San Dámaso I, Papa. 305-384

Defendió la fe y la unidad de la Iglesia. Se le distingue por promover el culto a los mártires, cuyos sepulcros decoró con sus propios versos.

Las páginas amarillas

Decía el catecismo que Dios se hizo hombre para salvarnos del pecado y para darnos ejemplo de vida. Darnos ejemplo; por eso me pareció muy acertado este comentario que me hacía el mecánico del taller que cuida de mi coche. Un día, después de reparármelo, nos tomamos un café: «Para mí el Evangelio es como las páginas amarillas. Cuando quiero saber cómo comportarme, qué debería hacer, lo tengo muy fácil: busco en el Evangelio qué decía Jesús sobre ese asunto o qué hacía Jesús en esa situación, y ya está.»

¡Buena idea! ¿Qué hacía Jesús? ¿Qué decía sobre esto? Para eso se hizo hombre. Si no leyésemos con frecuencia el Evangelio… haríamos fácil que fracasase su intento en nosotros.

¿Cuántas veces has leído el Evangelio? Es bueno leer todos los días un rato, basta con un breve pasaje, un par de minutos. Y cuando llegas al final, volver a empezar.

Ahora bien: leerlo como el evangelio merece ser leído: quedarnos a solas con la Palabra de Dios. Como recomendaba un conocido filósofo: «Si no se está solo con la palabra de Dios, no se la lee. ¡Sólo con la palabra de Dios! Querido oyente, voy a hacerte una confesión: yo no me atrevo todavía a estar absolutamente solo con la palabra, en una soledad en que no se interponga ninguna ilusión. Y permíteme que añada: jamás he visto a ningún hombre del que pueda creer que haya tenido la sinceridad y el valor de estar solo con la palabra de Dios; en una soledad en que ninguna se interponga.

»¡Solo con la Escritura! No me atrevo. Cuando la abro, el primer pasaje con que tropiezo me cautiva inmediatamente; él me pregunta (y es como si me interrogara el mismo Dios): ¿Has puesto esto en práctica? Y así quedo bien cogido.»

Ser cristiano es parecerse a Cristo. Más que de cumplir unas reglas se trata de ir dibujando un retrato: que mi vida se parezca a la de Él, que sea otro Él, que sea Él mismo. En el Evangelio nos lo encontramos… y nos habla.

Pero me gustaría dar un paso más. Las páginas amarillas se quedan cortas. El evangelio no sólo da información, sino que nos encara con la persona viva que es la Palabra de Dios. Las páginas amarillas están muertas, y por eso las renuevan cada año. El evangelio está vivo, siempre es el mismo y siempre distinto: a todos nos dice lo mismo, y a cada uno nos dice algo distinto. El evangelio no es informativo, sino performativo.

Madre mía, que me parezca a tu Hijo. Que adquiera la costumbre de acudir al Evangelio como a unas páginas amarillas algo peculiares, que me deje hablar por Dios mediante la escritura, como tú hiciste. Gracias, Madre.

Quizá puedes proponerte leer todos los días una página del Evangelio: si lo haces, puedes quedar con él. Puedes charlar ahora con él pidiéndole que te haga adicto al Evangelio… bien leído: leerlo escuchando.

Ver todos Ver enero 2022