San Pedro Canisio, Doctor de la Iglesia. 1521-1597

Ingresó en la Compañía de Jesús. Tomó parte activa en el concilio de Trento. Se distinguió por la profundidad de su cultura teológica, por su celo y actividad, pero también por el espíritu conciliador.

Andaba a gatas

A Mauricio le conocí hace muchos años. Éramos compañeros de guardería. La vida nos separó y desde entonces no me lo he encontrado hasta ahora: han pasado 22 años. Me sorprende verlo andando a gatas. No sé cómo hacer para no mostrar extrañeza y a la vez preguntarle por la causa de su enfermedad: ¡Debe de ser muy duro no poder andar a los 25 años y verse obligado a gatear! Por fin, tras los primeros saludos y divertidos recuerdos, abordo el tema.

—No, no tengo ninguna enfermedad —me contesta —. Es un trauma.

—¡Ah, sí! ¿Cómo es eso?

—A los cuatro años me costaba todavía andar: algo de torpeza. En esos intentos, cuando por fin me solté, me caí la primera vez; también la segunda. Lo intenté una tercera vez, y como volví a caerme ya dejé de intentarlo. Como vi que eso de andar no era lo mío, decidí desplazarme a gatas. No lo intenté una ni dos veces, sino tres. Para estar toda la vida cayéndome y humillado, prefería hacerme a este modo de vida. No me va tan mal, aunque algo limitado y muy cansado.

Es evidente que este sucedido no es real al cien por cien. A ese tal Mauricio no me lo he encontrado. Pero sí me he encontrado muchos jóvenes y menos jóvenes que con su alma siguen andando a gatas: ya no se proponen ser santos, vivir para los demás, hacer oración, vivir algunas virtudes, luchar por… porque lo intentaron tiempo atrás… y como no lo consiguieron ya no lo intentan más. Así es: ¡ya no lo intentan más!

¡Ése es el fracaso de Jesucristo en algunos cristianos! Él se hace hombre para que seamos santos. ¡Y podemos! Tan sólo hacen falta dos cosas.

Primera, llevar las ballestas metidas en el tendido eléctrico, como los trolebuses y tranvías; esto es, mantener relación con Dios buscando la gracia en la oración y los sacramentos (sobre todo la Eucaristía y la Penitencia).

Segunda, querer. Querer no es un simple desear. Te copio lo escrito por un psiquiatra:

«Querer es buscar algo poniendo la voluntad por delante; con empeño y tesón, dejándose uno la piel en esa empresa. De ahí que se pueda decir que desea la persona poco madura y quiere el hombre hecho y sólido. Cuando queremos alcanzar algo poniendo la voluntad en marcha, hay tres etapas importantes: “1—. Saber lo que uno quiere: esto es fundamental. Tanto, que el que no sabe lo que quiere en la vida, no puede ser feliz. Después, poner los medios adecuados con ilusión. 2—. Viene después la determinación rotunda de que esa pretensión no sea algo fugaz, pasajero, sin consistencia, como una tormenta de verano. De ahí que la voluntad sea una mezcla de disposición decidida, tesón, tenacidad, insistencia que no se doblega ante las dificultades e imprevistos, que es capaz de crecerse ante las dificultades… Un hombre que obra de ese modo va haciendo como una fortaleza amurallada. No habrá empresa que se le resista y, antes o después, irán llegando los frutos. 3—. Por último está el mise au point de los franceses o el ready to go de los anglosajones; ponerse en movimiento.»

¡Aplícalo! Ser santo es participar de la santidad de Dios, recibir de él la vida nueva; por eso las ballestas en el tendido eléctrico. Pero si no queremos… no hay nada que hacer.

Jesús, quiero ser santo. ¿Me ha ocurrido a mí lo que a Mauricio? ¿Puedo decir que llevo habitualmente metidas mis ballestas en el tendido eléctrico? ¿Quiero ser santo? ¿Vivo esas tres etapas? Madre mía ¡puedo! Es lo verdaderamente importante en mi vida. Que no me desanime, porque soy santo no cuando hago todo bien, sino cuando lucho por ser buen hijo de tan buen Padre, por ser buen hermano de Jesucristo.

Puedes comentar con Él, con humor, si has sido o eres en algo como el imaginario amigo Mauricio… Termina, después, con la oración final.

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