la felicidad no tiene sombra. Nosotros hemos sido creados para habitar allí definitivamente. Los cristianos de todos los tiempos han considerado que poder prepararse para la muerte… es una suerte.»

Durante este tiempo de Pascua es bueno que agradezcamos al Señor este tiempo de vida, y que le pidamos la gracia de ir al Cielo. En el Avemaría se lo pedimos a María tantas veces: «Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de la muerte.»

Sí: en la hora de la muerte queremos tu compañía, Madre nuestra. Que nos podamos preparar, que nos ayudes a abrirnos lo más perfectamente posible a dejarnos abrazar totalmente por este Padre nuestro que es todo amor, y no quiere otra cosa más que introducirnos plenamente en su vida, en la vida que nos has ganado con la resurrección.

Líbranos, Señor, de una muerte temprana e inesperada. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Ahora te toca a ti hablar a Dios con tus palabras, comentándole lo leído o lo que quieras.

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