San Nicolás el Peregrino. Siglo X.

Nacido en Grecia, recorrió su país con una cruz en la mano repitiendo la invocación “Kyrie Eleison”. Tras su muerte, realizó numerosos milagros. Es patrono de Trani.

 El saco siempre está lleno

Hay una pequeña obra de teatro de Pirandello que ha pasado a ser un clásico. Se titula Seis personajes en busca de autor. Como apunta el título, seis personajes, miembros de una familia, buscan un autor que les escriba. En un momento dado, el director de la obra se dirige al padre de la familia y le dice:

«—Bueno, pero eso no es más que una disertación. ¡A los hechos! ¡Vamos a los hechos!»

Entonces, el padre le da una contestación interesante:

«—A los hechos. Tiene usted razón. Pero un hecho es como un saco vacío, que no puede tenerse en pie. Para que se sostenga hay que llenarlo con las razones y sentimientos que lo determinaron.»

Es verdad que los hechos son importantes, pero los hechos no lo son todo. Los hechos son el saco, pero ¿qué hay dentro del saco? Este mes que dedicamos al Corazón de Jesús sería interesante que nos planteásemos qué hay dentro de los sacos de las acciones que realizamos, cómo ponemos el corazón en las cosas que hacemos, con qué intención, qué buscamos.

Un ejemplo. Cuentan que alguien que pasó por un lugar donde estaban unos obreros construyendo un edificio, al cruzarse con uno de los albañiles le preguntó qué hacía: «—Aquí estoy —le contestó—, ganando un poco de dinero, para llevar pan para mis hijos.» Unos pasos más adelante se encontró con otro obrero. La misma pregunta, y otra contestación: «—Pues ya ves —le dijo—, levantando esta pared.» Todavía se cruzó con un tercero, y recibió otra respuesta: «—Estoy construyendo una catedral.» Los tres albañiles hacían lo mismo con sus manos, pero sus corazones hacían cosas distintas.

El estilo de vida de los cristianos nos lleva a llenar el saco de nuestras obras con un contenido formidable y grandioso. Lo que llena el saco es la caridad, o sea, el amor a Dios y a los demás. Siempre es el motivo por el que hacemos las cosas —o por el que queremos hacerlas—. ¿Por qué estudio o trabajo? Para servir, para ayudar a otros, para facilitarles las cosas, para mejorar sus condiciones de vida… Por supuesto que ganamos dinero y levantamos una pared, pero miramos más alto: construimos una catedral, algo para Dios y para los demás.

Si quieres puedes repasar actividades que te llevan tiempo cada día y plantearte con Jesús cuál es el contenido que llena esos sacos. Por ejemplo: ¿Para qué toco la guitarra? Un cristiano diría: «Para disfrutar de la música —porque me gusta, porque disfrutando doy gloria a Dios, Él goza viéndonos disfrutar con la creación—, y para hacer pasar buenos momentos a los demás.» Y así con cualquiera de nuestras actividades.

Jesús, haz que mi corazón se parezca al tuyo. Quiero llenar el saco de mis acciones con amor: que todo lo haga por y para amar. Que haga las cosas para Dios y para los demás. Que mi corazón sea cristiano. Estudio para servir, trabajo para servir, todo quiero hacerlo para servir. Cada día estoy haciendo una catedral… ¡Gracias!

Ahora es el momento importante, en el que tú hablas a Dios con tus palabras, comentándole algo de lo que has leído. Cuando lo hayas hecho, termina con la oración final. 

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