Transfiguración del Jesús. Siglo I.

Jesús se transfiguró en el monte Tabor un año antes de su Pasión con la presencia de Santiago, Pedro y Juan. Les dijo que algunos de los apóstoles verían la gloria de Dios antes de morir. También compartieron esta experiencia: Santa Teresa de Ávila, San Juan de la Cruz, Santa Teresita del Niño Jesús y San Pablo.

El cristiano Vidriera

Jesús sí tuvo algún que otro secreto. Hoy celebramos una fiesta al recordar un hecho que fue un secreto de Jesús. Le ocurrió un día que estaba solo con tres de los apóstoles, en una montaña. Al bajar les pidió que no se lo dijesen a nadie. Ese día se transfiguró. Así lo cuenta san Mateo: « En aquel tiempo, Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos y su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con Él. Pedro entonces tomó la palabra y dijo a Jesús: “Señor, ¡qué hermoso es estar aquí! Si quieres haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías” (Mateo 17)».

¿Qué quiere decir que se transfiguró? Que tras su figura se veía otra cosa: de algún modo se dejó ver su condición de Hijo de Dios en toda su gloria. Una forma de decirlo: su figura se hace transparente, el cuerpo deja de tapar al verdadero sujeto, deja de ocultar a quien es, el Hijo de Dios.

¿Para qué se transfigura? Antes de su pasión, cuando en su cuerpo sólo verán «un gusano herido y medio muerto» que despertará desprecio y repugnancia, quiere hacerles ver a unos pocos que él sí es el Hijo de Dios hecho hombre.

Por otro lado esta fiesta nos recuerda a todos los cristianos que también nosotros debemos ser en la vida como vidrieras, que debemos transparentar que somos hijos de Dios, dejar ver lo que hay tras nosotros: la vida de Cristo, el amor del Padre…

Por último, nos recuerda otra cosa: nuestro cuerpo en el cielo estará libre de las leyes espacio-temporales que aquí lo tienen sujeto. Después de morir, nuestro cuerpo será un cuerpo glorioso como el de Jesús en este momento de la transfiguración y después de su resurrección: un cuerpo que, entre otras cosas, no se corromperá jamás.

Señor, en el cielo diré lo mismo que Pedro: ¡qué bien se está aquí! ¡Que tenga paciencia! ¡Ya llegará ese día! Que durante la vida sea capaz de vivir como una vidriera limpia, que a través de mí pasen tus rayos, ilumines y des calor a través de mi figura. Quiero ser tu vidriera, Señor: ¡transfigúrame!

Ahora puedes seguir hablando con el Señor con tus propias palabras. Él te ve, te escucha y te comprende. Procura terminar con un pequeño propósito. Después puedes recitar la oración final.

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