Beata María Ana de Jesús Navarro, Religiosa Mercedaria. Siglo XVII.

De Madrid, de noble e ilustre linaje, maltratada por su padre y su madrastra, dejó su casa para labrarse una celda junto a la ermita de Santa Bárbara. Después recibió el hábito de Nuestra Señora de la Merced.

Respeta cada palabra suya como si fuese mía 

Santa Faustina de Kowalska tuvo experiencias sobrenaturales. Jesús le hizo saber muchas cosas. Cuenta en su diario:

«El Señor me dijo: “(…) hija mía, me escondo detrás de tu director espiritual; él se ocupa de ti según mi voluntad; respeta cada palabra suya como si fuera mía propia; él es el velo detrás del cual me escondo. Tu director espiritual y Yo somos uno, sus palabras son palabras mías.”»

¡Es impresionante! Los cristianos somos una familia, en la que ninguno estamos solo. Dios ha querido que también espiritualmente viajemos en la vida con una compañía. Es lo que llamamos en la iglesia «acompañamiento espiritual» o «dirección espiritual».

En la confesión nos encontramos con Dios, que nos da su perdón. Pero también es posible, para el que quiera, recibir junto a la confesión una específica ayuda espiritual, si nos confesamos habitualmente con el mismo sacerdote, de manera que nos vaya conociendo y con quien desahogamos nuestra alma. Tenemos la suerte, todos, de contar con esa ayuda. Y tenemos la garantía de lo que santa Faustina escribe.

También santa Teresa de Jesús lo dijo muchos años antes: «Siempre que el Señor me mandaba una cosa en la oración, si el confesor me mandaba otra, el Señor volvía a hablarme diciéndome que obedeciera al confesor; después Dios le cambiaba el corazón para que me mandara la voluntad del Señor.»

Y en otra ocasión: «Como sé que la fuerza de la obediencia suele facilitar cosas que parecen imposibles, la voluntad se decide a escribir de buena gana, aunque la salud se debilita mucho. Si tampoco me diere el Señor esto, con cansarme y acrecentar el dolor de cabeza por obediencia, quedaré con ganancia, aunque de lo que dijere no se saque ningún provecho.»

Cuentan que un día unas carmelitas contaban a santa Teresa que había una mujer que, por amor a Dios, hacía grandes sacrificios. Teresa siempre se había considerado mediocre en lo que respecta a la penitencia. Pensó en su interior la posibilidad de hacer más sacrificios, y al comentarlo con el sacerdote con quien se confesaba, a éste no le pareció oportuno que se mortificara más. Teresa en su oración comenzó a quejarse por ello, se le ocurrió la idea de desobedecerle, y mientras discurría en estas cosas, sintió con claridad que al Señor le agradaba más su obediencia que sus sacrificios.

Puedes terminar con esta oración de santa Faustina:

Te agradezco, oh Dios, todas las gracias con las que continuamente me llenas. Las que me iluminan como los rayos del sol, y con las que me indicas el camino seguro. Gracias, oh Dios, por haberme creado, por haberme llamado a la existencia de la nada, y por grabar en mí Tu divino sello. Y lo has hecho únicamente por amor. Gracias, oh Dios, por el santo bautismo, que me insertó en la familia divina. Es un don de la gracia grande e inconcebible que nos transforma las almas. Gracias, oh Señor, por la confesión, por esta fuente de grandísima misericordia, que es inagotable. Por este manantial inconcebible de gracias en el que blanqueas las almas manchadas por el pecado. Gracias, oh Jesús, por la Santa Comunión, en la cual Tú mismo Te nos das. Siento Tu Corazón latir en mi pecho mientras Tú mismo desarrollas en mí la vida divina. Gracias, oh Espíritu Santo, por el sacramento de la confirmación, que me arma Tu caballero y da fuerza al alma en cada momento, y me protege del mal.

Puedes comentar con Él si tienes dirección espiritual, y si podrías tenerla, o cómo la llevas.

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