San José María Escrivá de Balaguer, Fundador del Opus Dei. Siglo XX.

De Barbastro, fue doctor en Derecho y fundador de la prelatura Opus Dei en 1928. Fue nombrado consultor de dos Congregaciones vaticanas, miembro honorario de la Pontificia Academia de Teología y prelado de honor de Su Santidad.

Huellas en la nieve

Logroño. Un enero especialmente frío deja la ciudad cubierta de nieve. San Josemaría es entonces un chaval de unos 15 años que, a primera hora de la mañana, va camino del colegio San Antonio, donde estudia. De pronto, algo llama poderosamente su atención:

—Pero… ¿qué es eso? ¡Son huellas de pies descalzos que se alejan! ¿A quién pertenecerán?

A cierta distancia descubre a un religioso carmelita descalzo que se dirige a su convento, situado en las afueras de la ciudad.

—¡Son suyas! —se dice Josemaría—. ¡Pobre sacerdote! ¡Cuánto frío estará pasando!

Este hecho le remueve el corazón.

—Si ese carmelita es capaz de sacrificarse así por amor a Dios, ¿qué es lo que yo debo hacer por Él?

Nadie se da cuenta, pero a partir de ese momento siente grandes deseos de acercarse a Dios. Comienza a asistir a Misa y a comulgar diariamente, a confesarse más a menudo, a ofrecer todos los días sacrificios por amor a Dios y a los demás… Así empieza la vida de alguien que sería un santo, y hoy celebramos su fiesta.

Alguien me decía: «el mal ejemplo arrastra; el buen ejemplo sólo despierta admiración.» Es cierto que ver lo que otros hacen mal a veces nos empuja a imitarles, pero ver lo que hacen bien puede hacernos decir: ¡qué buena persona!, pero no nos lleva a mejorar. Sin embargo, a Josemaría el buen ejemplo le arrastró.

Más tarde, Dios pediría a Josemaría que gritase al mundo un mensaje: que todos los bautizados estamos llamados a ser santos. Sí, todos. Cada uno en su vida corriente, en su situación, en sus circunstancias, puede ser santo; se trata de vivir lo que a uno le toca como hijo de Dios.

Años después escribió un libro que tituló Es Cristo que pasa. Viviendo como hijos de Dios, seremos Cristo que pasa para los que conviven con nosotros. Como el ejemplo de aquel carmelita que andaba descalzo por la nieve, si nosotros hacemos bien y con alegría lo que tenemos que hacer, despertaremos en otros el deseo de seguir a Jesús. Al vernos se preguntarán, atraídos por la belleza de la vida cristiana: ¿qué es lo que yo puedo hacer por Dios y por los demás?

Señor, me has creado para que sea santo. Que no piense que eso es difícil, para otros mejores que yo. Quiero vivir como hijo tuyo. Te pido por intercesión de san Josemaría que cuando sea testigo de lo bueno que hacen otros, me plantee que también yo puedo hacer mucho bueno, que sea generoso y me decida a hacerlo. Sin embargo, cuando vea hacer el mal, que pida por esa persona… Ahora dime, Señor: y yo ¿qué deberé hacer por ti?

Ahora te toca a ti hablar a Dios con tus palabras, comentándole lo leído o lo que quieras. ¿Por qué no repasas con Él cómo te influye el buen y el mal ejemplo que otros te dan? Termina, después, con la oración final.

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